UNA SALUDABLE APUESTA POR LO REAL
La miniserie que lleva por título “Adolescencia” ha dado pie a reflexiones diversas y muy interesantes en diferentes ámbitos de opinión. Su contenido, fuerte y provocador pero veraz, la lúcida crudeza del guion y el sobresaliente trabajo de sus intérpretes contribuyen a dar credibilidad a una situación que ocurre con demasiada frecuencia y que afecta a jóvenes, profesores y familias por influjo de un ambiente avasallador.
Recientemente, el neurocientífico alemán Manfred Spitzer ha descrito y estudiado tal situación, y la ha llamado “demencia digital”, atribuyéndola de manera significativa al “uso desordenado entre adolescentes (y adultos) de los medios tecnológicos”.
El influjo excesivo de Internet y redes sociales, afirma Spitzer, aminora la capacidad de retener información y afecta negativamente al rendimiento cognitivo de nuestro cerebro afectando a la memoria, a la capacidad de aprendizaje y a la concentración. A su vez, la incapacidad para mantener la atención y la impaciencia por obtener respuestas dificultan concentrarse en tareas significativas, lo que a su vez reduce la productividad y aumenta la frustración.
Pero hay que referirse también a la inestabilidad emocional, a la inmadurez y debilidad del carácter, a la incapacidad para reflexionar y tomar decisiones firmes, a la insensibilidad ante el sufrimiento ajeno... También al temor que muchos jóvenes experimentan por no ser aceptados o porque sus compañeros les pueden hacer el vacío si no comparten “desafíos” o ”experiencias singulares” a través de las redes sociales.
Indica también Spitzer que las neuronas se parecen en esto a los músculos y necesitan ser ejercitadas. Si recurrimos menos a nuestros recuerdos y acudimos a internet o a la IA para buscar respuestas rápidas, el cerebro se incapacita para el esfuerzo, la concentración y la reflexión, y tenderá a atrofiarse. Este buscar sistemáticamente respuestas rápidas en Internet, sin esforzarse en recordar o deducir, sustituir los juicios de valor por las reacciones emocionales, la manía de mirar las redes sociales cada poco tiempo, hacer scroll (técnica de diseño que impulsa a desplazarse sin fin deslizando el dedo en la pantalla mostrando automáticamente contenidos nuevos)... pueden contribuir a una dependencia empobrecedora y a incurrir en la mencionada “demencia digital”.
Pero esto no debe llevar simplemente a alarmarse, sino a adoptar criterios y actitudes que faciliten, por un lado y fundamental, la comunicación de padres y educadores con los hijos pequeños y adolescentes, y por otro que en estos se afiancen criterios bien fundados y disposiciones para no dejarse llevar por los estímulos y las incitaciones procedentes de ambientes o influencias tóxicas.
Las prohibiciones no bastan, y por sí solas no educan. Frente a los peligros de la dependencia digital se impone una saludable “apuesta por lo real”: por la relación y la comunicación personal, por las experiencias de asombro ante la contemplación de las cosas, los paisajes, la naturaleza, la belleza artística, las historias personales; por el sosiego reflexivo, por el hábito lector tempranamente adquirido y tutelado, por formas de distracción y diversión que impliquen trabajo en equipo, convivencia cercana, por el trabajo y la escritura manuales, por el deporte y la actividad física compartida.
La realidad es fuente esencial de enseñanzas verdaderas. Aprender a contemplar, a mirar serenamente a las personas, las cosas y los acontecimientos, es aprender a vivir con criterio y con sentido. Bernardo de Claraval decía que “sabio es aquel a quien las cosas le saben realmente como son”.
(Publicado en el semanario La Verdad el 23 de mayo de 2025)