miércoles, 15 de marzo de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (60)

EDUCAR EN LA REFLEXIÓN, BUSCANDO LA VERDAD.

 


Una educación integral, personalizadora, ha de aspirar a que el educando aprenda a pensar, a decidir y actuar por sí mismo tomando como referencia el bien y la verdad acerca de las cosas, las personas y los acontecimientos. Dedicaremos durante algún tiempo nuestra consideración al primero de los aspectos: aprender a pensar, a reflexionar de manera habitual y atinada.

Todo buen educador -profesor o padre- sabe que un aspecto fundamental de su tarea es fomentar la reflexión en el alumno o en el hijo, porque sólo con ella puede éste descubrir y apreciar la verdad y el bien que habrán de orientarle en su desarrollo personal. 

Si no hay reflexión y criterio propio no habrá libertad responsable. Estamos hablando también de la formación de la conciencia moral en el niño y en el joven. La reflexión marca el rumbo: una persona sin rumbo es una persona perdida.

Un educador, obviamente, tiene que enseñar en primer lugar a aprender. Para ello deberá utilizar recursos emocionales y estrategias adecuadas que animen al esfuerzo que conlleva normalmente todo aprendizaje. Precisamente, como decía Aristóteles, el arte de educar consiste en hacer atractivo el bien; pero esto solo es el medio, el fin es hacer que el educando piense, reflexione, comprenda por sí mismo, y que de acuerdo con ello vaya orientado su comportamiento hacia lo que es valioso. 

Aprender es en el fondo, con la ayuda y guía del educador, adquirir criterios y formas de estar y actuar en la realidad que permitan al ser humano -al niño en primer término- comprenderla y situarse en ella, y también comprenderse a sí mismo y descubrir cuál es su lugar y su papel en el mundo.

Para ello habrá de empezar sin duda por lo más próximo, sobre todo en los primeros años, pero también es tarea del educador hacer próximo lo valioso, mostrando hasta qué punto puede ser fascinante la aventura de conocer los misterios del mundo. De ahí se seguirán situaciones que será preciso afrontar de manera adecuada, tanto a partir de la experiencia propia como de los conocimientos aportados por los educadores, quienes ya pasaron por aquellas. 

El deseo de saber es el que impulsa todo aprendizaje, ya que todo ser humano tiende por naturaleza a saber. Y desear saber lo que son las cosas y cuál es su valor es buscar los porqués, los paraqués: y esto nos pone en el camino de ir descubriendo la verdad, el bien y la belleza. He aquí un dinamismo natural que el educador ha de orientar y graduar oportunamente, haciéndolo asequible y gustoso.

Pero orientar el pensamiento en una dirección adecuada -eso es reflexionar- no es solo cuestión de la inteligencia. Requiere una cierta disciplina, un orden, y aquí entra también el querer, la voluntad, y el afecto, la motivación. Hay que tener en cuenta también el bombardeo de estímulos ambientales y saber que es preciso combatir la pereza que se experimenta al afrontar tareas costosas. 

Por eso el educador tiene que tener claro hacia dónde quiere ir: que el educando aprenda poco a pocoa pensar por sí mismo de forma que sus criterios de juicio, sus actitudes y sus decisiones sean realistas, positivas y valiosas. Nos hallamos sin duda ante uno de los aspectos más importantes de la labor educativa.

(Publicado en el semanario La Verdad el 10 de marzo de 2023)

 

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