lunes, 15 de abril de 2024

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (99)

            LA GOLONDRINA Y LA GOTA DE AGUA

En alguna ocasión anterior hemos afirmado que la reflexión, la responsabilidad y la constancia son cimientos básicos y manifestación de una personalidad equilibrada y madura, la cual ha de ser siempre el principal objetivo de la educación. El cultivo de estos valores humanos diferencia al verdadero educador respecto del mero docente, al maestro de vida del simple enseñante.

La persona madura es la que piensa por sí misma, decide por sí misma y actúa por sí misma orientando su vida a la verdad, al bien, a la justicia, al amor y a la belleza. Acerca de la reflexión y la responsabilidad hemos venido hablando detalladamente en aportaciones anteriores. Nos referiremos ahora, brevemente, a la constancia.

En tiempos "líquidos", en los que la comodidad, la mediocridad, la prisa y el emotivismo configuran la mentalidad dominante, lo más frecuente es venir a caer en la superficialidad y en la inestabilidad. En cambio, decir constancia, en relación con la formación de carácter y la personalidad, es decir estabilidad, firmeza, equilibrio, perseverancia, resistencia a la frustración.

Como decía Aristóteles: "Una golondrina no hace verano, o un solo día hermoso; de igual modo, un solo día o una temporada de felicidad no bastan para hacer a un hombre dichoso." Muchas veces ponemos buena intención e interés en realizar algo costoso, pero la dificultad, el ambiente hostil, los comentarios de desaliento de otras personas o el aplazamiento de la solución al problema nos inducen a abandonar. Muchos jóvenes, muchas personas en general, son generosos. Realizan en ocasiones incluso heroicidades de cierto calibre, pero sólo a ratos. Les falta la serena y firme constancia en la generosidad que forja personalidades maduras, estables, consistentes.

Es fácil empezar y hacerlo con fuerza, pero mantenerse firmes y perseverantes hasta el final está en las fronteras del heroísmo. La perseverancia es virtud fundamental, cimiento de una personalidad valiosa y estable. Se ha dicho que la constancia es la mejor fragua de la madurez. Su necesidad nace de una luminosa realidad: suple muchas cualidades, pero no se suple con ninguna.

Por ello, frente a una “pedagogía del confort” y del “sin esfuerzo”, de una espontaneidad sin rumbo fijo, que llevan a un “pensamiento débil” y a la proliferación de personalidades inconsistentes, es necesario insistir en que una de las tareas más importantes en la formación del carácter y de una rica personalidad es el hábito de la perseverancia, seguir a pesar de la dificultad, la superación y la firmeza ante las adversidades y cansancios. “La gota de agua no horada la roca por su fuerza, sino por su constancia”, decía Ovidio.

(Publicado en el semanario La Verdad el 12 de abril de 2014)



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