miércoles, 8 de mayo de 2024

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (101)

 

URDIMBRE DE UNA PERSONALIDAD VALIOSA


El fin básico de una educación integral de la persona es desarrollar un carácter maduro, estable, fundado en virtudes, en hábitos que aportan entereza, generosidad, responsabilidad, amabilidad, hondura de pensamiento, honestidad... Es preciso fomentar para ello una creciente unidad interior, acorde con el orden y jerarquía de las capacidades naturales del ser humano y fruto de un efectivo autodominio personal. 

Platón distinguía dos clases de valentía: el coraje de emprender y el coraje de perseverar, y consideraba este último -cuando se orienta al bien- la coronación de la paideia, de la educación. Ciertamente, la constancia, la perseverancia en el bien, configura la urdimbre psicológica y moral de una personalidad valiosa. 

La perseverancia entraña espíritu de superación permanente, prontitud, asiduidad y regularidad en el trabajo personal y en la actividad colectiva; firmeza en las propias convicciones y compromisos y en la dedicación y organización del propio tiempo. Supone poner los medios precisos para llevar a cabo las propias decisiones y alcanzar lo que uno se ha propuesto a pesar de eventuales dificultades o pérdidas de motivación. Se trata, en fin, de concluir bien lo que se ha emprendido. Decía Víctor Hugo que es en la continuidad, en la perseverancia en la búsqueda del bien, donde se reconoce a un alma grande.

Muchas piedras extraordinariamente duras, con el tiempo, al ser arrastradas por la corriente del río acaban por pulir sus aristas y convertirse en cantos rodados, de superficie fina y formas redondeadas y suaves. Seguramente conocemos a personas, famosas o no, a quienes las dificultades les han ayudado a pulir su carácter, a forjar una rica personalidad, a vencerse a sí mismas y superarse: en el deporte, el trabajo, ante las dificultades o calamidades a que a veces trae la vida… 

¿Y cómo forjar este valor humano tan importante? Veamos algunas pistas:

1)    Entusiasmarse con ideales que alienten e impulsen a mejorar, a superarse y a coronar el esfuerzo personal.

2)    Querer pocas cosas pero de verdad. No hace falta tener ideas geniales, pero es imprescindible que las que uno tenga las realice. La sabiduría popular nos advierte de que “el que mucho abarca, poco aprieta”.

3)    No fantasear: realismo, no dejarse llevar por la imaginación, distrayéndose. Centrar nuestra atención en lo que estamos haciendo en el momento presente. “A cada día le basta su afán”.

4)    Asistir a los compromisos y actividades puntualmente, con asiduidad y regularidad, afrontar las tareas y deberes sin dejarse llevar de las ganas y las desganas.

5)    Terminar con esmero las actividades que se emprenden, apreciar el trabajo bien hecho, no por perfeccionismo sino como una mejor manera de ofrecer un servicio y un beneficio a otras personas.

6)    Paciencia, no desesperanzarse ante las dificultades. Volver a empezar, sin cansancio, tras los posibles fracasos o contrariedades.

7)    Tomar como modelos de conducta a personas que destaquen por su constancia y capacidad de superación; ayudarse de personas que por medio de la exigencia y el afecto nos estimulen a vencernos a nosotros mismos para “sacar nuestro mejor yo”, y a reavivar nuestro empeño si caemos.

Un ejemplo concreto: cultivar tempranamente el hábito lector frente al abuso de pantallas y dispositivos diseñados expresamente para engancharse a la inmediatez, para cambiar constantemente y en el fondo para fomentar la inconstancia y la superficialidad.

          (Publicado en el semanario La Verdad el 26 de abril de 2024)

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