lunes, 21 de abril de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (137)

LA DEPENDENCIA DE LAS PANTALLAS (I) 

 


“El próximo curso escolar 2025/26, la Comunidad de Madrid será la primera de España que elimine de sus colegios el uso individual de dispositivos digitales en alumnos de Educación Infantil y Primaria”, acaban de anunciar los titulares. 

Es una decisión valiente que traerá consigo no pocas discusiones. Lo que está claro es que el sentido común, pediatras -y, entre otros, por cierto, los propios gurús de Sillycon Valley para con sus hijos en edad escolar-, reclaman que se regule y limite su utilización en los centros educativos. En todo caso, ¿no debería esto hacernos repensar el uso de internet y de dispositivos en el proceso educativo de los más jóvenes?

Internet es un gran invento que hay que aprovechar, sin duda, pero reconociendo sus limitaciones y posibles efectos negativos. 

Como ha señalado un acreditado pedagogo como Gerardo Castillo, “la primacía de lo audiovisual hace que manejemos mucha información, pero al precio de leer menos; los saberes pensados propios de la auténtica cultura son sustituidos por los saberes sin pensamiento típicos de la cultura de lo virtual. Hoy estamos más informados, pero somos menos cultos que nuestros abuelos. Es un hecho que los usuarios de internet dedican bastante menos tiempo y esfuerzo al estudio, adoptan una actitud pasiva frente al conocimiento, adquieren información desconectada de la realidad diaria, tienen dificultades para manejar conceptos abstractos y para establecer relaciones entre la teoría y la práctica.”

Las nuevas tecnologías perjudican cuando se les dedica un tiempo excesivo y cuando se recibe sin sentido crítico la información que ofrecen. Influyen negativamente en el rendimiento escolar por restar mucho tiempo a la actividad de estudiar y disminuir la concentración que requiere el estudio. Además, impiden descansar adecuadamente, lo cual repercute negativamente en el estado de ánimo y en la fortaleza mental y emocional.

Cada vez son más los adolescentes que pasan horas y horas -durante el día y durante la noche- pendientes del monitor de videojuegos, de Internet y del móvil para divertirse y pasar el rato. El ocio digital les aleja así del mundo real para hacerles dependientes de la “realidad” virtual. 

Los adolescentes de ahora, salta a la vista a menudo, suelen utilizar el móvil en todo momento y en cualquier lugar, por supuesto también en clase (en general a escondidas). El móvil se está convirtiendo en símbolo, les hace sentirse más importantes e independientes. Pero detrás de su uso compulsivo suele haber problemas de inseguridad, soledad y autoestima. Entre los factores de riesgo de la adicción al móvil son importantes los problemas de tipo afectivo y la vulnerabilidad a la presión de amigos que usan el móvil de forma intensiva.

Últimamente se ha descrito como muy nociva una patología psicológica llamada “FOMO”: (fear of missing out, «temor a perderse algo»), un miedo compulsivo a que otros puedan estar viviendo experiencias gratificantes de las que uno está ausente; el deseo apremiante de estar continuamente conectado y atento a lo que otros están haciendo, lo cual genera ansiedad y aislamiento social. 

Pero sería de ilusos pensar que basta con las prohibiciones y los razonamientos para impedir el consumo excesivo y contraproducente de dispositivos por parte de los más jóvenes, si a eso no lo acompaña como alternativa “algo mejor”… 

Vale. ¿Pero qué y cómo? Seguiremos tratando de todo ello.

           (Publicado en el semanario La Verdad el 4 de Abril de 2025)


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