En el fondo deseo rendir homenaje a los políticos honestos que en el mundo han sido, deseo pensar que no han sido pocos, y a algunos conozco.
“Todos sabemos cuán digno de alabanza es que el príncipe mantenga la fe dada y viva con integridad y sin astucia. Pero la experiencia de nuestros tiempos nos dice que los príncipes que han hecho grandes cosas son los que menos han mantenido su palabra y con la astucia han sabido engañar a los hombres, superando en fin de cuentas a quienes ponen sus fundamentos en la lealtad.
...Es cosa que conviene entender bien: que un príncipe, sobre todo un príncipe nuevo, no debe observar todo lo que hace que los hombres sean tenidos por buenos, porque en ocasiones, para defender su Estado, necesitará actuar contra la lealtad, contra la caridad, la humanidad y la religión. Tiene que contar con un ánimo dispuesto a moverse según sople el viento de la fortuna e impongan las diferentes circunstancias, sin apartarse del bien -si es posible- pero sabiendo también entrar en el mal, si es necesario...
Haga el príncipe cuanto deba por dominar y conservar el Estado, que los medios siempre serán considerados justos y alabados por todos; pues al vulgo lo convencen las apariencias y el resultado de cada cosa.”
(El Príncipe, XVIII)
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