SEXUALIDAD:
DEL CUERPO A LA PERSONA (I/III)
Persona masculina, persona femenina
La
persona humana es coesencialmente alma y cuerpo, formando ambas dimensiones una
unidad sustancial, un solo ser.
El cuerpo humano es constitutivo
de la persona y es su expresión. El
cuerpo manifiesta además una modalización decisiva: es masculino o femenino,
ya desde su configuración cromosómica y genética. Pero al mismo tiempo sirve de
cauce expresivo, pasando por el
dimorfismo morfológico y fisiológico correlativo en el varón y en la mujer-, y
así uno y otra se expresan como tales
a través de su corporalidad distintiva. La corporalidad sexuada modula también
el modo de sentir, querer y pensar. La persona entera es masculina o femenina, desde la última de sus células hasta sus expresiones inmateriales y espirituales.
Esta dualidad en el modo de ser persona mostrada por el
cuerpo de hombre o de mujer se ve evidenciada y ahondada significativamente en la generación
sexual, basada en la diferenciación corporal –anatómica y fisiológica- masculina
y femenina.
Ciertas cualidades decisivas en toda
persona madura parecen más peculiares del modo de ser persona masculino y otras
del modo de ser persona femenino. Hay, por ejemplo, un modo masculino de
ejercer la ternura, distinto en la mujer; del mismo modo que hay un modo
femenino de ejercer la firmeza, distinto en el varón. Que exista una cierta
inclinación hacia determinadas disposiciones no significa exclusividad en su
adquisición y ejercicio. El modo de ser masculino parece más capaz de aportar
una tendencia a la exactitud y la racionalización, la técnica, el dominio sobre
las cosas, la capacidad de proyectos a largo plazo. El modo femenino de ser
persona muestra una mayor espontaneidad para el conocimiento de las personas,
la delicadeza y el matiz en el trato, la capacidad de atender a lo concreto, la
generosidad, la intuición en el raciocinio, la tenacidad...
Ello no supone un “reparto” de cualidades, y menos aún
una distinción de rango o dignidad, sino una predisposición natural a la
complementariedad, al respeto y a la ayuda mutua. No es que existan cualidades masculinas y
femeninas, sino un diferente modo de cultivarlas y de mostrarlas, masculino y
femenino, que induce a la colaboración entre las personas
de uno y otro sexo.
La dualidad varón-mujer afecta, así pues, a la persona
entera: cuerpo, afectividad, racionalidad, conducta; y por lo tanto también a
la cultura y a la vida social, reflejo y objetivación en buena medida de la
subjetividad personal.
La persona humana es
varón o mujer, en referencia recíproca y complementariedad radical. La persona en cuanto varón es para
la mujer, y en cuanto mujer es para
el varón. Ser en el cuerpo varón o
mujer significa que la persona humana se ofrece en reciprocidad mediante una
forma de vida en complementariedad, en convivencia íntima, mediada
por la mutua referencia corporal sexuada, pero basada en la libre donación
mutua y en la comunión de las personas.
Intentar vivir sin contar con nuestra dimensión físico-biológica es intentar romper la unidad constitutiva del ser humano, querer que el cuerpo vaya por un lado y el deseo y la voluntad por otro. Pero la ruptura con lo biológico no libera de ataduras, antes bien conduce a lo patológico, al desequilibrio. De ahí que se quiera fomentar el relativismo moral con el fin de diluir todo lo posible en la percepción subjetiva y social esta realidad.
(Durero: Adán y Eva)
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