miércoles, 26 de diciembre de 2012

SEXUALIDAD: DEL CUERPO A LA PERSONA (I/III)


SEXUALIDAD: DEL CUERPO A LA PERSONA (I/III)

                            Persona masculina, persona femenina
           
        La persona humana es coesencialmente alma y cuerpo, formando ambas dimensiones una unidad sustancial, un solo ser.
El cuerpo humano es constitutivo de la persona y es su expresión. El cuerpo manifiesta además una modalización decisiva: es masculino o femenino, ya desde su configuración cromosómica y genética. Pero al mismo tiempo sirve de cauce expresivo,  pasando  por  el dimorfismo morfológico y fisiológico correlativo en el varón y en la mujer-, y así uno y otra se expresan como tales a través de su corporalidad distintiva. La corporalidad sexuada modula también el modo de sentir, querer y pensar. La persona entera es masculina o femenina, desde la última de sus células hasta sus expresiones inmateriales y espirituales.
Esta dualidad en el modo de ser persona mostrada por el cuerpo de hombre o de mujer se ve evidenciada y ahondada significativamente en la generación sexual, basada en la diferenciación corporal –anatómica y fisiológica- masculina y femenina.
            Ciertas cualidades decisivas en toda persona madura parecen más peculiares del modo de ser persona masculino y otras del modo de ser persona femenino. Hay, por ejemplo, un modo masculino de ejercer la ternura, distinto en la mujer; del mismo modo que hay un modo femenino de ejercer la firmeza, distinto en el varón. Que exista una cierta inclinación hacia determinadas disposiciones no significa exclusividad en su adquisición y ejercicio. El modo de ser masculino parece más capaz de aportar una tendencia a la exactitud y la racionalización, la técnica, el dominio sobre las cosas, la capacidad de proyectos a largo plazo. El modo femenino de ser persona muestra una mayor espontaneidad para el conocimiento de las personas, la delicadeza y el matiz en el trato, la capacidad de atender a lo concreto, la generosidad, la intuición en el raciocinio, la tenacidad...
Ello no supone un “reparto” de cualidades, y menos aún una distinción de rango o dignidad, sino una predisposición natural a la complementariedad, al respeto y a la ayuda mutua.  No es que existan cualidades masculinas y femeninas, sino un diferente modo de cultivarlas y de mostrarlas, masculino y femenino,  que  induce a la colaboración entre las personas de uno y otro sexo.
La dualidad varón-mujer afecta, así pues, a la persona entera: cuerpo, afectividad, racionalidad, conducta; y por lo tanto también a la cultura y a la vida social, reflejo y objetivación en buena medida de la subjetividad personal.
La persona humana es varón o mujer, en referencia recíproca y complementariedad radical. La persona en cuanto varón es para la mujer, y en cuanto mujer es para el varón. Ser en el cuerpo varón o mujer significa que la persona humana se ofrece en reciprocidad mediante una forma de vida en complementariedad, en convivencia íntima, mediada por la mutua referencia corporal sexuada, pero basada en la libre donación mutua y  en la comunión de las personas.
     Intentar vivir sin contar con nuestra dimensión físico-biológica es intentar romper la unidad constitutiva del ser humano, querer que el cuerpo vaya por un lado y el deseo y la voluntad por otro. Pero la ruptura con lo biológico no libera de ataduras, antes bien conduce a lo patológico, al desequilibrio. De ahí que se quiera fomentar el relativismo moral con el fin de diluir todo lo posible en la percepción subjetiva y social esta realidad.
(Durero: Adán y Eva)


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