viernes, 26 de noviembre de 2021

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (3)

HOMBRES Y MUJERES EN QUIENES SE PUEDA CONFIAR




Con el comienzo de un nuevo curso los asuntos educativos vuelven a estar en el candelero, generalmente porque lo demandan las estadísticas o acontecimientos lamentables. Pero la educación es un asunto nuclear del que la sociedad en general y las familias en particular no deben desentenderse nunca, y menos -como suele decirse con ironía, acerca de todas las cosas que de verdad importan- dejándolo en manos de los políticos. Y que me perdonen los políticos buenos, que alguno hay.

Las políticas educativas, bajo capa de neutralidad, suelen estar marcadas por propósitos ideológicos y por condicionamientos económicos, instrumentalizando la educación, bien al servicio de una voluntad de poder o bien del sistema productivo. Pero la educación es y debe ser otra cosa. Deberíamos preguntarnos las familias, los educadores y los responsables de la política educativa si en el fondo no estamos proporcionando sólo una blanda retórica moralizante, trivial, que no sirve para nada y deja cancha libre a propósitos engañosos. 

Más allá de cualquier asunto coyuntural, lo nuclear en la educación es fomentar buenas personas. Suena a blandito, ya lo sé, pero muchas conductas disfuncionales que agitan la vida social, familiar y escolar obedecen a un serio déficit ético en la educación que no ha sido adecuadamente atendido en la familia y en la escuela. 

Escribe José Antonio Marina que, de un modo u otro, "toda cultura defiende un modelo de persona, un modelo de comportamiento y un modelo de sociedad. Estos tres aspectos constituyen el núcleo del contenido educativo y es fácil ver que son contenidos morales. Sin embargo, el mundo desarrollado ha pretendido configurar una sociedad neutral respecto a los valores. Ha sentido la fascinación por la ciencia y ha considerado que la moral pertenece a la esfera privada, y que no es propio de la escuela adoctrinar.”

Advierte además de que tal concepción es en realidad una trampa porque “no hay educación moralmente neutral. Esa neutralidad es ya un determinado tipo de propuesta moral. La escuela transmite valores por acción o por omisión, con lo que dice y con lo que calla. Debemos cambiar de orientación y enseñar que todos estamos enfrentados a una opción definitiva: elegir entre vivir en un orbe ético o vivir en la selva, donde el hombre es un lobo para el hombre.” 

La educación tampoco debe tratar simplemente de aprender a sentirse bien. Muy por encima del bienestar personal y social, e incluyéndolo, está el ámbito del bien ser de la persona. Se trata, en suma, de ayudar a niños y jóvenes para que lleguen a ser hombres y mujeres en quienes se pueda confiar. 

Es conocida aquella historia en la que un anciano contaba a sus nietos cómo en las personas hay dos lobos, el del resentimiento, la mentira y la maldad, y el de la bondad, la verdad y la misericordia. Al terminar, uno de los niños preguntó: “-Abuelo, ¿cuál de los lobos ganará?” Y este contestó: “-El que alimentéis.” La educación, hoy y siempre, ha de preocuparse sobre todo por la calidad humana de las personas. Ese es el desafío educativo del momento.

(Publicado en el semanario LA VERDAD, 15 octubre 2021).

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