“MERMELADA SENTIMENTAL”: EMOTIVISMO Y EDUCACIÓN
El calor de las emociones, la intensidad de los sentimientos y la riqueza de las intuiciones han de acompañar e impulsar la constante novedad de una vida que reconoce lo que es verdadero, bello y bueno, que se deja atraer por ello y lo asume como propio hasta convertirlo en motor e ideal de sus elecciones y de su actividad. El poder de las emociones es ciertamente enorme; pueden lograr metas que parecerían inalcanzables y afrontar adversidades que la mera racionalidad no podría superar. Pero, por otra parte, pueden adquirir tal hegemonía que el comportamiento humano llegue a ser irracional.
El sentimentalismo o emotivismo, que quiere vivir exclusivamente de afectos, es una deformación, una desviación de la vida afectiva. Y como recuerda Gregorio Luri, “la tendencia a la mermelada sentimental lo pringa todo.” Aparece cuando la verdad y el bien -lo que es justo- dejan de orientar la vida y son sustituidos por el sentimiento, la pasión o el mero apetecer. Y como las vivencias emocionales o afectivas guardan una dependencia de los estímulos de agrado o desagrado, suelen ser muy inestables. Muchas veces dejarse llevar por los sentimientos o las emociones viene a ser, directamente, un caminar a ciegas.
Homero narra en la Ilíada (guerra de Troya) el diálogo entre Héctor y su hermano Paris, que rapta a Helena, la esposa del rey de Esparta. Previamente, Paris le había dicho a Helena:
"-Si vienes nunca estaremos a salvo... pero yo te amo. Hasta el día en que incineren mi cuerpo, no dejaré de amarte."
Héctor le reprocha a Paris: "-Para ti todo es un juego, ¿no? Pasas de ciudad en ciudad, yaciendo con vírgenes de los templos y esposas de mercaderes y te crees experto en el amor... Dices querer morir por amor, pero no sabes nada de la muerte, ni sabes nada del amor!".
La frivolidad del sentimental Paris, ajena a toda sensatez, desencadenará la guerra y la desgracia.
Dejarse llevar simplemente por lo que atrae sensiblemente, por lo agradable y lo placentero, puede llevar a grandes equivocaciones y daños. Y además es una conducta muy fácil de manipular como saben muy bien los publicitarios y los demagogos.
Este emotivismo imperante reclama de los educadores que se planteen cómo cultivar los sentimientos y a la vez cómo formar el carácter para dar coherencia y unidad a la vivencia de la persona en su vocación al bien, la verdad y al belleza; para que las emociones sirvan a lo que es justo y moralmente digno.
Si la afectividad no es ordenada por la virtud (prudencia, justicia, fortaleza, templanza, fe, esperanza, caridad…), se verá sometida a la espontaneidad ciega de los propios impulsos, imprevisibles, inconstantes, muchas veces ilógicos y a menudo destructivos. Será también fácil presa de manipulación.
(Publicado en el semanario LA VERDAD el 29 de octubre de 2021)
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