lunes, 27 de mayo de 2024

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (104)

¿SEGREGAMOS…?

La Universidad se queja, seguramente con razón, de que el nivel con el que llega el alumnado de Bachillerato es cada vez más bajo. Se habla incluso de la posible extensión de la enseñanza obligatoria hasta los 18 años. Pienso que el problema no es la extensión de la escolaridad obligatoria a los actuales 16 o a los 18. Es que obligamos a una talla única para todos y decimos que es lo democrático. 

Lo democrático -lo justo- es, más bien, ofrecer a los alumnos lo que puedan estudiar, lo que necesiten y quizá lo que quieran. Pero que de verdad estudien y aprendan. Si un alumno en 3º de Primaria no lee de manera fluida y con comprensión irá de mal en peor, estará sufriendo al ver que los demás entienden y él no, y su frustración puede dar lugar a comportamientos de desánimo, de agresividad o ambas cosas a la vez. 

Se pretende que todos reciban “la misma educación” para que no existan segregaciones y desigualdades. Y se piensa que todos aprenderán lo mismo si están juntos en el mismo escenario educativo atendidos por el mismo profesor… Pero si en un grupo con 25 o 30 alumnos muchos necesitan tareas, actividades, textos o estrategias didácticas diferentes por varias razones (dislexia, dificultad de concentración, problemas físicos y psíquicos, distinta procedencia o niveles de estudios previos, altas capacidades, etc.) esto no es en realidad “un” grupo y no hay profesor que lo consiga, o si quiera lo soporte, por mucho tiempo. 

Un alumno debe tener asimilado determinado nivel de conocimiento para poder enseñarle algo nuevo. Si no, el profesor tiene que empezar de cero constantemente, irá mucho más despacio y no contentará a todos porque muchos se aburrirán. Además, con estas condiciones los alumnos solo sabrán lo mismo si todos saben tanto como el que menos. Y esto no es equidad sino injusticia, fracaso del sistema educativo. Se habla de “no estigmatizar” al alumno, pero se le está abandonando. El alumno al que no se le ha ayudado a alcanzar su nivel de competencia educativa acumula resentimiento, humillación y una actitud violenta contra la escuela, sus profesores y compañeros porque es muy difícil aceptar esa situación.

Agrupar al alumnado solo según su edad dentro del mismo espacio educativo, no funciona. Hay que tener el valor de afirmarlo, aunque no resulte agradable de escuchar (ni de decir). La justicia, decían ya los griegos, no consiste en dar (o exigir) a todos lo mismo, sino dar (o exigir) a cada uno “lo suyo”, lo que le corresponde.

Entonces… ¿”segregamos”? Esto, como ha dicho Inger Enkvist, es enfocar la cuestión desde el punto de vista político. Si lo hacemos desde el punto de vista educativo la pregunta es: “¿Los alumnos aprenden en 3º lo que deben aprender? Si se tiene un alumno en 5º con conocimientos de 2º, ¿qué es lo justo, lo pertinente… lo posible?” Si se detecta en un alumno una dificultad en el aprendizaje, la respuesta educativa ha de ser lo más temprana posible. Si por “no segregarle, tratándole de manera diferente” no se hace nada, su fracaso escolar será más probable. 

Cuando en 3º/4º de primaria un alumno no ha aprendido a leer comprendiendo, tiene poco sentido, por ejemplo, esperar a 3º/4º de la ESO (cuando se realizan las pruebas PISA…) para implementar un Plan de mejora de las competencias lectoras para todos.

       (Publicado en el semanario La Verdad el 24 de mayo de 2024)

jueves, 23 de mayo de 2024

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (103)

CONOCIMIENTO, COMPETENCIAS, IDEOLOGÍA Y MEDIOCRIDAD.



Todas las leyes educativas, al menos desde la ley Moyano (1857) hasta las últimas, consideran la educación integral como un objetivo de la educación en sus etapas obligatorias. Es decir, que se busca dotar a todos los alumnos de las herramientas necesarias para desempeñarse en la vida activa, lo cual implica necesariamente el dominio de una serie de conocimientos, habilidades (competencias), hábitos y valores. 

Se pretende en la actualidad (cuando menos de palabra) que el currículo escolar asuma todas esas dimensiones si quiere responder a la complejidad de la actual sociedad, adecuándolo a las circunstancias cambiantes y a las expectativas de cada momento. Pero una educación de veras integral no es tanto una educación que cultiva todos los ámbitos del conocimiento y la actividad, como la que fomenta la unidadinterior de la persona y su maduración mediante todos ellos.

En 1996 se publicó el denominado “Informe Delors” para la UNESCO, titulado La educación encierra un tesoro, en el que se planteaban los cuatro pilares de la educación del siglo XXI: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y a convivir. La educación debía incluir, sin exclusión, el aprendizaje de conocimientos y los basados en destrezas, actitudes, hábitos y valores. 

Pero las “expectativas del momento” priorizan hoy las “competencias o desempeños”, las habilidades, el saber hacer. Así se muestra en la importancia que “organismos expertos” otorgan a los factores no cognitivos en el rendimiento escolar, y que bajo expresiones como “desarrollo personal, social y profesional”, suelen presentarse entre nosotros como superadores del aprendizaje de conocimientos, como si este diera lugar, no a la valoración del mérito, la capacidad y el esfuerzo personal, sino a una segregación conducente a la desigualdad social.

La actual política educativa y lo que Inger Enkvist llama “la nueva pedagogía” apuestan así por una educación abiertamente “no cognitiva”, que consideran “revolucionaria y progresista”, inclusiva, feminista, orientada a un mundo globalizado y cambiante, conducente a la implicación social y orientada al tejido productivo, a la participación y la transformación social.

En un análisis llevado a cabo por Borghans y Schils (2012) sobre los resultados de PISA -esa auditoría educativa realizada por la OCDE, que viene mostrando tozudamente algunos agujeros de la “nueva pedagogía”- constataron que, además del empeoramiento general de los resultados, algunos alumnos tienden a responder peor que otros en las últimas preguntas, mientras que otros perseveran respondiendo con la misma intensidad y empeño que al inicio de la prueba. Además constataron que este factor no estaba relacionado con el nivel de la competencia lectora, matemática y científica evaluadas directamente, y vincularon el decaimiento en el interés y en el empeño con factores no cognitivos que repercuten sobre el rendimiento futuro y el desarrollo personal y profesional. 

Entre nosotros, Balart y Cabrales (2014) denominaron a este factor con el término “perseverancia”, y constataron que España puntuaba en este factor significativamente por debajo de la media de la OCDE. Advirtieron también diferencias significativas entre las comunidades autónomas, lo que llevó a concluir que un mismo sistema educativo, el español, obtiene diferentes resultados no solo en las destrezas cognitivas, sino también en valores humanos como la mencionada perseverancia. 

Dice el profesor Ignacio del Villar que nuestra educación está lastrada de ideología y mediocridad… Razón no le falta.


   (Publicado en el semanario La Verdad el 17 de mayo de 2024)

 

lunes, 13 de mayo de 2024

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (102)

 DEMÓSTENES, O LA SUPERACIÓN

 


Un recurso educativo de primera importancia es contar con modelos que nos sirvan de inspiración, que nos estimulen a crecer, a hacer mejor las cosas…, y a perseverar en el camino del bien. La influencia de los ejemplos vivos es muy superior al mero razonamiento. No se trata solamente de ilustrar los principios teóricos para el comportamiento sino de que, al ver que otros los viven gozosamente -sobre todo si se trata de personas reales a las que conocemos o de personajes históricos, que han existido de verdad- se muestran alcanzables y atractivos a la vez. 

            Sus discursos, después de dos mil quinientos años, son un modelo que deben estudiar quienes desean destacar en la elocuencia. Dicen que fue el mejor orador que jamás ha existido; según Cicerón fue el orador perfecto. Si efectivamente fue así, resulta que Demóstenes, el mejor orador de todos los tiempos… era tartamudo.

     Siendo aún niño, asistió a un juicio y oyó el discurso del defensor y, cuando el pueblo acompañaba en triunfo al orador, decidió dedicarse también a la elocuencia. Pero la tarea no era nada sencilla. Contaba con una gran limitación: su tartamudez. Su complexión física, por otra parte, no le había propiciado una gran capacidad pulmonar, esencial para dirigirse a grandes auditorios

La primera vez que intentó hablar en público fue un desastre. A la tercera frase fue interrumpido por los gritos de protesta. Las burlas acentuaron el nerviosismo y el tartamudeo de Demóstenes, quien se retiró entre los abucheos sin siquiera terminar su discurso. 

Cualquier otra persona hubiera olvidado sus sueños para siempre. Fueron muchos los que le aconsejaron que desistiera de tan absurdo propósito, pero al parecer un anciano amigo le dijo:

- Creo que aún puedes hacer tu sueño realidad. 

- ¿Con esta lengua y estos pulmones?

- Sin duda. Más importante que la lengua es tu voluntad. Vuelve a empezar, insiste, lucha tenazmente contra tus defectos… La constancia te traerá el éxito.

Demóstenes intentó aceptar la frustración del momento como un acicate, y se embarcó en la aventura de superar las adversidades. Se afeitó la cabeza para resistir la tentación de salir a la calle y perder el tiempo. Día a día se concentraba en su formación. Corría por la playa gritando con todas sus fuerzas por encima del oleaje para ejercitar sus pulmones. Ponía piedrecillas debajo de su lengua y colocaba un cuchillo entre los dientes para forzarse a hablar sin tartamudeos. Al regresar a casa se paraba frente a un espejo para mejorar su compostura y sus gestos. Cuando tenía ocasión acudía a escuchar las argumentaciones de oradores aclamados.

Así pasaron meses y meses, antes de reaparecer de nuevo defendiendo con éxito a un fabricante de lámparas a quien sus ingratos hijos le querían arrebatar su patrimonio. En esta ocasión la seguridad, la elocuencia y la argumentación de Demóstenes fueron ovacionadas por el público hasta el cansancio. Demóstenes sería posteriormente elegido como embajador de la ciudad.

Demóstenes era tartamudo, ciertamente. Pero remedió sus limitaciones con ayuda de un duro y exigente entrenamiento. Conocer historias de superación personal como esta, en las que la perseverancia ha sido decisiva, puede ser un valioso aliciente para adquirir hábitos valiosos, vencer algunas limitaciones o incluso defectos de carácter. Y no solo por parte de los más jóvenes…

      (Publicado en el semanario La Verdad el 10 de mayo de 2024)

miércoles, 8 de mayo de 2024

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (101)

 

URDIMBRE DE UNA PERSONALIDAD VALIOSA


El fin básico de una educación integral de la persona es desarrollar un carácter maduro, estable, fundado en virtudes, en hábitos que aportan entereza, generosidad, responsabilidad, amabilidad, hondura de pensamiento, honestidad... Es preciso fomentar para ello una creciente unidad interior, acorde con el orden y jerarquía de las capacidades naturales del ser humano y fruto de un efectivo autodominio personal. 

Platón distinguía dos clases de valentía: el coraje de emprender y el coraje de perseverar, y consideraba este último -cuando se orienta al bien- la coronación de la paideia, de la educación. Ciertamente, la constancia, la perseverancia en el bien, configura la urdimbre psicológica y moral de una personalidad valiosa. 

La perseverancia entraña espíritu de superación permanente, prontitud, asiduidad y regularidad en el trabajo personal y en la actividad colectiva; firmeza en las propias convicciones y compromisos y en la dedicación y organización del propio tiempo. Supone poner los medios precisos para llevar a cabo las propias decisiones y alcanzar lo que uno se ha propuesto a pesar de eventuales dificultades o pérdidas de motivación. Se trata, en fin, de concluir bien lo que se ha emprendido. Decía Víctor Hugo que es en la continuidad, en la perseverancia en la búsqueda del bien, donde se reconoce a un alma grande.

Muchas piedras extraordinariamente duras, con el tiempo, al ser arrastradas por la corriente del río acaban por pulir sus aristas y convertirse en cantos rodados, de superficie fina y formas redondeadas y suaves. Seguramente conocemos a personas, famosas o no, a quienes las dificultades les han ayudado a pulir su carácter, a forjar una rica personalidad, a vencerse a sí mismas y superarse: en el deporte, el trabajo, ante las dificultades o calamidades a que a veces trae la vida… 

¿Y cómo forjar este valor humano tan importante? Veamos algunas pistas:

1)    Entusiasmarse con ideales que alienten e impulsen a mejorar, a superarse y a coronar el esfuerzo personal.

2)    Querer pocas cosas pero de verdad. No hace falta tener ideas geniales, pero es imprescindible que las que uno tenga las realice. La sabiduría popular nos advierte de que “el que mucho abarca, poco aprieta”.

3)    No fantasear: realismo, no dejarse llevar por la imaginación, distrayéndose. Centrar nuestra atención en lo que estamos haciendo en el momento presente. “A cada día le basta su afán”.

4)    Asistir a los compromisos y actividades puntualmente, con asiduidad y regularidad, afrontar las tareas y deberes sin dejarse llevar de las ganas y las desganas.

5)    Terminar con esmero las actividades que se emprenden, apreciar el trabajo bien hecho, no por perfeccionismo sino como una mejor manera de ofrecer un servicio y un beneficio a otras personas.

6)    Paciencia, no desesperanzarse ante las dificultades. Volver a empezar, sin cansancio, tras los posibles fracasos o contrariedades.

7)    Tomar como modelos de conducta a personas que destaquen por su constancia y capacidad de superación; ayudarse de personas que por medio de la exigencia y el afecto nos estimulen a vencernos a nosotros mismos para “sacar nuestro mejor yo”, y a reavivar nuestro empeño si caemos.

Un ejemplo concreto: cultivar tempranamente el hábito lector frente al abuso de pantallas y dispositivos diseñados expresamente para engancharse a la inmediatez, para cambiar constantemente y en el fondo para fomentar la inconstancia y la superficialidad.

          (Publicado en el semanario La Verdad el 26 de abril de 2024)