jueves, 5 de enero de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (51)

¿PROYECTO EDUCATIVO FAMILIAR?



 

En el seno de la familia las bases de la educación de los hijos ocupan un lugar esencial, no delegable por parte de los padres a otras instancias como el centro escolar, por ejemplo.

La primera piedra de la educación familiar y principal garantía de construcción de una personalidad madura y equilibrada de los hijos está en el cultivo del amor entre los esposos. Viendo cómo se quieren sus padres, los hijos aprenden qué es el respeto, la servicialidad, la generosidad, la constancia, la responsabilidad por el bien del otro y la diferencia entre el bien y el mal. El factor decisivo de una buena educación de los hijos radica en el clima afectivo y de valores en el cual crecen. Santa Teresa de Calcuta decía a los padres: “No os preocupéis si vuestros hijos no os escuchan. Os están observando todo el día.”

Después será preciso establecer de común acuerdo unas prioridades que se convertirán en valores y normas de comportamiento dentro y fuera de casa. Pero no será suficiente tener claras la ideas acerca de los objetivos del proyecto educativo familiar. Es preciso ejemplificar, proponer conductas concretas.

Los hijos deben percibir claramente cuáles son las expectativas de sus padres sobre ellos, formuladas en términos claros, en comportamientos concretos y avalados por el ejemplo. No será suficiente proponer “generosidad” si no se concreta en qué: dedicar un tiempo del día para ayudar al hermano pequeño, aportar algo para el regalo a los miembros de la familia, prestar sus cosas, etc. A nada conduce insistir en que deben ser ordenados si no se les enseña y exige orden en sus juguetes, su ropa, su habitación... Sería contraproducente decirles que no hay que mentir y que nos vean hacerlo en ciertas situaciones.

A la familia se la ha dotado del instrumento educativo fundamental: el afecto, el amor tangible. El mensaje “te quiero”, “tú eres único para mí”, “tú eres lo que más vale para mí”…, se transmite a través de gestos muy concretos, especialmente con los hechos y, en lo posible, “estando” con ellos, dándoles nuestro tiempo. Poco tiene que ver con un sentimentalismo superprotector que les va ablandando ante la dificultad, con “tiempos de calidad” forzosos y menos aún con regalos caros o aparatosas celebraciones en locales de moda.

El proyecto educativo familiar, con sus prioridades y normas, podría convertirse en un reglamento sofocante si falta un clima de pleno afecto. El rechazo de algunos hijos hacia normas y valores propuestos por sus padres puede ser una reacción ante unas exigencias planteadas y vividas sin cariño, sin paciencia, sin alegría.

Configuramos nuestra personalidad según modelos de identificación. Los valores vividos por los padres serán asumidos con naturalidad por los hijos si les ven vivirlos con alegría, aun en medio del sacrificio llegado el caso. 

Los hijos, afortunadamente, no son mecanismos programables. Es muy posible que sus conductas no respondan a nuestras expectativas. Ahí entra también su libertad y sus flaquezas. Es su responsabilidad también. Nunca tendremos certeza sobre los resultados de nuestro esfuerzo educativo. Sólo la tendremos sobre cuál será el efecto de lo que no hagamos.

 (Publicado en el semanario LA VERDAD el 30 de diciembre de 2022)

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