ADICTOS (II): EL PELIGRO DE LA PORNOGRAFÍA
Dejar un vicio no es fácil, requiere de mucho esfuerzo y trabajo personal. Pero puede superarse, se puede salir de ahí. A diferencia de las drogas, el hábito de la pornografía tiene un periodo de recuperación menos severo, pero de todas formas es un proceso arduo, requiere perseverancia y compañía. ¿Cómo pueden los padres intervenir al respecto?
Es fundamental reconocer que dejar un vicio requiere fuerza de voluntad, constancia y apoyo. Aunque el proceso de recuperación puede ser más rápido que en otras adicciones sigue siendo desafiante y requiere perseverancia.
Lo ideal es actuar mucho antes, de manera preventiva, para que los hijos desarrollen una estabilidad emocional y una sana autoestima. Ello requiere estar presentes física y emocionalmente, sin agobiar, de forma natural, desde la primera infancia hasta la adolescencia: que sea habitual hablar juntos de muchas cosas, tanto trascendentes como intrascendentes, favoreciendo una comunicación natural y fluida. Dedicarse tiempo para estar juntos, escucharse, cambiar impresiones, comentar acontecimientos, aportar juicios de valor… Una vez que esto se da, es más sencillo trasladar con palabras y con el ejemplo una forma de valorar a las personas de ambos sexos con respeto y delicadeza. Los hijos deben percibir en sus padres un trato afable y respetuoso, que les sirva como referencia para sus propias relaciones y para valorar a las demás personas.
Cuando los hijos se acercan a la pubertad, es importante hablar con ellos sobre el sexo y la afectividad, abordando posibles informaciones o actitudes inadecuadas que puedan haber recibido. Este diálogo debe ser claro, afectuoso y sin prejuicios, anticipándose en lo posible a posibles situaciones problemáticas. Es preferible anticiparse a llegar demasiado tarde. El propósito es que si ellos ven escenas inadecuadas de tipo sexual o escuchan alusiones, comentarios o juicios inconvenientes, no tengan problema en comentarlo y en pedir criterio o consejo al respecto. También es muy importante conversar acerca de las malas compañías.
Es esencial transmitir que se desaprueban las malas conductas pero no a la persona, para garantizar que se sientan aceptados y motivados para cambiar, llegado el caso.
Si ya se ha desarrollado un hábito, es básico hacerles entender que la pornografía afecta el cerebro produciendo dopamina en grandes cantidades, lo que modifica las conexiones neuronales, distorsiona el pensamiento y dificulta la toma de decisiones. Este impacto puede causar un comportamiento dependiente, poco razonable y más rudo en las relaciones. Reconocer la gravedad del problema y buscar ayuda son los primeros pasos hacia el cambio.
Cuando se descubre que un hijo está viendo pornografía, es importante actuar con calma, corregir la conducta y evitar generar vergüenza o culpa excesiva, para mantener la confianza y el diálogo abierto. Más que culpabilizar por las conductas negativas, lo efectivo es fomentar hábitos positivos que motiven cambios duraderos: ayudar a otras personas en dificultad, por ejemplo.
El proceso de superar un vicio o una adicción no es inmediato. Las recaídas son parte esperada del progreso y no deben interpretarse como fracasos. Lo importante es tener la disposición de volver a empezar y mantener un enfoque constante en construir una vida más saludable y con mejores decisiones. En resumen, la prevención, el apoyo familiar, la educación emocional y la perseverancia son fundamentales para abordar el peligro de la pornografía. Cambiar conductas no deseadas requiere empatía, paciencia y confianza en que siempre es posible comenzar de nuevo.
(Publicado en el semanario La Verdad el 13 de junio de 2025)