lunes, 7 de abril de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (136)

PANTALLAS Y EDUCACIÓN

Catherine L'Ecuyer, doctora en Educación y Psicología, y escritora experta en temas educativos, ha comparecido recientemente ante el Parlamento de Madrid y el Parlamento Vasco para tratar del uso de pantallas y dispositivos por parte de los menores y en los centros educativos. Extraemos algunas ideas de ambas intervenciones que nos parecen de gran interés tanto para padres como para centros escolares. 

L'Ecuyer explicaba en primer lugar que para entender cómo la tecnología afecta a los niños es esencial comprender sus necesidades y cómo aprenden en cada etapa de su desarrollo. 

Entre los 0 y 6 años, los niños aprenden a través de experiencias sensoriales y de interacciones personales. Durante esta etapa, su pensamiento abstracto está en desarrollo, por lo que no aprenden a través de pantallas, más aún, la literatura pediátrica señala que estas pueden causar impulsividad, inatención, dificultad para la deliberación y pobreza de vocabulario, y se acentúa la dificultad para trasladar una imagen de dos dimensiones a un ámbito de tres. Por ello, la Academia Americana de Pediatría recomienda cero tiempo de “pantalla” para niños de 0 a 2 años y menos de una hora al día para niños de 2 a 5 años.

Desde los 6 años hasta los 12, el niño consolida la lectoescritura, pero esta se aprende mejor con la escritura a mano pues, como la neurociencia demuestra, el movimiento inteligente de la mano es clave para el desarrollo cerebral. El informe The Google Generation estima que el concepto de nativo digital está sobrevalorado y que los jóvenes “dependen demasiado de los motores de búsqueda, lo que merma las competencias críticas y analíticas para poder entender el valor y la originalidad de la información en la web”.

“-¿Por qué el discurso digital se ha convertido no en una oportunidad sino en una dictadura? ¿Por qué la Comisión Europea impone en educación a los niños pequeños la adquisición de las llamadas “competencias digitales” mientras la Pediatría va por otro lado?”, se pregunta L’Ecuyer.

En respuesta a ello, critica a la industria tecnológica por su influencia en la percepción pública sobre el uso de pantallas. Las empresas no solo venden dispositivos, sino que buscan captar la atención de los usuarios mediante contenidos y recursos adictivos  (p.ej. el scrooling / desplazamiento infinito) para que permanezcan más tiempo, y de paso vender información y datos personales a terceros. Además, patrocinan investigaciones y eventos educativos para promover sus productos entre políticos, comunicadores y educadores, y convencerles de que tales productos son un factor imprescindible para el buen desarrollo de los niños.

La ponente desmonta varios "tecnomitos" difundidos por la industria, al afirmar: 

1º. Que los dispositivos están diseñados para enganchar al usuario. 

2º. Que los niños no tienen la madurez necesaria para el uso responsable de la tecnología. 

3º. Que, según el Instituto de Salud Pública de Québec “los dispositivos digitales en el aula, utilizados con fines personales o educativos, en el mejor de los casos no aportan ningún beneficio al aprendizaje o, en el peor, tienen un efecto negativo en la cognición de los jóvenes.”

4º Que el acceso universal a la tecnología viene a generar una “brecha cultural” entre las familias que no son conscientes de la necesidad de limitar el tiempo de uso y las que privilegian en sus hijos el contacto con la naturaleza y las relaciones interpersonales.


(Publicado en el semanario La Verdad el 7 de marzo de 2025)

miércoles, 2 de abril de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (135)

MAMÁ, QUIERO SER INFLUENCER (y III)

 


Una respuesta educativa ante el fenómeno de la irrupción de los influencers y de la dependencia emocional hacia las pantallas y redes sociales, tan extendido hoy, ha de ser consciente de la fuerza del emotivismo que caracteriza la mentalidad dominante y su repercusión en la educación de niños y jóvenes y en la maduración de las personas en general.

Lo primero a tener en cuenta es que los educadores tengamos claro qué tipo de persona queremos que sean nuestros hijos o alumnos y por qué, lo que ha de llevar a plantear para ellos una “saludable educación del carácter”.

En esta línea, se tratará de educar para el autodominio. Ser dueño de uno mismo es otra forma de decir libertad. Esta no consiste en hacer lo que me apetece, dejándose llevar de las emociones y de los estímulos agradables de manera irreflexiva, sino en elegir lo mejor tras haberlo pensado bien (deliberación, juicio de valor) y haberlo decidido (voluntad).

La reflexión, la responsabilidad y la constancia son aspectos básicos de una personalidad equilibrada y madura. La persona madura es la que piensa, decide y actúa por sí misma, frente a la inmadurez de quienes dejan que sean otros -a través de dispositivos y pantallas en este caso- los que piensen, decidan y actúen por uno mismo. 

Algunas pautas importantes pueden ser:

1) Actuar después de haber reflexionado, y no reaccionando impulsivamente frente a los estímulos de agrado y desagrado: con otras palabras, párate y piensa antes de actuar; y piensa también después de haber actuado: “por qué ha ocurrido esto o aquello, cómo debería haber actuado...”

2) Entrenar en el fortalecimiento de la voluntad: afrontar las dificultades y el desagrado, vencer la pereza, el inmediatismo (no reaccionar impulsivamente ante los estímulos, aplazar la satisfacción de los deseos), valorar la sobriedad, resistirse a los caprichos, aprender a decir y a aceptar el “no”. John Stuart Mill, uno de los padres de la psicología moderna, decía: “De quienes no se han negado nunca una cosa lícita, no se puede esperar con seguridad que se nieguen cosas ilícitas”. Una persona con voluntad, con personalidad, que sabe retrasar las recompensas, es más dueña de sí, es más fuerte y llegará más lejos que una persona inteligente. 

Aldo Naourien su libro Padres permisivos, hijos tiranos, afirma: "Los padres deben ser educadores,deben saber, por amor a sus hijos, fijar límites y establecer prohibiciones, sin intentar justificarse ni seducir. El cariño no está reñido con la firmeza, la reclama incluso. Deben encauzar esa considerable energía del niño desde la primera infancia para que pueda crecer, controlar su energía y aprender a utilizarla. Educar es ofrecer seguridad, orientar; pero también es frustrar. A menudo digo a los padres que deben resignarse a no ser unos padres ‘amados’ por sus hijos."

            3) Los adultos (padres y educadores) no debemos ser dependientes del móvil o de las redes y las pantallas; no tengamos el móvil delante ni parezcamos enganchados a él ante nuestros educandos. Centremos nuestra atención en las personas con las que estamos y hablamos, obsequiándoles nuestro tiempo, nuestra paciencia... Dediquemos tiempo a los hijos para que no se busquen sucedáneos virtuales. Enseñemos a conectar con los amigos, con quienes queremos, en la vida real. Ofrezcamos alternativas valiosas para el tiempo de ocio: salidas a la naturaleza, encuentros frecuentes con familias amigas con las que se sintoniza en valores, celebraciones familiares, actividades de voluntariado, asistencia a representaciones teatrales, cultivo de la lectura en el ámbito familiar, etc.


(Publicado en el semanario La Verdad el 28 de marzo de 2025)

martes, 25 de marzo de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (134)

MAMÁ, QUIERO SER INFLUENCER (II)


Quién acompaña a los Influencers? | iDen Global Consultoría de Negocio  Digital


Hemos descrito la creciente proyección que, especialmente entre nuestros jóvenes, tiene la irrupción de los influencers en las redes sociales. Vayamos ahora con una posible respuesta educativa ante este fenómeno.

Empezaremos aludiendo al sentimentalismo dominante en la mentalidad hoy prevaleciente, y que constituye el marco de nuestra era digital. El sentimentalismo es una deformación de la vida afectiva, aparece cuando la verdad, el bien, la justicia o la belleza dejan de orientar la vida y son sustituidos por el sentimiento, la pasión, el gregarismo, el mero apetecer o el capricho (las ganas). 

Es estupendo que nuestros hijos o alumnos sean sensibles. Pero han de ser dueños de sí mismos y no esclavos de sus apetencias y caprichos, de las modas o del miedo al qué dirán.

Si la afectividad no es ordenada por la razón -criterio y voluntad-, se verá sometida a la espontaneidad ciega de impulsos que suelen ser imprevisibles, variables, muchas veces ilógicos y a menudo destructivos. Dejarse llevar de modo habitual por lo que atrae sensiblemente, por lo agradable y placentero, poniendo el bienestar en lo más alto de la escala de valores, puede llevar a grandes equivocaciones y daños tanto en el proceso educativo como en la vida misma. Y además es un comportamiento muy fácil de manejar, como saben muy bien los publicistas y los demagogos. 

En los fenómenos adictivos se produce en el cerebro una gran cantidad de dopamina, hormona que genera una sensación intensa de placer y que está presente también en las sustancias adictivas; influye en las conexiones neuronales, haciendo que el pensamiento priorice la autosatisfacción, se vuelva más superficial y se tienda a un trato reactivo y zafio, más irreflexivo, menos respetuoso y sensible hacia los demás.

Una educación centrada en la persona no trata simplemente de aprender a sentirse bien. Por encima del bienestar personal prioriza el bien-ser. Busca ayudar a ser mejor como persona. 

Teniendo esto en cuenta, el mejor modo de hacer frente a las dependencias, las adicciones y la manipulación es una saludable educación del carácter que nos haga realmente libres: dueños de nosotros mismos; personalidades firmes y equilibradas, capaces de decir “no” a lo que deshumaniza y de decir “sí” a lo que vale más la pena, aunque cueste.  

Frente a una mentalidad narcisista, hedonista y pragmática que nos dice: “satisface tus deseos a toda costa, aquí y ahora”, y que es caldo de cultivo de múltiples adicciones, es fundamental educar a niños y jóvenes para que sean capaces de distinguir y apreciar el bien, y de orientar hacia él su vida mediante la fuerza de voluntad y la constancia.

Así pues, para empezar, lo primero que hace falta es que los padres y los educadores tengamos claro qué tipo de persona queremos que sean nuestros hijos o alumnos y por qué; saber qué es lo más valioso en una persona: que sea dueña de sí misma, que sepa distinguir el bien y el mal (y elija habitualmente el bien), que sea honesta, generosa…, frente a otros modelos que de hecho se nos venden desde las redes y los núcleos creadores de opinión. Las pantallas a menudo suplantan y tergiversan la realidad. Las cosas buenas de verdad ocurren en la vida real, no en los escenarios virtuales. 

 (Publicado en el semanario La Verdad el 21 de marzo de 2025)

miércoles, 12 de marzo de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (133)

“MAMÁ, QUIERO SER INFLUENCER” (I)


           Tradicionalmente, las empresas han venido utilizando a figuras atractivas y famosas: artistas, deportistas, cantantes o incluso expertos en diferentes sectores, para ayudar a vender sus productos a través de anuncios de televisión, radio y publicaciones diversas.

Pero desde hace algo más de dos décadas el auge de las redes sociales ha hecho que personas comunes hayan logrado acaparar una cantidad importante de seguidores sobre los que ejercen una influencia significativa gracias a los contenidos que comparten en sus redes, por ejemplo en Instagram, Tik-Tok o YouTube. 

En definitiva, son más populares y consiguen que sus seguidores imiten su comportamiento y compartan sus gustos o sus consejos. Se han convertido en altavoces sorprendentemente eficaces que han venido a configurar el llamado “marketing de influencia”.

Destacan aquí dos aspectos concretos para nuestro interés, por un lado el poder persuasivo e incluso adictivo de las redes sociales y por otro el atractivo de la figura del influencer.

1.- Las redes sociales han sido diseñadas para ser adictivas: Capturan nuestra atención y ofrecen respuestas y gratificaciones inmediatas a nuestras demandas. Las pantallas aprisionan nuestra atención porque multiplican luz, sonido, movimiento, imágenes sugerentes que cambian con rapidez. Su objetivo es que pasemos el máximo de tiempo posible delante, interactuando o simplemente asomados a la pantalla, consumiendo información. 

Se favorece así un fenómeno muy extendido de “drogodependencia emocional”. Vivimos en una cultura sentimentaloide y emotivista, tendente a la gratificación inmediata, y en la que se busca alivio, confort, evasión, deseo de ser querido y halagado para reforzar la propia autoestima, pero que produce al mismo tiempo una generalizada falta de resistencia a la frustración y una propensión al estrés cuando los deseos no se ven satisfechos de manera inmediata. 

La necesidad de gratificación y de evasión lleva a no ser capaces de prescindir de las redes y de las pantallas. Esta adicción se produce, por lo demás, a ambos lados, tanto por parte del consumidor de dispositivos como del que genera los contenidos, que no sabe prescindir de la búsqueda de éxito.

2.- El “marketing de influencia” nos muestra a gente común, en principio, que aglutina a miles de seguidores en las redes. La figura del influencer se ha convertido en una especie de gurú contemporáneo, un líder que crea opinión, marca tendencia, suscita admiración e imitación habitual y acrítica. Es un perfil que se ha hecho muy popular especialmente entre jóvenes que lo ven como una profesión muy apetecible, con la que además se puede ganar dinero esforzándose relativamente poco (“desde casa”, incluso).

Conviene advertir de que hay otra cara en esta moneda, a la que antes aludíamos de pasada: Es bastante frecuente que jóvenes influencers que parecían haber colmado toda expectativa de éxito, seguidos por millones de personas y con una holgada economía, caigan en depresión o ansiedad e incluso lleguen a quitarse la vida de manera inesperada. Al cabo terminamos sabiendo que se veían sometidos a una gran presión, a una enorme dependencia emocional que no han sabido manejar, a una gran fragilidad para afrontar críticas o insultos a veces crueles, o aparece un vacío existencial que no se ve satisfecho por el halago y la adulación de sus fans y seguidores.

      (Publicado en el semanario La Verdad el 14 de marzo de 2025)

domingo, 2 de marzo de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (132)

            LA TECNOLOGÍA: A FAVOR Y EN CONTRA                           DE LA EDUCACIÓN


 

La tecnología es una forma ordenada de aplicar conocimientos para lograr ciertos objetivos. Su valor máximo es la eficacia y la eficiencia. Ha permitido la producción sistemática de bienes y servicios y ha ampliado las capacidades humanas. Sin embargo, Romano Guardini advertía ya hace unas décadas que la tecnología ha dado lugar a una forma de poder al que acompaña un riesgo: la pérdida del sentido  propiciada por una economía y una forma de entender el mercado que no mira al verdadero desarrollo humano, y por una fragmentación de los saberes que facilita que la técnica se considere el principal recurso para interpretar y valorar la existencia.

La ciencia y la tecnología no deberían amenazar a la humanidad, pero los hechos históricos son contundentes al respecto. No podemos ser ingenuos como los ilustrados del siglo XVIII. La ética es crucial en la búsqueda de la verdad y la dignidad humana y ha de guiar el conocimiento para que esté al servicio del ser humano y del bien común. 

En el ámbito educativo, el llamado paradigma digital instalado en los últimos años ofrece nuevas formas de conocer y aprender, permitiendo mejorar el acceso a la educación y ofreciendo posibilidades de apoyo personalizado. Bien utilizadas, estas herramientas pueden mejorar la transmisión del conocimiento y el seguimiento individualizado del aprendizaje.

Pero es esencial al mismo tiempo defender valores como el rigor y la pausa en el pensamiento, orientando y estableciendo prioridades para un uso responsable de la tecnología en el ámbito educativo. La llamada “competencia digital” no consiste solo en manejar un ordenador y obtener rápidamente información, sino en una actitud crítica y reflexiva frente a la información y en usar los medios interactivos de manera responsable. Existe el riesgo de caer en una obsesión utilitarista que busca formar mano de obra cualificada al servicio del sistema productivo, despreciando otros ámbitos del conocimiento y el desarrollo y maduración de la persona misma… por no hablar de la predisposición a conductas adictivas.

La llamada “inteligencia artificial” (IA) debe ser utilizada como una herramienta complementaria de la inteligencia humana sin sustituir su riqueza inherente. Su uso extensivo en la educación podría aumentar la dependencia de la tecnología por parte de los estudiantes, bloqueando su capacidad para realizar actividades de forma autónoma y responsable. Pretender que la IA haga el trabajo de analizar, resumir, redactar, comentar… llevará a que los estudiantes no aprendan gramática, a redactar, a escribir una frase o un argumento convincente y cargado de intención, a extraer las ideas principales de un texto…, a pensar, en fin, por sí mismos.  

Si una habilidad no se cultiva acaba por atrofiarse. La educación en el uso de la IA debe centrarse en promover el pensamiento crítico, ya que su irrupción obliga a replantearse qué es lo esencialmente humano y qué se puede delegar en las máquinas.

En suma, la tecnología y la IA ofrecen grandes oportunidades, pero deben ser utilizadas con prudencia y con criterio ético para evitar riesgos y potenciar el verdadero aprendizaje y la maduración personal. Sustituir por herramientas tecnológicas el esfuerzo por comprender, memorizar, pensar, contemplar, hacer juicios de valor, reflexionar sobre uno mismo… conduce a la más rotunda falta de libertad.

(Publicado en el semanario La Verdad el 28 de febrero de 2025)

domingo, 23 de febrero de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (131)

UNA SOCIEDAD INMADURA NO EDUCA (II)



Una “sociedad adolescente”, decíamos, se deja llevar por estímulos de agrado y desagrado, y reacciona primariamente, por lo que el comportamiento general es gregario, predecible y manipulable mediante la publicidad, el manejo de la información, las redes sociales, etc. Se produce así una seducción que deviene en demagogia, según la cual basta con desear algo intensamente para que se convierta en derecho. 

Muchos de los fenómenos descritos por Ortega y Gasset en La rebelión de las masas hace un siglo se han convertido en profecías ya cumplidas. Figuras como la del “señorito satisfecho”, la del “snob”, o la del “especialista” -hablaba él de la “barbarie del especialismo”-, hoy reviven en la muchedumbre de consumidores convulsos y de súbditos ignorantes, sumisos y agradecidos a un poder que controla la educación y la información, y reparte subsidios y entretenimiento a mansalva -“pan y circo” en versión contemporánea-, como si no se quisiera ser adulto, independiente y responsable sino seguir siendo niño, protegido y dependiente. Disminuye así la resistencia a la frustración y se multiplican tanto los “adolescentes viejos” como los “viejos adolescentes”.

Se ha instalado en Occidente un individualismo codicioso y hedonista y, ligado a él, un cierto culto a lo “gratuito” (“todo lo que desee ha de ser mío y no me debe costar nada”). Tenerlo todo gratis se percibe como la mayor libertad, sobre todo si a mí me dan más y antes que a los demás. Pero recibir beneficios sin coste, como pauta, implica, más aún que un comportamiento adolescente, un evidente infantilismo. Por otra parte, a su vez el Estado del bienestar se convierte en una supernodriza.

La dependencia televisiva y de las pantallas en general puede dificultar el crecimiento personal porque hace llegar a todos la imagen de un mundo de lujos, de popularidad y de éxito aparentemente fácil. Apenas se menciona el esfuerzo como factor de maduración personal y de avance social. En vez de la excelencia de quien ha aprendido o la madurez de quien tiene experiencia, domina la mediocridad. Cuando amplios sectores de la población se pasan horas delante de la TV y de otros dispositivos hasta caer en la compulsión, no sorprende que se produzcan menos experiencias personales profundas, que se lean menos libros, que se confunda lo real con lo ficticio, que se actúe según reacciones emocionales y sin deliberación; que, en definitiva, sea más difícil convertirse en una persona madura. Y uno de los problemas que presentan las personas inmaduras es que no saben que son inmaduras.

La madurez aumenta cuando el niño o el joven encuentra exigencias, aprende a pensar por sí mismo y asume responsabilidades. En una persona madura se espera encontrar equilibrio, responsabilidad y un sentido crítico (de “criterio”) basado en la reflexión. Lo contrario es una persona egocéntrica e infantil. 

Lo primero para ser un buen padre o educador es mostrarse responsable, predicar con el ejemplo y estar presente junto al niño o el joven cuando este lo necesita. Pero demasiados padres no quieren ser adultos sino adolescentes como sus hijos. Se resisten a aceptar sus responsabilidades y creen que “la sociedad” se ocupará de todo. 

Si la institución -familia, escuela, Iglesia…- no reacciona frente a la anomia moral, se le está diciendo al joven que el mundo “es así”, que no hay límites éticos y también, en el fondo, que nadie espera nada de él. 

(Publicado en el semanario La Verdad el 21 de febrero de 2025)

jueves, 20 de febrero de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (130)

UNA SOCIEDAD INMADURA NO EDUCA (I)

 


            Tengo la impresión de que millones de adolescentes son educados por… millones de adolescentes”, escribe la pedagoga y maestra Mercedes Ruiz Paz. 

Se habla incluso de una “sociedad adolescente” para referirse a aquella cuya mentalidad dominante ostenta rasgos de inestabilidad, inseguridad, narcisismo e inmadurez. Muchas voces advierten de que nuestras sociedades líquidas -Abilio de Gregorio hablaba incluso de “sociedades gaseosas”- registran una notable tendencia en numerosas personas a eludir comportamientos propios de la madurez y la vida adulta: compromiso, autonomía responsable, toma de decisiones, autocontrol, etc. Actualmente podría decirse, en palabras de Juan Antonio G. Trinidad, que “la adolescencia es un periodo de la vida que empieza con la pubertad y termina… con la vejez”.

La crisis de la educación actual es posiblemente una crisis de educadores, empezando por la familia, pues en muchos casos encontramos que, unas veces por ignorancia, otras por incapacidad, los padres no educan a sus hijos. Son padres permisivos que no valoran ni asumen la responsabilidad de ser padres y, en consecuencia, tampoco exigen responsabilidad a sus hijos. Ello suele generar con el tiempo “adultos-adolescentes” irresponsables y con escaso autocontrol.

Hablando más en general, determinadas manifestaciones sociales y culturales (consumismo, ocio comodón, emotivismo, gregarismo ideológico…) nos hablan de una extendida tendencia a rehuir las responsabilidades, a vivir en el inmediatismo, el hedonismo y el subjetivismo moral, y a esquivar compromisos a largo plazo. Al mismo tiempo los deseos se han erigido como fuente de corrección política y del derecho, lo cual resulta nefasto, pues no basta que algo se desee mucho para que sea justo. Preocupa también la falta de resiliencia y el vacío existencial que se han extendido de manera preocupante. Fenómenos como la llamada posverdad manifiestan una incapacidad para valorar de manera objetiva y realista situaciones e informaciones, y para concebir el bien más allá del subjetivismo y de lo legalmente establecido. 

En esa misma línea hallamos un curioso fenómeno: se multiplican las normas, las leyes y reglamentos sociales, con los cuales se pretende controlar el comportamiento de los individuos y garantizar la justicia, la igualdad, el orden y la cohesión social. Pero a la vez se multiplican las excepciones: indultos, cambios legales, amnistías, etc. para favorecer a determinados transgresores afectos a los ámbitos de poder; con lo cual se viene a instalar la idea adolescente de que en determinados casos se pueden transgredir las normas y no pasa nada. Al menos mientras no te pillen. Más aún, que “ser listo” consiste precisamente en que no te pillen; existe una recompensa social para quien se instala en los ámbitos del poder o en todo caso triunfa saliéndose con la suya.

Si los ciudadanos no piensan más que en su propio beneficio particular y a corto plazo, la vida social se deteriora; si los políticos se centran en ofrecer subvenciones y los ciudadanos se conforman con recibirlas, acaba envileciéndose.  

El educador -padre o docente- ha de estar caracterizado por una escala de valores y una voluntad de mirar a la excelencia que no ceda a la comodidad y el cortoplacismo. Una persona y una sociedad inmaduras no pueden educar, porque nadie da lo que no tiene.

(Publicado en el semanario La Verdad el 14 de febrero de 2025)

miércoles, 12 de febrero de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (129)

“APUNTA ALTO, TRABAJA DURO”. 

EL ÉXITO EDUCATIVO DE ESTONIA (y III)

 


Muchos indicadores revelan que Estonia 'cree' de verdad en la educación. Tras escapar del yugo soviético, este pequeño país, partiendo de una situación social y económica muy adversa, apostó por la digitalización y por la mejora del sistema educativo, centrándose en tres asuntos principales: 1) que las leyes educativas fueran realistas y eficaces, 2) la reforma de los currículos para centrarlos en lo esencial y 3) la formación del profesorado.

Ya el primer Informe McKinsey, de 2007 (“Cómo hacen los sistemas educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos”), apuntó a que la calidad de un sistema educativo depende sobre todo de la calidad del profesorado. Estonia es un buen ejemplo de ello. Formar excelentes profesores es asegurar la excelencia del sistema.

Los profesores estonios son preparados para desarrollar el pensamiento analítico y crítico de los alumnos, así como el pensamiento sistémico, la comprensión global y la capacidad de tomar decisiones éticas. La ética, en particular, se está convirtiendo en un aspecto fundamental en un entorno rico en tecnología como el que se ha instaurado en Estonia. Un objetivo fundamental en todas sus escuelas es el desarrollo de esta “habilidad”.  Con otras palabras, asumir la virtud de la prudencia como objetivo educativo básico.

Desde la época soviética había escuelas que enseñaban en ruso, pero los datos demuestran que la inmersión obligatoria en una lengua no materna en comunidades bilingües perjudica el aprendizaje. Esto se ha convertido en una prioridad para las autoridades educativas, porque no hablar con fluidez estonio, la lengua común, está siendo un obstáculo para el rendimiento de los estudiantes y para su futuro. Por ello se está intensificando el aprendizaje de la gramática y el uso vehicular de la lengua estonia.

Como contraste, frente a un sistema que ha asumido como lema “Apunta alto, trabaja duro” -es decir, aspiremos a la excelencia y valoremos el esfuerzo en el aprendizaje-, Gregorio Luri, ante la tendencia observada en sucesivos informes PISA, lamentaba que “nuestro sistema (el español) genera más deficiencia que excelencia, desde 2009 los alumnos excelentes están disminuyendo y los más rezagados, aumentando. Un 28%, es decir, casi un tercio, están en las franjas de abajo, y un 5% en las franjas de arriba”. 

        Lamentaba también Luri que “los docentes sufren una carga burocrática absurda” en nuestro país. El afán controlador de las administraciones educativas, impulsado por el actual marco legislativo, obliga al profesorado a dedicar casi la mitad de su horario efectivo a un papeleo atosigante. 

        Si a esto se añade la avidez política por adoctrinar ideológicamente al alumnado se comprende también lo que afirma el profesor navarro: “¿Dónde está la clave del éxito educativo? , le pregunté a un político de Singapur. Me contestó: 'En que cada docente sepa en cada momento por qué hace lo que hace'. Parece obvio, pero no lo es. A un profesor coreano le pregunté lo mismo y me dijo: 'Si un alumno en Corea presenta deficiencias de comprensión lectora (el 8% de los alumnos de 15 años) concluimos que su instrucción ha sido deficiente. Mientras, en España (donde se da un 20% ), lo enviáis al psicólogo'. Es decir, cuando hay problemas echamos balones fuera”, concluye. Sin embargo, añade, en España hallamos notables excepciones; nos fijamos mucho en otros países: “No hay que ir a Finlandia, que hoy es un juguete roto, sino a Soria, Valladolid y Burgos…”

(Publicado en el semanario La Verdad el 7 de febrero de 2025)

lunes, 3 de febrero de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (128)

«APUNTA ALTO. TRABAJA DURO»: EL ÉXITO EDUCATIVO DE ESTONIA (II)

 


            El éxito escolar de Estonia ha llamado la atención de los expertos. Contrasta con el tono mediocre instalado mayoritariamente en los países de la OCDE, sobre todo en los sistemas educativos de Occidente, entre los que se encuentra el español. De ahí que nos detengamos en destacar algunas claves que marcan esta diferencia.  

           En Estonia no se pierde el tiempo discutiendo si hay que centrarse en los contenidos o en las competencias. Se apuesta por ambos tipos de conocimiento sin detrimento de ninguno. El currículo nacional establece competencias generales que los niños deben adquirir a determinadas edades, como habilidades matemáticas específicas, junto con competencias sociales y digitales generales. 

Hay alrededor de un 10 por ciento de escuelas concertadas. Estas reciben la misma asignación que otras escuelas para sus gastos, pero además los padres pueden aportar recursos hasta cierto nivel. Pueden tener una orientación especial o una pedagogía diferente y son apreciadas por ofrecer alternativas, que sirven de estímulo general. Todos suman.

El plan de estudios común es exigente. La autonomía organizativa y curricular de los centros (profesorado, directores, familias) es moderada por la existencia de pruebas diagnósticas después de cuarto y séptimo grado, y de exámenes nacionales obligatorios después del noveno. Tras el Bachillerato, hay una reválida, básica para la admisión a la Universidad.

Estonia apostó por la digitalización a todos los niveles cuando logró su independencia de la URSS. Sin embargo, el plan de estudios no prescribe metodologías ni herramientas específicas, como ChatGPT u otras, para alcanzar estas competencias. La decisión sobre cómo integrar estas tecnologías en el aula se deja al criterio de los profesores.

Como en la mayoría de los países europeos, Estonia tiene escasez de profesores. La población está disminuyendo lentamente y los salarios de los profesores no podían ser muy elevados, por lo que era difícil atraer a los mejores estudiantes y contratar más y mejores maestros. Sin embargo, ser maestro ha sido visto históricamente como una contribución esencial a la nación y las autoridades se propusieron hace una década invertir esfuerzos en la calidad de la formación del profesorado y en que crezca aún más la consideración social hacia su desempeño. 

Esta formación sigue pautas tradicionales, apostando por lo esencial: rigor en el conocimiento de las distintas áreas de conocimiento y en competencias didácticas para hacer más eficaz y significativo el aprendizaje. El modelo curricular estonio hace hincapié en la autonomía de los profesores y en su alta cualificación. Por puro sentido común se ha dejado al margen toda contaminación ideológica. 

Confiar en los profesores implica darles autonomía pero también dotarles de las competencias y conocimientos necesarios. Se da más importancia a la formación del profesorado en competencias digitales en lugar de imponer a las escuelas instrucciones de arriba abajo sobre las herramientas digitales. Este enfoque garantiza que los profesores también sean responsables y estén bien preparados para usarlas de forma eficaz.

            Y no es de poca importancia otro matiz: Las herramientas digitales y la IA se utilizan para liberarlos en lo posible de las tareas rutinarias y administrativas. Las autoridades tienen muy claro que la burocracia no puede asfixiar ni distraer al maestro de su tarea principal: la transmisión eficaz de conocimientos y el apoyo al esfuerzo del alumnado. 

(Publicado en el semanario La Verdad el 31 de enero de 2025)

sábado, 25 de enero de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (127)

 «APUNTA ALTO. TRABAJA DURO»:  EL ÉXITO EDUCATIVO       DE ESTONIA (I) 

                  

El sistema educativo español, lastrado por una clara ideologización y un igualitarismo engañoso, se ha sumergido en los últimos tiempos en la mediocridad, como atestiguan los informes internacionales. Estonia, en cambio, ha ido escalando hasta el tercer puesto en PISA 2022, tras China y Singapur, y es el país de la OCDE en el que el origen socioeconómico de los estudiantes tiene menos impacto en su rendimiento. Por ello quizás sea ilustrativo destacar las claves que inspiran y mueven la educación en el pequeño país báltico.

Estonia es un ejemplo de cómo, sin disponer de elevados presupuestos, se puede mejorar si se acierta con las verdaderas claves, empezando por la explícita voluntad de mejora y la aplicación de medidas consecuentes. 

Pues bien, lo primero ha sido impulsar un entusiasmo compartido. Se ha establecido un lema que impulsa e impregna el sistema educativo: «Apunta alto. Trabaja duro». Con otras palabras, Buscar la excelencia y apostar por el esfuerzo.

    Sus prioridades han llevado este espíritu a las leyes educativas, a los currículos y a la formación del profesorado, dejando fuera toda pretensión ideológica. Se trata en el fondo de invertir en el potencial humano, de exigir a los alumnos mediante la actitud, exigente también, de un profesorado moral y socialmente prestigiado.

Educar a las personas ha sido la clave del éxito en Estonia. Tras librarse de la ocupación soviética y partiendo de una situación económica precaria, apostó por la educación. La nación cuenta con una arraigada historia en la que las escuelas son el núcleo en torno al cual se desarrollan las comunidades. El sistema educativo ha evolucionado a partir de un planteamiento de base comunitaria, a diferencia de muchos países en los que el Estado ha sido el principal artífice. 

En Estonia, «enseñanza centrada en el alumno» significa que los alumnos reciben la educación más eficaz posible. Las responsabilidades educativas no emanan del poder del Estado sino de las pequeñas comunidades locales y regionales; las decisiones se toman lo más cerca posible de los estudiantes. Lo que el profesor pueda decidir en materia educativa debe ser decidido por él, como la compra de libros o el recurso a la tecnología o a la inteligencia artificial. Otras decisiones recaen en el director, luego en las autoridades locales, después en la región y finalmente en el Estado. Las decisiones concretas se toman predominantemente de abajo a arriba, en lugar de ser dictadas desde el poder central. Este enfoque permite a los educadores adaptar los métodos y herramientas pedagógicos a sus necesidades específicas en lugar de esperar las órdenes y los recursos del ministerio. 

Las metas están determinadas por un ambicioso plan de estudios y por los niveles de exigencia compartidos por el profesorado y las familias: «Apunta alto. Trabaja duro»... El currículo es explícito en requerir que los padres apoyen el aprendizaje de sus hijos. El nivel general viene dado por dos pruebas de nivel en 4º y 7º curso y por exámenes nacionales al acabar el 9º y Bachillerato.

La transformación tecnológica ha tenido un importante papel, pero siempre en función de las personas y de las decisiones del profesorado, no de la planificación estatal, que se rehúye por sistema, sobre todo tras la experiencia de los años bajo la ocupación soviética. 

(Publicado en el semanario La Verdad el 24 de enero de 2025)

sábado, 18 de enero de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (126)

¿POSTEDUCACIÓN?


 vidajustaparatodos – "La justicia es el pan del pueblo; siempre está  hambriento de ella." René de Chateaubriand


La crisis de la educación de la que se habla por doquier, aunque abarca diversos aspectos, ha venido de la mano de una política educativa dominada por una visión igualitarista, economicista, utilitarista y cortoplacista, que no valora ni el conocimiento ni propiamente al alumno mismo. Sus principios y finalidades declaradas son la igualdad y la cohesión social para responder a las demandas del tiempo presente; pero en este contexto la educación se ha convertido de hecho en una herramienta de transformación social en manos del Estado para conformar comportamientos sociales masificados, predecibles y manejables. 

Previamente se ha decidido que educar es tarea del Estado y no tanto de los padres. Se ve como ingrediente de la sociedad del bienestar y como un servicio del Estado a los contribuyentes: los padres pagan sus impuestos y el Estado educa a sus hijos; silenciando que esto acaece obviamente según la ideología del legislador y del gobernante. En España esta concepción está claramente expresada en la Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE) de 1985, y ha ido cuajando en los criterios del legislador y de las administraciones educativas hasta hoy. 

Por otra parte, cada vez más, y a falta de programas inspirados por principios de entidad, las autoridades políticas pretenden aumentar su popularidad entre los votantes ofreciendo una educación que no exija grandes esfuerzos a los alumnos. Se propicia el aprobado prácticamente automático y se mezcla lo supuestamente democrático con la idea de que el Estado debe regalar a los ciudadanos lo que estos reclaman. La educación ya no propicia la adquisición de conocimiento y la maduración mediante el esfuerzo personal del alumno. El resultado es una mediocridad progresiva.

Nuestros políticos han politizado la educación impulsados por los imperativos del igualitarismo y el utilitarismo. Desde hace cuatro décadas se han dedicado a imponer -unos- o a asumir -los otros- el igualitarismo, el café con leche para todos -te guste cómo lo preparo yo o no-: el modelo de una escuela única, pública, laica, revolucionaria, feminista… Y bajo la mirada utilitarista, la educación se ha convertido en una herramienta, bien al servicio del sistema económico, bien de las ideologías en pugna (de una de ellas, más bien). 

Y así, paradójicamente, politizando la escuela, el Estado pierde legitimidad como garante de la enseñanza pública, esa con la que en principio pretende atender a todos y que dice querer reforzar. El afán de control es prioritario. Existe un serio miedo a la libertad y a la responsabilidad personal y se asfixia la iniciativa social. Se ha fabricado un gigantesco “lecho de Procusto” para que todos vengan a ser labrados según el mismo molde. Según el mito griego, Procusto era un bandido que tenía una posada donde ofrecía alojamiento al viajero solitario. Allí lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde lo inmovilizaba. Si la estatura de víctima era más larga que la cama, aserraba las partes del cuerpo que sobresalían. Si era de menor longitud, lo estiraba y descoyuntaba hasta hacerlo coincidir con las medidas del lecho.

En el ámbito científico y en el de la comunicación esto acontece cuando, despreciando la verdad, se deforman los datos reales para adaptarlos a la hipótesis o al relato previos. Algunos sostienen que quizás habría que hablar, no solo de una época de posverdad, sino también de posteducación.


(Publicado en el semanario La Verdad el 17 de enero de 2025)

 

viernes, 10 de enero de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (125)

EXIGENCIA Y AUTORIDAD AL EDUCAR

 

En nuestra sociedad del bienestar se cree a menudo que el alumno debe ser educado como si estuviera sentado cómodamente en un sillón frente a una pantalla que le ofrece estímulos agradables. Pues bien, Estonia obtuvo el tercer lugar en las pruebas PISA 2022 -solo por detrás de China y Singapur-. En el pequeño país báltico el lema del sistema educativo es:  "Apunta alto. Trabaja duro".

En otra ocasión hablaremos con más detalle del sistema educativo estonio. Hoy vamos a incidir en que exigencia y autoridad son esenciales en todo educador, en línea con lo que venimos diciendo. Y no está de más repetir que no se trata de ser duro ni inflexible.

La autoridad -autoridad moral, no mero poder o coacción- es la seguridad y la certeza que transmite una persona cuando obra rectamente, pone lo mejor de sí misma y se hace digna de confianza para otras. Es el ascendiente que acompaña al educador, al médico, al buen político, al amigo verdadero. No se impone por la fuerza, sino por el saber, la coherencia y la generosidad. Su manera de ser y de tratar invita a escucharle, a hacerle caso. Y así suscita la confianza y el seguimiento. Solo desde la autoridad moral se puede presentar la exigencia de “apuntar alto” y “trabajar duro”.

Por parte del educador la autoridad se traduce en serenidad, firmeza, estabilidad, paciencia y coherencia. Verle entusiasmado, seguro de sí mismo y de lo que hace, contagia. No convence ni se impone por sus palabras, sino por su manera de ser… que se traduce en sus palabras. La exigencia ha de venir avalada por la autoridad moral, por la coherencia entre lo que enseña y lo que vive el educador.

Es ineficaz e incluso contraproducente exigir al hijo o al alumno cosas que el educador no hace ni valora; por ejemplo, pedirle que sea ordenado en sus cosas o en su distribución del tiempo y luego no esforzarse uno mismo por ser ordenado en las propias cosas o en los tiempos. Al educar, la exigencia no ha de ser solo “hacia el otro”. El educador, primero, ha de exigirse a sí mismo.

La intervención educativa es contraproducente cuando, según los propios estados de ánimo, se es exigente a veces y a veces se es sentimental y permisivo; es decir, cuando faltan la constancia o el equilibrio sobre los que bascula la coherencia personal. El hijo o el alumno necesita que sus educadores no actúen desde sus estados de ánimo, prisas, temores o culpabilidades, porque esto los lleva a ser a veces muy duros y a veces demasiado indulgentes y blandos, y eso confunde y genera desconfianza. Aquél acaba pensando que la actitud del educador es un abuso de poder caprichoso o una venganza y, en el fondo, una forma de debilidad. Por la misma razón, tampoco se es eficaz cuando, al intervenir varios educadores (padre, madre, diversos profesores), unos son exigentes y otros son permisivos. Tanto en el colegio como en la familia el norte ha de estar en el mismo sitio.

Sin constancia, sin estabilidad, sin coherencia, la autoridad se desvanece y la exigencia se convierte en coacción. Por ejemplo, el educador nunca debe corregir a un niño o a un joven cuando está enfadado, porque puede caer en la desproporción, en nociva agresividad. Y eso no educa. Mejor corregir desde la calma por ambas partes.

(Publicado en el semanario La Verdad el 10 de enero de 2025)