sábado, 19 de enero de 2013

Enseñanza de la religión católica: cuestión de Cultura con mayúsculas


Jean Jaurès
     
 Asistimos en España y en Europa, desde hace unas décadas, a una ofensiva contra la presencia de los signos visibles de la religión católica -en particular- en los escenarios públicos, y singularmente en el ámbito educativo. 

      Se dice, mintiendo -no creo que sea un error, sino más bien un "herror", (de "herrar-herradura")-, que España es un estado laico, y no lo es. Es aconfesional, y una buena parte de sus ciudadanos (y ciudadanas, lo digo por si acaso) no son "laicos" en el sentido de laicistas, y además eligen la formación religiosa en la enseñanza de sus hijos (cosa que no pueden decir otras asignaturas que, o bien son obligatorias, o bien se disuelven por si solas en la indiferencia).

     Es de justicia que dejen a los padres elegir. ¿O es que los laicistas tienen miedo a la libertad? 

     Traigo aquí una carta de Jean Jaurès, que fue socialista ateo, de los fundadores y miembros más destacados del primer socialismo francés, a su hijo. 

      Como se explica por sí sola, no hago más comentarios. Tan solo que es de justicia, insisto, que haya espacio y libertad para que cada quien elija lo que quiera al respecto, de acuerdo con su derecho. También dejo caer que es preciso revitalizar el auténtico y profundo sentido de la cultura, como "cultivo" del hombre y de lo humano, sin dejar al margen las grandes cuestiones morales y de sentido. Es decir, la Cultura con mayúsculas. A.J.


«Querido hijo, me pides un justificante que te exima de cursar la religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos, y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante querido hijo no te lo envío ni te lo enviaré jamás.
No es porque desee que seas Clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre; pero, tengo empeño decidido, en que tu instrucción y tu educación sean completas y no lo serán sin un estudio serio de la religión. Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión hijo mío, declaraciones buenas para arrastrar a algunos pero que están en pugna con el más elemental buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?.
Dejemos a un lado la política y las discusiones y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender historia y la civilización de los griegos y de los romanos, y ¿qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización?. En el arte, ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen?.
En las letras, ¿puedes dejar de conocer no sólo Bossuet, Fenelon, Lacordaire, De Maistre, Veuillot y tantos otros que se ocuparon exclusivamente en cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones? Si se trata de derecho, de filosofía o de moral, ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal?. Éste es el pensamiento de Juan Jacobo Rousseau.
Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religion: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampere era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarion se entrega a fantasías teológicas.
¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarIo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras. Ya que hablo de educación: para ser un joven bien educado ¿es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia?. Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente, y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta. No fijándome sino en la cortesía, en el simple “savoir-vivre” hay que convenir en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarlas, debemos, por lo menos, comprenderlas, para poder guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia, que les son debidas. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable, sin nociones religiosas.
Querido hijo: convéncete de lo que te digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión; pero todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de ordinario los hechos y el sentido común. Muchos anti-católicos conocen por lo menos medianamente la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.
Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión. La cosa es muy clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Te sorprenderá esta carta, pero precisa, hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación.
Recibe, querido hijo, el abrazo de tu padre.”


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