domingo, 10 de septiembre de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (75)

LA EDUCACIÓN, ¿AL SERVICIO DE QUÉ?


 

Una cultura es la “conciencia de un pueblo” y es lo que lo hace reconocible en el mundo y en la historia. Ello ha de entenderse en un doble sentido: Por un lado, como una concepción del mundo y una manera de diferenciar el bien y el mal, generalizada y compartida en un grupo humano y que se expresa en una escala de valores fundamentales. 

En segundo lugar se refiere al conocimiento de la propia identidad, una certeza acerca de quiénes somos y qué alimenta los vínculos de mutua pertenencia entre las personas, familias y grupos humanos. De esta conciencia, tomada en ambos sentidos, surge el sistema de creencias compartidas, las tradiciones y costumbres, la forma de organizarse políticamente, y se alimenta también la educación. 

            En esta misma línea se expresaba el humanista Werner Jaeger, en su obra magna, Paideia, cuandoescribía que “la educación forma parte de la sustancia de toda sociedad y la historia de la educación se halla esencialmente condicionada por el cambio de los valores de cada pueblo.” Y así, explicaba, si las normas que dan cauce a la identidad de un pueblo son estables y moralmente positivas, lo esperable es la solidez de los fundamentos de la educación. 

            Pero, añadía, de la disolución de tales normas resulta la debilidad, la falta de seguridad y aun la imposibilidad de la acción educadora. Así, al estudiar el proceso de decadencia que acabó con la grandeza de Atenas, Jaeger señalaba que la educación y la cultura atenienses se vinieron abajo cuando la tradición fue desplazada por el individualismo y el olvido de los grandes ideales. Pero advertía también que “la mera estabilidad no es signo seguro de salud. Reina también en los estados de rigidez senil, en los días postreros de una cultura”. Lo que se requiere, concluía, es un dinamismo social movido por metas valiosas que configuren la escala de valores vigente y que lleve de algún modo a anteponer el bien común sobre los intereses particulares.

            Decía con acierto G.S. Counts: “Debemos abandonar la simplista idea de que la escuela libera automáticamente la mente y sirve a la causa del progreso humano. Puede servir a la tiranía como a la libertad, a la ignorancia como a la ilustración, a la falsedad como a la verdad, a la guerra como a la paz, a la muerte como a la vida. Puede incitar a los hombres al pensamiento de que son libres aún cuando les ate a cadenas de esclavitud. La educación es sin duda una fuerza de gran poder, particularmente cuando abarca todos procesos organizados para moldear la mente, pero si es ella buena o mala depende, no de las leyes del aprendizaje, sino de la concepción de la vida y de la civilización que le da sustancia y dirección. En el curso de la historia, la educación ha servido a todo género de objetivos y doctrinas tramados por el hombre.”

Una educación que pretenda servir a las necesidades sociales no puede cuestionarse sólo, ni preferentemente, el “cómo” sino el “para qué. El problema profundo de la educación no es de métodos o de medios; es un problema de fines. Por ello, cuando se reclama un gran pacto educativo nacional, habría que considerar que si no se está de acuerdo en los principios, para nada servirá querer estarlo en las formas.

   (Publicado en el semanario La Verdad el 1 de septiembre de 2023)

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