miércoles, 23 de enero de 2019

LA VOZ DE LAS MASAS Y LA OPINIÓN MAYORITARIA



Me parece un verdadero hallazgo aquella página del Critón, diálogo platónico en el que su amigo anima a Sócrates a fugarse de la cárcel, argumentando entre otras razones que "hay que tener en cuenta la opinión de la gente". Y añade que "no hay que oponerse al parecer de la mayoría, ya que ésta puede ocasionar los mayores males a alguien que se pone en el punto de visa de su odio."

Sócrates le responde que la mayoría no es capaz de producir ni los mayores males ni los mayores bienes. "La masa -añade el filósofo ateniense- no hace a los individuos sensatos ni insensatos, sino que les lleva a actuar al azar." Y concluye: "No ha de preocuparnos lo que diga la mayoría de la gente, sino lo que dice el que entiende acerca de lo justo y de lo injusto, aunque sea una sola persona, y lo que nos señale la propia verdad."

En una época de relativismo y de dictadura de las modas, tanto en el pensar como en el vivir, esta reflexión es un verdadero antídoto para no dejarse manipular ni para temblar al comprobar que se camina a contracorriente.

Eso que hoy llamamos lo "políticamente correcto" no es en el fondo más que la convicción predominante en una masa no cualificada de gentes. Lo impersonal, la ausencia de responsabilidad y el repelús hacia ésta, lleva a actuar de manera reactiva e irracional. 

Escribía Ortega y Gasset que "en los motines que la escasez provoca suelen las masas populares buscar pan, y el medio que emplean suele ser destruir las panaderías". Es más, sentencia, "tiende siempre, por afán de vivir, a destruir las causas de la vida." 

Y trae entonces a colación el pensador maldrileño lo que aconteció en la población almeriense de Níjar, cuando en 1759 se proclamó rey a Carlos III, transcribiendo una crónica de la época: 

"Hízose la proclamación en la plaza de la villa. Después mandaron traer de beber a todo aquel gran concurso, el que consumió 77 arrobas de vino y cuatro pellejos de aguardiente, cuyos espíritus los calentó de tal forma que con repetidos vítores se encaminaron al pósito, desde cuyas ventanas arrojaron el trigo que en él había, y 900 reales de sus arcas. De allí pasaron al Estanco del tabaco y mandaron tirar el dinero de la Mesada y el tabaco. En las tiendas practicaron lo propio, mandando derramar, para más authorizar la función quantos géneros líquidos y comestibles havía en ellas. El Estado eclesiástico concurrió con igual eficacia, pues a voces indugeron a las mugeres tiraran quanto havía en sus casas, lo que egecutaron con el mayor desinterés, pues no quedó en ellas pan, trigo, harina, zebada, platos, cazuelas, almireces, morteros ni sillas, quedando dicha villa destruida." 

Y remata Ortega la narración: "¡Admirable Níjar! ¡Tuyo es el provenir!"