domingo, 29 de enero de 2012

LA CAPILLA SIXTINA. VISITA VIRTUAL ¡¡¡¡¡UNA PASADA!!!!!

Click en el enlace (no en la foto)

http://www.vatican.va/various/cappelle/sistina_vr/index.html




Gracias a UMS por enviarme el enlace. Un bso.

RAFAEL NADAL, UNA FILOSOFÍA (¿?) SÍ, UNA FILOSOFIA DE LA EDUCACIÓN

"He dado todo, estoy bastante vacío, 
pero satisfecho porque cuando uno hace todo lo que ha podido no se puede pedir más.
Después de un tiempo que he sufrido sin disfrutar hoy he podido sufrir disfrutando y este es el camino"

(Rafael Nadal, declaraciones tras perder la final del Open de Australia 
ante un gran Novak Djokovic, 29 enero 2012)

LAS COMPETENCIAS BÁSICAS: LO VOY A INTENTAR (I)

       
        No me estoy pitorreando de las Competencias Básicas, sino que me da cierta aversión que "por imperativo legal" se nos diga qué es lo educable en la persona... Además, quería empezar con un chiste, para motivar un poco la lectura de lo que sigue.
     En realidad, las competencias básicas son algo muy importante. Y si apostamos por ellas hay que entenderlas muy bien.
     Como recordaba Santiago Arellano, una de las personas que mejor ha comprendido por dónde va y por dónde debe ir la educación actual, para Aristóteles la inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica.
         
         Y glosando el Informe Delors, añadía Arellano:
  • El aprendizaje del conocimiento no se opone al aprendizaje por competencias sino que es requisito previo imprescindible. Es un pilar de la educación. Es, en sí, una competencia fundamental.
  • Si se desconoce la teoría o los conceptos elementales es difícil aplicarlos a la vida.
  • Conocimientos mínimos no son "un poquito" de lo mismo.
  • Competencias mínimas, no son "unas poquicas" habilidades para salir del paso.
  • Las competencias son básicas porque no preparan al especialista, sino al ser humano común.
  • El especialista las ha de poseer en sumo grado. Aspira a la excelencia.

Las competencias básicas: ¿una "Misión Imposible"?









...Pero vayamos a lo más esencial. No se trata de una tortura ingente, sino de: 


A) APLICAR LAS METODOLOGÍAS ADECUADAS PARA APUNTALAR LO NUCLEAR DE LAS COMPETENCIAS BÁSICAS

n1º  Las capacidades que constituyen el fundamento esencial para el aprendizaje: la lengua, la lectura y la escritura, el cálculo y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC)

n  2º Todas las actividades de aprendizaje se sustentan en la capacidad de aprender a aprender.

n  3º Hay una serie de temas que intervienen en las ocho competencias clave: el pensamiento crítico, la creatividad, la capacidad de iniciativa, la resolución de problemas, la evaluación del riesgo, la toma de decisiones y la gestión constructiva de los sentimientos.


B) DEBEMOS CENTRARNOS EN  DOS "COMPETENCIAS CLAVE"


- LA LECTURA

- APRENDER A APRENDER

...Pero de esto toca hablar en otra ocasión, porque: CONTINUARÁ




DIGNIDAD HUMANA Y REBAJA DE PRECIOS

Otro de los chistes geniales de Faro, que de vez en cuando nos regala con algo tan... sugerente y provocador, para remover conciencias


LOS REYES MAGOS, AYER Y HOY

Agradezco a Mónica Orozco que me haya dado a conocer este nuevo chiste de Faro, y a éste por sacar de vez en cuando el frasco de las esencias.


viernes, 27 de enero de 2012

COMPETENCIAS BÁSICAS: UNA DE BROMA

Aunque lo de las competencias y tal, si no se hace demasiado prolijo, tiene cosas buenas, la verdad es que se presta un poco a lo de los temas transversales, el pedagogismo exagerado de la LOGSE y las gaitas morunas esas...


Así que, tomémoslo con buen humor, y no dejemos de aspirar a ser buenos profes, poniendo seriedad y alegría en el trabajo.





"Valores" de hoy según Quino

Este Quino es genial:


Vale ¿y tú? (¿y yo?) 

Seremos más geniales si en lugar de sonreír o de decir: 
"!Oh, qué razón tiene... a dónde vamos a llegar!", hacemos algo concreto por cambiar algo.

En mi vida, en la de mis hijos, en la de mis alumnos,en la de mis amigos. 

Puede valer un comentario que haga pensar, con gracia, y cambiar. 
Comprar algo que no es la última cosa que lleva todo el mundo...
No dejarse llevar por las ganas de quedar bien (sin necesidad de que se entere nadie)...

Y si lo piensas, seguro que se te ocurre algo más para empezar a cambiar este mundo, empezando por ti.

Posdata: si eres educador/padre, no tienes disculpa. ¡¡¡¡ Oh, se siente !!!!

miércoles, 25 de enero de 2012

Un homenaje a los profes de Secundaria


¿Por qué la sociedad espera que los profesores resuelvan los problemas 
que ella crea y no resuelve?

Por ejemplo:
FAMILIAS ROTAS O DESESTRUCTURADAS, 
PERMISIVISMO EN CONSUMO Y BANALIZACIÓN DEL SEXO, 
HEDONISMO,
POLÍTICA DEL AVESTRUZ ANTE LOS BOTELLONES 
Y EL CONSUMO DE DROGAS Y DE ALCOHOL, 
SERIES DE TELEVISIÓN CUYOS "HEROES" (?) SON EJEMPLOS ANTIEDUCATIVOS, PERSECUCIÓN DE LAS HUMANIDADES Y DE LA RELIGIÓN CATÓLICA
ANTINATALIDAD,
CRISIS DE AUTORIDAD
PRAGMATISMO, UTILITARISMO
EXTRAPUNITIVISMO...
¿SEGUIMOS...?

sábado, 21 de enero de 2012

LA UNIDAD DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO. Fernando Carbajo


Os traslado una cita de la web de mi amigo Fernando Carbajo, que alude a su brillante tesis doctoral:

“En mi labor como profesor de Enseñanza Media encuentro cada año una dificultad particular a la hora de explicar la Historia de la Filosofía: el prejuicio de que el pasado está superado y nada se puede aprender de él, o al menos de que lo que se puede aprender no tiene validez en la actualidad. Un cierto historicismo es, a veces, la forma que adopta el escepticismo. Desde la perspectiva docente, nada contribuye más a fomentar ese escepticismo que la presentación de la Historia de la Filosofía como un magno osario, o un catálogo de errores en orden cronológico.
Por esta razón las palabras del final de Conciencia y afectividad tomaron para mí un significado especial:
«Este estudio se ha desarrollado en forma comparativa con la esperanza de obtener los hallazgos originales de cada uno de esos pensadores y mantenerlos en una integración congruente, sin pérdidas de verdad, con objeto de poner de manifiesto el carácter unitario del saber, sin atentar contra la unidad del pensamiento filosófico. Podría decirse que esta es la utilidad y la necesidad de los estudios comparativos: articular unitariamente las dos grandes tradiciones filosóficas, la clásica y la moderna, para restaurar la unidad de la filosofía, a pesar de la heterogeneidad temática y metódica, que a primera vista puede hacer aparecer como insalvable la discontinuidad de ambas tradiciones» 


        (CHOZA, J., Conciencia y afectividad (Aristóteles, Nietzsche y Freud), EUNSA, Pamplona, 1978, pp. 313-314)."


www.filosofiayeducacion.es
Razón y pasión en el juicio práctico Estudio comparativo de los fundamentos del juicio moral en Sto. Tomás, Hume y Kant (Tesis doctoral, 1986)

EDUCACIÓN PARA UN TIEMPO DE CRISIS (y VI)

5. El maestro y el desaliento
        Llamamos aquí "maestro" al educador sin adjetivos, a quien se esfuerza por transmitir de su propia vida y experiencia para ayudar a otros a crecer en humanidad. De un modo un poco especial, pero no exclusivo, a los docentes. 
          Un verdadero maestro, o maestra, enseña a vivir con independencia del área de conocimiento que cultive. Nunca se plantea la antítesis entre "educar" e "instruir": educa siempre a través de lo que enseña, y con su modo de enseñar. 
        Pues bien, a menudo se tiene la impresión de que se espera del educador que resuelva casi todos los problemas del tejido social, supliendo carencias familiares, sociales y políticas. Paradójicamente, la valoración social de la profesión docente parece haber bajado de forma notable, habiendo perdido en buena medida su tradicional estimación. 
        La autoestima del maestro o la maestra no está ni mucho menos garantizada: no es de extrañar que las limitaciones y actitudes personales de los alumnos, la influencia de un entorno disolvente, una posible falta de entendimiento y colaboración entre los educadores, las propias limitaciones y contratiempos, la falta de correspondencia y de resultados palpables..., hagan caer en ocasiones a no pocos maestros, humanos al fin, en el desaliento.
            Estamos ante la piedra de toque de la vocación docente y del compromiso educativo. Saint-Exupéry, en su libro ya citado, El principito, narra una elocuente experiencia de desaliento cuando el pequeño protagonista tropieza con un jardín rebosante de rosas, tan bellas o más que la que en otro tiempo llenó su vida: “Me creía rico con una flor única y no poseo más que una rosa ordinaria... Realmente no soy un gran príncipe.” 
         Sin embargo, su amistoso encuentro con el zorro –ah, he aquí un 'maestro'...- le revela que haber dedicado su atención y su vida a una flor no ha sido en balde, y convierte a ésta en única e irrepetible. 
                Por eso, el principito se dirigirá luego a la multitud de las rosas diciendo: “-Sois bellas, pero estáis vacías. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que ella es la rosa a quien he regado. Puesto que ella es la rosa a quien puse bajo un globo... Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.”
            Buena parte del secreto de esta forma de ver las cosas reside en aprender a mirar con otros ojos, con los ojos del corazón. Viendo en cada alumno una persona única, importante, insustituible... iY a amar, por así decir, "con un amor más grande que nuestro amor", ya que al fin y al cabo somos instrumentos y portadores de un bien que es más grande que nosotros. Un maestro no "se enseña" a sí mismo; él, o ella, sólo es el instrumento, el medio a través del cual el saber se hace vida y motivación. 
         El secreto, en fin, está en aspirar a convertir la propia vida en un don: nuestra preparación, nuestra actitud, nuestro tiempo... “El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante... Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa.” (El principito, cap. XXI).


            
          El cansancio de la voluntad -en este orden de la vida y en todos en general- no se presenta porque surjan los obstáculos, sino porque éstos ocultan la meta a nuestra mirada, y porque nuestras mejores disposiciones tienen también su límite. Sí, somos limitados… El educador debe partir de la aceptación de que no lo puede todo. Pero también de la certeza de que lo poco que consiga habrá merecido siempre la pena.
          Entonces es preciso recordar y reavivar el sentido de lo que estamos haciendo, mantener viva la conciencia de lo que se persigue y el valor de lo que se hace, aunque a unos ojos ajenos les parezca irrelevante. Siempre nos queda el recurso a la fe en todo ese bien que quisimos sembrar y repartir, y aquel bien que otros nos hicieron generosamente.
Es también entonces cuando se aprecia el apoyo de esos compañeros que comparten las mismas inquietudes y experiencias de alegría y de cansancio, y que, en lugar de acumular sus lamentos a los nuestros, conteniendo tal vez su propia necesidad de consuelo, nos recuerdan la humilde pero gran maravilla: el tesoro que encierra nuestra misión de maestros. Nuestros compañeros profesores, esos que no se cansan, o si se cansan lo disimulan y siempre tienen una sonrisa de complicidad en los labios para nosotros, son uno de los mejores privilegios de los que uno puede disfrutar. Por la misma razón, hemos de ser conscientes de que otros esperan también que nosotros seamos el hombro en el que pueden desahogarse, la mano que les contagia firmeza y confianza, la sonrisa de complicidad que renueva la ilusión oscurecida.
            Porque el verdadero maestro que acumula años de esfuerzo y dedicación sabe por experiencia propia dónde reside el “ethos” de su profesión de educador: en que “todo lo que no se da, se pierde”. Y por eso, no nos es lícito encerrarnos en la queja, el victimismo o la amargura. 
          Porque, como alguien dijo, de la abundancia del corazón habla la boca. Porque, con el simple modo de estar delante de nuestros alumnos, les estamos diciendo: "el mundo es así".

Me permito un sincero y humilde homenaje a D. Santiago Arellano, 
todo un maestro... y amigo verdadero.

viernes, 20 de enero de 2012

Gracias, maestro (de la película El Club del Emperador)


Magnífico fragmento, para abrir boca, de una gran película, que todos los profesores deberíamos ver (tampoco les vendría mal a los políticos, por cierto)


Para saber más: 


Buenísimo, y más que actual, profético

A ser posible, tenemos que saber lo que debe cambiar 
y qué cambios son para mejor
(pero el... ¿chiste? es bueno, y el autor, un genio, sin duda)

EDUCACIÓN PARA UN TIEMPO DE CRISIS (V)

4.- Metas personales (¿hoy las llamaríamos competencias profesionales?, uff, no sé...) del maestro

En su interna tensión por “sacar de sí mismo su mejor yo”, para mejor ayudar, el maestro ha de aspirar permanentemente a una serie de metas personales:

1) En el orden del saber:
a)         “Saber a dónde hay que ir”: conocimiento fundado de la finalidad de su quehacer, lo que implica una visión profunda y verdadera del ser humano y de lo que le ayuda a mejorar y madurar.
b)         “Saber cómo es el alumno, o alumna, y a dónde puede llegar”. Lo que conlleva un acercamiento personal a su situación, actitudes, posibilidades y limitaciones.
c)         “Saber cómo y cuándo se puede y se debe intervenir”. Prudencia y tacto para aprovechar ocasiones propicias, para esperar el momento más oportuno y solventar las situaciones imprevistas.

2) En el orden de las actitudes cabe destacar:
a)          “Fe en el propio trabajo”. Sólo si se cree que el propio trabajo merece la pena, aunque no siempre se aprecien sus resultados, puede haber entusiasmo y motivación para contagiar deseos de mejora a los alumnos.
b)         “Compromiso educativo, entrega personal”. Educar no es un trabajo más, un simple modo de ganarse un sueldo. Es ayudar a ser a unas personas, transmitirles vida y llenarla de contenido. Ello requiere una vinculación personal, ofrecer la propia experiencia de vida como referente.
c)          “Capacidad de silencio”. Reflexionar sobre el propio trabajo, su sentido y su desarrollo. Dedicar tiempo a pensar en cada uno de los alumnos.
d)         “Condescendencia o empatía”. Es la capacidad de ponerse sinceramente en el lugar del otro para ver las cosas como él o ella las ve, juzgándolas también desde su intención y situándose a su nivel para razonar, animar y corregir. Aceptarle como persona antes que por sus resultados.
e)          “Comunicabilidad”. Empezando por la capacidad de percibir, de escuchar sin juzgar ni excusarse. Mostrarse sincero, accesible y receptivo
f)          “Capacidad de suscitar autonomía”. No se trata de dirigir al alumno para modelarlo a nuestra imagen y semejanza, sino de orientarle para que vaya bastándose a sí mismo paulatinamente, para que acepte la responsabilidad de sus actos y se determine a ejercitar su voluntad, a pensar y decidir por sí mismo, según su grado de madurez.
g)          “Firmeza”. Dominio de las propias reacciones y capacidad para encajar y superar las dificultades que sobrevienen. No ha de confundirse con frialdad, dureza o inflexibilidad, sino que supone calma, energía y entereza. Amar sin mendigar el cariño de los alumnos.
h)         “Paciencia”. Saber esperar, no exigiendo la satisfacción inmediata de todos nuestros deseos y objetivos. No cansarse nunca de estar empezando siempre que sea necesario, aprendiendo a sacar lecciones y propósitos de mejora tras el fracaso, el cansancio o la contrariedad.

AVISO: No se trata de condiciones de partida, sino de metas a las que aspirar una y otra vez, sin cansarse de volver a intentarlo. No se nos pide ser perfectos para educar, sino aspirar a conquistar metas más altas. Luchar contra nuestros defectos y cansancios. Volver a levantarse una y otra vez. Aquí hay que tomar el "sólo se da lo que se tiene" en el orden de la intención. (En el fondo, sólo se tiene lo que se da). Sin amor y sin respeto no hay educación. Hay... otras cosas.
A.J. (Continuará)


jueves, 19 de enero de 2012

EDUCACIÓN PARA UN TIEMPO DE CRISIS (IV)

       3.- Maestro, el que educa con su vida
        Valores y virtudes se educan en y desde la práctica, por medio del trabajo y la convivencia; pero más especialmente por el trato frecuente y habitual con personas que hacen brillar la virtud en su ser y en su obrar, es decir, con maestros. Las virtudes se dan vivas en la persona y con la singularidad que es propia de la persona. 
         Es maestro, en el más noble y amplio sentido de la palabra, quien sabe transmitir y suscitar en otro esa calidad humana. El maestro no nace, se hace; pero se hace maestro en la lucha consigo mismo, para poner a disposición de otros su mejor yo, sabedor de que sólo podrá esperar de sus alumnos lo que diariamente se esfuerza en conquistar sobre sí mismo. Sus propias limitaciones personales, incluso, aceptadas con sencillez y paciencia, pueden ser un privilegiado argumento para acompañar y comprender a sus alumnos en sus dificultades y en sus reticencias.
Es importante señalar que no son los métodos los que hacen bueno al maestro, sino el maestro el que hace buenos los métodos. Más aún, puede decirse que en el fondo el verdadero método es el maestro mismo, precisamente porque enseña lo que vive y vive lo que enseña.
Nuestros niños y nuestros jóvenes no serán mejores estudiantes, profesionales, padres de familia o «simplemente» personas, por el mero hecho de que les hablemos en abstracto de los valores. La clarificación y el discernimiento sin duda son necesarios. Y la falta actual de referentes claros y profundos convierte ambas tareas en necesidades urgentes y básicas. Pero los elementos que soportan el basamento ético de una colectividad humana (su “ethos”) no pueden ser asimilados más que por relación interpersonal, por contacto, por roce convivencial con personas que sirven de referencia y enseñan a vivir con su mismo modo de vida.
Es preciso resaltar con fuerza el perfil y la labor del maestro o la maestra verdaderos. La educación moral, es decir, la más genuina educación en valores, se sustenta en la autoridad moral de los maestros; toma sus criterios de una adecuada visión del ser humano y del sentido de la vida, que se muestran a través del ser y del hacer del maestro, en quien se confía. 
En la práctica se traduce en proponer a los alumnos y en vivir uno mismo como referentes propios unos ideales verdaderos y valiosos que impulsen a la mejora constante, y en forjar la base conductual de un carácter estructurado por virtudes humanas que son fruto del autodominio personal y de una disposición permanente a realizar el bien. 
El maestro es una persona dotada de autoridad (“auctoritas”, capacidad de dar auge, de ayudar al crecimiento) porque con su modo de vivir enseña a crecer en humanidad. Su autoridad emana en el fondo del prestigio y la confianza que nacen de una disposición de servicio cualificado, que se realiza por medio de su saber y de su actitud.
Esto hace que la docencia, por su notable componente vocacional y ético, no sea equiparable a otras profesiones. 
A.J. (Continuará)


martes, 17 de enero de 2012

EDUCACIÓN PARA UN TIEMPO DE CRISIS (III)

2.- Educar, convivir, acoger: personalizar socializando

Uno de los aspectos esenciales del proceso educativo es la paulatina integración de la persona, a la vez receptiva y creativa, en ámbitos de encuentro y de convivencia que la enriquezcan, empezando por la familia en la que es llamada a la existencia. 


       Para la persona humana, vivir es convivir y ser responsable de la vida. Las relaciones interpersonales son el verdadero escenario, más aún, el argumento y el motor de la existencia humana. 


        El conocimiento de sí mismo como un yo significativo, irreductible a todo lo demás, aprende a adquirirlo el ser humano al experimentar que es conocido y valorado por otra persona como “alguien” único e irrepetible. Todo ser humano necesita el reconocimiento ajeno para la formación de la idea que tiene de sí mismo. La relación interpersonal es un ámbito de encuentro donde la vida del hombre y la mujer adquieren perfil y rostro personal.

 Cuando un ser humano se halla a la intemperie, en el sentido físico, pero aún más en el sentido afectivo y personal, tiende a buscar cobijo, abrigo, protección y seguridad. En este segundo sentido, esta indigencia encuentra su remedio en un ámbito de afecto personal donde se puede “estar” porque la amistad o la familiaridad, pongamos por caso, brindan un medio connatural destinado a mantener o avivar el calor de la propia identidad y conciencia de sí mismo, más necesario aún que el del cuerpo.


              A través de la relación de intimidad y de acogida entre las personas brota el sentido, y el mundo se hace morada para el ser humano. Esto acontece de un modo privilegiado en el ámbito familiar, y también en la amistad. 


        Las relaciones humanas vuelven el mundo un lugar habitable, configuran en él ámbitos que se convierten en morada humana. Y es que la protección, más que del espacio cubierto o acotado, nace de la compañía, de la creación de un ámbito de convivencia, de compartida intimidad. Por ello puede afirmarse que la educación es de algún modo una prolongación de la paternidad y la maternidad, y una cierta forma de amistad.  
A.J. (Continuará)




lunes, 16 de enero de 2012

EDUCACIÓN PARA UN TIEMPO DE CRISIS (II)

1. Educar es ayudar a crecer en humanidad
La naturaleza constitutiva del ser humano presenta una inicial indigencia, abierta no obstante a un desarrollo perfectivo que tiene lugar mediante el cultivo y fomento de sus capacidades. 
Una acción es educativa si hace crecer en humanidad al ser humano y le acerca a su plenitud, incrementando su capacidad de verdad, de bien y de belleza. Se trata de un proceso de maduración, de formación paulatina de la personalidad humana, la cual es una segunda naturaleza que se adquiere y se construye libre y responsablemente desde el referente originario de la naturaleza constitutiva del ser humano. 
Pero este desarrollo no es algo añadido a la naturaleza desde el exterior, sino un crecimiento cuyo protagonismo ha de ir asumiendo según su capacidad el propio sujeto humano que se educa. Por eso, la acción educativa es sólo una ayuda a alguien, encaminada a suscitar y fortalecer las posibilidades creativas de su libertad mediante la adquisición y el cultivo paulatino de hábitos virtuosos. El sujeto humano no debe ser sustituido en el proceso de su formación, puesto que ésta acontece (y sólo es posible) en el ámbito de su propia experiencia vital. 
Puede afirmarse que la acción educativa consiste en suscitar la virtud, es decir, la orientación de la persona al bien. Todas las virtudes, fundadas en la unidad radical de la persona humana, guardan entre sí una profunda relación mutua; todas crecen con el ejercicio de una y menguan con su abandono o desvío. En realidad, la virtud, que es la disposición estable de toda la persona para obrar el bien, es única, aunque se manifieste y especifique según las diferentes capacidades de nuestra naturaleza. Por eso la labor educativa ha de tender a unificar, debe esforzarse por fomentar en la persona la unidad interior, aunque para ello se cultiven diferentes cualidades. 
La madurez humana, que es la culminación de este proceso, supone así una cierta plenitud psicológico-moral, una elevación del ser en la persona (J. Pieper). La madurez consiste en una disposición lograda que posibilita una vida fecunda, y su manifestación es el equilibrio y la armonía que resultan del dominio de sí mismo. Puede decirse por ello que educar es ayudar a formar hombres y mujeres en los que se pueda confiar.  
Entendida como una ayuda dirigida intencionalmente a la formación y perfeccionamiento del ser humano, la educación es un arte, un saber hacer, de índole moral. Se trata de ayudar a crecer en libertad, en capacidad de autodeterminación y de orientación al bien. 
Ahora bien, ¿cómo es posible influir en la libertad del otro sin que ésta se vea asfixiada, forzada, y carente por ello de valor moral? Suscitándola. Y esto sólo le es dado al amor, a la confianza, a la comunicación de intimidades. No se puede educar, en rigor, sino se ama, si no se suscita en una relación de confianza recíproca el libre deseo, y el logro, del bien. Amar es querer el bien para alguien (Aristóteles). Aunque para ello sea preciso exigir y exigirse. Así lo expresa bellamente Pedro Salinas en “La voz a ti debida”:

Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo
nadador de tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú, en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él,
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas osadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eras.
A.J. (Continuará)


domingo, 15 de enero de 2012

EDUCACIÓN PARA UN TIEMPO DE CRISIS (I)

INTRODUCCIÓN
¿Cómo superar la visión de que el ser humano es una cosa más entre las cosas?  Una mirada pragmática y por lo tanto superficial seguramente tenderá a considerar que, según el punto de vista que se utilice, un ser humano, sobre todo si en él no concurren cualidades sobresalientes, puede ser tenido simplemente como “un millón de hombres partido por un millón” (A. Koestler). 
    Sería un caso más entre muchos de la especie humana, un trabajador más o menos eficiente, más o menos capaz de desarrollar determinadas facultades o de desempeñar ciertas tareas. En algunos casos, ni eso: un ser anónimo de entre las masas de infelices que ni siquiera han desarrollado una mediana normalidad intelectual, o que en el mundo mueren de hambre, o víctimas de enfermedades epidémicas, o que viven solos e ignorados hasta de sus vecinos y familiares.
Uno de los rasgos esenciales de la educación, y en cierto modo su piedra de toque, es que, más allá de los números, de las cifras y las cantidades, lo que le importa es el valor inmediato, tangible, de las personas concretas. 
     En la relación educativa auténtica cada persona es importante. La educación sólo admite un principio: “Quien ayuda a ser a una sola persona ayuda al mundo entero”. A otros toca hacer previsiones a largo plazo y consideraciones a gran escala. Al educador le importan las personas que conoce y a las que se dedica.


En la magnífica película de Steven Spielberg La lista de Schindler”, (1993), junto a otros momentos impactantes, conmueve poderosamente la escena en la que el protagonista, al que hemos conocido al principio como un frío hombre de negocios, vanidoso, comodón y licencioso, tras un dramático proceso de transformación interior, prorrumpe en sollozos al comprender que la venta de la insignia nazi que lleva en su solapa le hubiera permitido salvar a una persona más, incluyéndola en su lista de empleados. Gran lección, la de advertir el valor innegociable de cada ser humano. Como se lee en el anillo que sus trabajadores judíos le regalan al partir, “quien salva una sola vida salva el mundo entero”. A.J.
 (Continuará)


Fotogramas de 'La lista de Schindler' 

LAS HUMANIDADES: UN PELIGRO (Cita de Alejandro Llano)

         "A mi juicio, resulta lamentable que una buena parte de las familias españolas –tan permisivas en casi todo- prohíban de hecho a sus hijos que lo desean el estudio de carreras humanísticas, porque temen que su futuro económico sea inferior al de los que siguen profesiones técnicas y administrativas. Parece que no le faltaba visión de futuro a Edmund Burke cuando anunció hace dos siglos que el dinero se iba a convertir en 'el sustituto técnico de Dios'." 
         De hecho, la España actual llama la atención a sus visitantes por el extremado materialismo, el desbordamiento de su capacidad de consumo, y la pasividad con la que su población ha aceptado la imposición de una de las legislaciones éticamente más primitivas del mundo. (…)
            Por decirlo ya abruptamente, la apasionante tarea que tiene ante sí la Universidad actual es la de pensar, articular, proyectar y transmitir una nueva visión del hombre y del mundo que responda a la dignidad de la persona, que se abra al designio salvador de Dios, y que sea adecuada para encaminar una sociedad crecientemente mundializada hacia planteamientos más justos y equilibrados."
(Alejandro Llano. La nueva tarea de la Universidad)


jueves, 12 de enero de 2012

LAS DOS MIRADAS SOBRE EL SER HUMANO (y II / II)


En la primera parte de este breve ensayo, llamábamos ‘mentalidad’ a un modo más o menos sistemático de entender la vida y la realidad, vigente de forma un tanto difusa en un momento histórico o cultural determinado. Y decíamos, según esto, que numerosos síntomas del presente parecen revelar la existencia, a grandes rasgos, de dos mentalidades contrapuestas, de dos miradas muy diferentes a la hora de considerar al ser humano y su valor. La primera, de la que hicimos una descripción fenomenológica, era la mirada pragmática. Hablemos ahora un poco de la segunda.

La mirada personalista, abierta al ser de las cosas

         No se trata de menospreciar o dejar a un lado la eficacia en la consideración de las personas, las cosas y los acontecimientos, sino de subordinarla al descubrimiento de la verdad y al respeto por la dignidad que poseen las personas por sí mismas, con independencia de su utilidad.

         Esta forma de contemplar el mundo y lo humano reconoce que hay una realidad que nos es dada de algún modo -interesante asunto, averiguar este modo en que la realidad nos es dada-. En el encuentro con esta realidad que no es un simple correlato de nuestro hacer o de nuestros deseos, sino algo previo y que nos supera y nos desborda, el ser humano tiene que dejarse asombrar. Aristóteles, como es sabido, decía que la filosofía nació precisamente de este asombro, que lleva al ser humano a preguntarse “por qué”.

         Esta mirada contemplativa y abierta a la realidad es respetuosa -decía Heidegger que el respeto consiste en “dejar ser al ser”-. Para la mirada utilitarista y pragmática la “verdad” sólo podía ser lo que responde o se adecua a la voluntad de poder: lo efectivo, lo hecho, los resultados. Ahora la verdad consiste en la adecuación del propio juicio y pensamiento al ser que constituye a cada cosa.

         No hay inconveniente en reconocer que dependemos de esa realidad que es “más grande” que nosotros. De hecho, cada uno va tomando conciencia a lo largo de sus primeros años de existencia de que forma parte de esa realidad, se encuentra a sí mismo “existiendo”. Ninguno de nosotros se ha dado el ser a sí mismo, sino que nos ha sido dado.

Aparece la persona

         Y otra cosa que advertimos con el paso del tiempo, y notablemente a través de la adolescencia, es que cada uno de nosotros es un ser irrepetible y único, que ocupa un lugar singular. Mi vida es mía, de una forma inequívoca. Dependemos de otros seres, evidentemente, pero no por ello dejamos de ser distintos de los otros, de las demás cosas. Estamos, en cierto modo, “en medio” del mundo –percibimos la realidad como algo que nos circunda y nos envuelve-, pero ejercemos nuestra existencia de forma propia y singular.

         Según esto, conocer es descubrir que se “se nos dan” cosas, que están “ahí”, ante nosotros, en la realidad, y averiguar lo que son. Ahora bien, juzgar esto –la realidad, las cosas, nuestro mismo existir– como algo positivo y que nos permite subsistir y aprender, desarrollar nuestras potencialidades de conocimiento, de acción, de relación, es captar su “bondad”. Y la captación de algo como bueno, como un cierto don que se nos concede, es el punto de partida del amor.

         Amar, inicialmente, es apreciar, valorar positivamente, “bendecir” algo. Y una vez descubierto su valor, contribuir libremente a su incremento, a su perfección.

         Pero otro dato que surge en el transcurso de nuestra experiencia acerca de “la vida”, de la realidad, es que nosotros también podemos y necesitamos aportar algo, intervenir, modificándola. Y que al hacerlo, de algún modo nos hacemos también a nosotros mismos, “crecemos”.

         Cada ser humano, a través de su experiencia y de su reflexión, se va descubriendo a sí mismo como “sujeto”, como alguien único en el mundo, responsable del contenido y de la orientación de sus acciones, con relación a sí mismo y con relación a las cosas y a las demás personas. Ser “alguien” no es lo mismo que ser “algo”. Cada ser humano es un “alguien” único, en desarrollo dinámico, dotado de una naturaleza o modo de ser constitutivo, pero también de una capacidad de iniciativa, y que se va perfilando a sí mismo en virtud de las propias decisiones y acciones, y de las relaciones con los demás. No dejamos de ser dependientes. Necesitamos las aportaciones ajenas.

No somos autosuficientes, pero a la vez podemos llegar a ser en gran medida dueños de nuestras acciones, protagonistas de nuestra propia vida. Somos responsables, somos libres. Esto es lo nuclear en toda persona. Una persona es un ser único e irrepetible, dotado de naturaleza racional (de inteligencia y voluntad), llamado a desarrollar su vida haciendo un uso responsable de su libertad.

Los otros sujetos humanos son “otros como yo”, y por consiguiente dotados de la misma singularidad, y merecedores del mismo respeto. Es decir, no se les puede tratar como si sólo fueran “algo”, porque cada uno de ellos es alguien.

Respeto, colaboración y ayuda mutua hacen que la convivencia humana sea fuente de vínculos recíprocos, y que la persona sea lo nuclear en la vida social: lo más importante en la sociedad son las personas, que son fines y nunca meros medios al servicio de otra cosa, ni siquiera del bien social.

Una persona es valiosa por sí misma, por el hecho de ser alguien. Su ser no se agota en su hacer; somos más que lo que hacemos. Y el modo de obrar sigue al modo de ser. Lo más fascinante del ser humano es que es “más grande” por dentro que por fuera. No son sus obras las que le hacen grande sino ese núcleo interior –íntimo- del que brotan los actos humanos. El yo. Esa intimidad es además la fuente de las novedades que el ser humano aporta al mundo.

Responsabilidad y tiempo

La acción respetuosa sobre el mundo circundante es un deber moral, puesto que ese mundo es la morada de los seres humanos. Quien atenta contra esa morada, atenta contra el ser humano. El dominio sobre la naturaleza no es –no debe ser- explotación, sino cultivo responsable llamado a hacer del mundo un lugar habitable y humanizado, en el que sea posible y positivo compartir la vida.

Para la mirada pragmática, el tiempo es “oro”.  Para la mirada abierta al ser, es mucho más. Es vida, desarrollo del propio ser, tarea, ocasión de dar y de encontrar sentido. Dar el propio tiempo es darse a sí mismo. El tiempo vital, el que brota de la intimidad, es ámbito de comunión, de relación humana y fuente de valor moral: “El tiempo que perdiste por tu flor –se dice en El principito- es lo que hace que tu flor sea tan importante… Eres responsable para siempre de lo que has domesticado, eres responsable de tu rosa.”

Las cosas que amamos, a las que dedicamos el tiempo de nuestra vida, se hacen más cercanas y más queridas, son rescatadas del anonimato, son “nuestras”; pero no como meros objetos de consumo o de posesión, sino en el sentido de lo que forma parte de la propia vida, de lo íntimo.

La mirada abierta al ser nos permite considerar al ser humano, hombre y mujer -de acuerdo con su naturaleza constitutiva- de un modo más hondo y enriquecedor. Superando reduccionismos, se dirige a una realidad que traspasa la apariencias y lo superficial, y que es fuente de un alto valor: de dignidad.

Esta mirada, esta mentalidad, es la que nos permite descubrir lo que significa ser persona. La que nos impulsa (obliga) a respetar a toda persona, incluido uno mismo. La que nos lleva a descubrir que la felicidad, la plenitud a la que aspira todo ser humano, se alcanza por medio de la autodonación libre y amorosa.  A.J. 


Ainhoa Fernández del Rincón, cooperante española secuestrada en el Sáhara, y querida amiga. Su entrega y dedicación por las demás personas es un testimonio vivo de la dignidad humana.