domingo, 26 de febrero de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (58)

LO URGENTE Y LO ESENCIAL EN LA EDUCACIÓN

 


Dicen los expertos de la evaluación PISA, y lo repiten los redactores de nuestras últimas leyes orgánicas sobre educación, que urge propiciar el acceso de los jóvenes al mundo del trabajo y convertirles en agentes eficientes del sistema productivo. 

Sí, eso es urgente. Pero lo importante es que no pierdan de vista el verdadero valor de las cosas y de las personas. Es necesario que nuestros jóvenes se conviertan en óptimos trabajadores, pero es imprescindible que  nunca se olviden de para qué trabajan. Apremia que se desenvuelvan con éxito en una sociedad vertiginosamente cambiante. Pero antes y por encima de ello tienen que saber cuándo un cambio es a mejor o a peor..., o a nada. 

La receta tantas veces cacareada por algunos es que es preciso destinar más recursos para que mejore la educación. Pero de vez en cuando nos golpean en el alma noticias referentes a episodios de violencia juvenil, de bulling, acoso y maltrato, de suicidios protagonizados por escolares ante situaciones que se sienten incapaces de afrontar. La mediocridad y la comodidad se han convertido en el estilo de vida social y pedagógico dominante (por no hablar del nivel de muchos políticos…). Esforzarse no está de moda. La inmediatez y el emotivismo lo inundan todo. Algo importante falta en un escenario educativo moralmente empobrecido. 

Al igual que experimentamos que a este complejo mundo le aqueja el fantasma recurrente de la crisis en múltiples formas, no debemos olvidar que el origen de estas se encuentra en la generalización de estilos de vida y de decisiones dominadas por la falta de escrúpulos éticos. Y también por el desconocimiento y el desprecio de la dignidad de las personas, sometidas en el ámbito legal y en la práctica al imperio de los más fuertes y poderosos, al relativismo intelectual y moral generalizados. La corrupción no es privilegio exclusivo de los políticos; es cosa bastante repartida. 

Por otra parte, se aprecia una evolución en nuestro sistema educativo hacia una menor exigencia y una perversa concepción de la igualdad, consistente, no ya en la igualdad de oportunidades para acceder a una educación de calidad, sino en que “todos sepan fundamentalmente lo mismo”. La excelencia como aspiración en la vida y en la tarea educativa se mira con sospecha. 

Pero si nadie tiene que aspirar a ser lo mejor que pueda ser, si no debemos exigir a nuestros hijos o a nuestros alumnos que aspiren a la excelencia, si hemos de procurar que “nadie destaque”, en la práctica solo será posible que todos sepan lo mismo si todos saben tanto como el que menos. La consecuencia es un igualitarismo a la baja. No debe extrañarnos si los niveles son cada vez más bajos.

Y así, bajo el pretexto de que la educación no contribuya a perpetuar la desigualdad social, la ordenación del sistema educativo provoca necesariamente aquella mediocridad cultural y moral generalizada de la que hablábamos y, en el fondo, una difundida falta de sentido. No es cuestión de recursos económicos.

Para dar respuesta adecuada a todo ello, nuestros niños y jóvenes necesitan sobre todo maestros de vida que sepan qué es realmente importante en la vida y lo susciten. Padres y profesores tenemos ese primer deber y misión. El utilitarismo, obsesionado por lo urgente, en el fondo, es ciego ante lo esencial.

                     (Publicado en el semanario La Verdad el 24 de febrero de 2023)

martes, 21 de febrero de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (57 BIS)

EL DERECHO Y LA RESPONSABILIDAD DE LOS PADRES

ACERCA DE SUS HIJOS


 


Acerca  del artículo “Importancia social de la educación familiar” (“Repensando la educación/57”) he recibido algunos comentarios (amables) relativos al supuesto “derecho de los padres a tener hijos”, que me obligan a precisar el sentido de mis palabras. Agradezco mucho las observaciones, que me permiten depurar mejor lo que intento decir.

Las frases de la "discordia" (amable, insisto) son estas:  "los padres tienen derecho a tener hijos, a decidir el número y el momento de tenerlos, así como el tipo de educación que habrán de darles. Pero una vez concebidos, son los hijos los que tienen derecho a tener padres en un clima afectivo estable que garantice su pleno desarrollo personal."

Los comentarios que amablemente se han hecho al respecto me obligan a matizar lo que dice el texto. Fuera de este contexto, estoy de acuerdo en que no se tiene derecho a tener hijos. Y así, en los procesos de adopción singularmente, suele decirse que "no es que los padres tengan derecho al hijo, sino que es el hijo el que tiene derecho a tener unos padres", o afirmaciones muy similares. Tener un derecho es poseer una facultad que obliga a todos los demás, incluso mediante el uso de la fuerza coactiva del Estado. Bueno, no es el caso.

Lo que quería decir es que nadie puede arrogarse un derecho a decidir -usurpando el lugar de los padres- el número de hijos (por ejemplo obligando al "hijo único" como se hacía en China, o restringiendo la natalidad de manera violenta mediante la práctica y el fomento del aborto, que tampoco es un derecho, como se hace en tantos países por parte de organismos internacionales y gobiernos); lo mismo que a decidir el número y el momento de tener a los hijos, o el tipo de educación que deben recibir obligatoriamente.

La "capacidad, facultad y responsabilidad" de engendrar y educar a los hijos es de los padres, no del Estado o de otras instancias. Y a lo que apuntaba en mi argumentación era, precisamente, a la importancia de tal responsabilidad, señalando el derecho de los hijos a tener unos padres que cuiden de ellos y les eduquen en un clima estable de afecto y acogida.

Los padres sí tienen el derecho de reclamar el protagonismo en la tarea que les es propia (procrear, educar...), frente a instancias totalitarias. En la línea de lo que defendía en el anterior artículo (“EL GRAN HERMANO EDUCADOR” - REPENSANDO LA EDUCACIÓN/56) el Estado tiende a presentarse (en España, sin ir más lejos) como suprema autoridad ética y educativa, quedando los padres reducidos a meros usuarios del sistema, como si la familia fuera una pieza o herramienta secundaria de la sociedad.

Por tener este deber y esta responsabilidad como educadores primeros, y por ser la familia tan esencial para la educación, los padres tienen derecho a decidir en favor del desarrollo personal de sus hijos el tipo de educación que consideren oportuno, y a ser ayudados subsidiariamente por otras instancias, como el Estado, entre otras.



viernes, 17 de febrero de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (57)

IMPORTANCIA SOCIAL DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR


Conviene interrogarse acerca de cuál es el ámbito natural donde el ser humano puede encontrar con más garantías el remedio de las necesidades básicas en su infancia y elaborar así una urdimbre firme, sobre la que crezca una identidad gratificante y sólida. 

Y ahí nos encontraremos siempre con esa específica comunidad humana fundada no sobre simples acuerdos contractuales sino sobre el amor, donde al otro se le acepta solamente porque es. Cuando se menosprecia a la familia y el Estado se pone por encima y por delante, se está profanando a la familia y a la persona que, por naturaleza, la necesita y la exige. 

Nadie tiene derecho a contaminar este ámbito insustituible de personalización, desde dentro o fuera: los padres tienen derecho a tener hijos, a decidir el número y el momento de tenerlos, así como el tipo de educación que habrán de darles. Pero una vez concebidos, son los hijos los que tienen derecho a tener padres en un clima afectivo estable que garantice su pleno desarrollo personal. 

El recién nacido entra en el mundo en un medio dispuesto, incluso genéticamente, a ampararlo de manera entrañable. En ningún otro ambiente hallará la exigida atmósfera de felicidad, amor y comprensión que encuentra mejor en la familia. Y esta, por tener el deber de asumir esa tarea acogedora y educadora, tiene también el derecho prioritario a las condiciones y recursos necesarios para llevarla a cabo adecuadamente, porque los hijos y la tarea misma de la familia son el mayor bien social, del cual la sociedad misma depende.

No es legítimo, pues, llamar familia a cualquier asociación o componenda si ésta no favorece el verdadero proceso de personalización. Ni tendría derecho moral a denominarse familia aquélla que, aun reuniendo los caracteres formales, no reúne condiciones para cumplir su función primordial. 

Y por lo mismo, toda intromisión para mermar o sustituir la responsabilidad de la institución familiar, bien sea con el señuelo de la profesionalidad técnica, con la celada de la socialización y democratización o con cualquier otra, es una profanación que dificultará el crecimiento personal del ser humano. 

Pretender privar al niño de ese primer espacio de calor humano necesario para que configure y consolide su yo en la edad temprana en nombre de cualquier pretensión supuestamente ética o social superior, sería condenarlo a una personalidad débil e insegura que mendigará permanentemente la aceptación de los demás y buscará la dependencia sin poder llegar a ser nunca él mismo. Más aún, el Estado, suprema autoridad social, se creerá con derecho a usar y disponer de las personas, reducidas a una empobrecida condición de ciudadanos. Como decía Hegel: “Sólo en el Estado tiene el hombre existencia racional… El hombre debe cuanto es al Estado y solo en este posee su esencia. Todo el valor que el hombre tiene, toda su realidad espiritual, la tiene mediante el Estado… Podría decirse que el Estado es el fin, y los ciudadanos son sus medios.”

Entonces la persona será masa moldeable y manipulable. Quizás así pueda entenderse el afán de frivolizar y arruinar la interioridad de la familia por parte de unas u otras ideologías: si lo que interesa es poder disponer del individuo, saquémoslo del lugar sagrado; convirtamos lo privado e íntimo en público. El hombre entonces, se sentirá desarraigado y sin vínculos, a merced de los vientos de mercaderes e iluminados. A todo manipulador le estorba la familia.


   (Publicado en el semanario La Verdad el 17 de febrero de 2023)

viernes, 10 de febrero de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (56)

EL GRAN HERMANO EDUCADOR




En ocasiones anteriores hemos insistido en la necesidad de que las familias ejerzan su autoridad en el ámbito educativo y que asuman que tienen mucho que decir y hacer ante el establecimiento -imposición más bien- de las políticas educativas que tienen como objetivo a sus hijos e hijas. 

En la exhortación Familiaris consortio, S. Juan Pablo II advertía que “las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes y las instituciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y los deberes de la familia. En este sentido las familias deben crecer en la conciencia de ser «protagonistas» de la llamada «política familiar», y asumir la responsabilidad de transformar la sociedad; de otro modo las familias serán las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indiferencia.” (n. 44)

Por desgracia, lo que se decía en 1981 se ha cumplido. En parte por pasividad, en parte también porque en los últimos años los mensajes que se han multiplicado a través de publicaciones, producciones audiovisuales, medidas políticas y económicas, incluso en los propios ámbitos educativos (escuelas de magisterio por ejemplo), han puesto bajo sospecha al principio y han negado abiertamente después la capacidad de las familias para definir los proyectos educativos dirigidos a sus hijos e hijas.  

Abilio de Gregorio lo decía de manera precisa y verdadera: “Se ha pretendido extender entre los padres un sentimiento de incapacidad para educar a sus hijos -“A nosotros nadie nos preparó para ser padres...”, “educar hoy es muy difícil...”-. Durante un tiempo se han exhibido caricaturas de la intervención educadora de los padres modelo “Verano azul”, quién sabe si para justificar la necesidad de poner a los hijos en manos de los distintos “Chanquetes” que ofrecen las ideologías. Se niega abiertamente el derecho de los padres a elegir la educación que desean para sus hijos fuera del ámbito familiar. No faltan, incluso, quienes en un falso alarde de defensa de la familia preconizan medidas sociales de sustitución de la misma, como puede ser la de habilitar los centros escolares durante la mayor parte del día, todos los días de la semana y casi todos los meses del año, con el fin de que los padres pongan a sus hijos en manos de funcionarios.” Todo esto, añadimos, planificando un “estado de bienestar” para que los padres no tengan más remedio que salir fuera del hogar a trabajar para poder llegar a fin de mes o para mantener su nivel de vida. Tranquilos: mientras, el Gran Hermano cuida de nuestros hijos.

Se viene a sentenciar que es a la sociedad -a los gobernantes- a quien corresponde establecer cuál es el modelo de persona a formar en los centros escolares y aun en la misma familia, ya que esta solo sería una pieza secundaria de la sociedad. El Estado es la suprema autoridad ética y educativa y los padres quedan reducidos a meros usuarios del sistema.

Si además, paradójicamente, se considera subsidiaria del Estado cualquier iniciativa privada en materia de educación, como hizo la Ley Maravall (LODE) en 1985 (¿cabe mayor perversión o subversión de los principios y de las palabras que utilizarlos en el sentido justamente contrario de su significado?), parece lógico que los padres se conviertan por este camino en correas de transmisión de la voluntad de los gobernantes dentro de su propio hogar. 


      (Publicado en el semanario La Verdad el 10 de febrero de 2023)

viernes, 3 de febrero de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (55)

EDUCAR Y VIVIR AL TUNTÚN



En 2023 conoceremos los resultados de la última edición del Informe PISA que lleva a cabo la OCDE para evaluar las competencias de los jóvenes de 15 años al final de su etapa educativa obligatoria. Las pruebas pretenden medir “la evolución del conocimiento y las habilidades de los estudiantes en un contexto de proliferación de las TIC, y su capacidad para responder a las demandas de un mundo en constante cambio”.

La anterior edición se centró especialmente en la competencia lectora, clave de todo aprendizaje. Los resultados mostraban en general carencias muy llamativas. España y Navarra en particular reflejaban un nivel preocupantemente bajo, ambas por debajo del promedio global; España en el puesto 23 del conjunto, y Navarra en el 14 de entre las 17 comunidades españolas. 

Se nos dirá tal vez que no es culpa de la educación que tenemos, sino de la deriva social generalizada. Pero la educación no puede limitarse a ser un reflejo de las carencias sociales y culturales del momento, y mucho menos ha de contribuir a ellas. 

Los responsables de desarrollar y aplicar las leyes tienen en su mano tomar decisiones tendentes ante todo a la formación integral de niños y jóvenes, en la cual la comprensión lectora es una de las claves principales. Los educadores pueden y deben hacer mucho también. Debe preocupar asimismo que los padres ofrezcan tiempo y dedicación a sus hijos para leer y jugar con ellos, para hablar, para escuchar... Y en PISA hay también algunos indicadores que lo confirman.

Hace no mucho escribía Susanna Tamaro sobre la dificultad de asumir la función paterna con relación a los hijos e hijas adolescentes. Lo que decía vale para todos los responsables de la educación:

“La generación que hoy se asoma a la pubertad (a menudo formada por hijos únicos de padres separados que trabajan todo el día) es quizá la primera criada por niñeras electrónicas: televisión, videojuegos, redes sociales... 

            (…) Hay soledad, demasiada soledad entre estos adolescentes. Una soledad poblada de contactos y amigos virtuales, de distracciones y solicitaciones sonoras. Han crecido en un desierto de valores que los vuelve confusos y aburridos. Se diría que ninguno ha rozado jamás su núcleo esencial, que ninguno se ha formulado preguntas fundamentales sobre el significado de la vida: “¿Quién soy?”, “¿por qué estoy aquí?”, “¿qué está bien y qué está mal?”.

            Instar a los adolescentes, a responder a estas preguntas es quizá el primer paso que los adultos podemos dar para restablecer en ellos aquellas nociones de dignidad e integridad que, al crecer, tendrán que conquistar si no quieren verse expuestos a la humillación de una vida vivida ‘al tuntún’.”

El problema principal hoy no es que todos tengan acceso a las nuevas tecnologías, que hablen varios idiomas, que se capaciten para integrarse en el sistema productivo o que desarrollen eficazmente una mayor ambición por enriquecerse. El mayor problema es que las grandes cuestiones de la vida se están quedando fuera de la educación. A esto contribuye la actual fiebre utilitarista y la postergación de las humanidades y la formación religiosa en las recientes leyes de Educación. Y si, además, nuestros chavales no saben leer bien… 

Sería terrible que la educación se haya convertido en un seductor espejismo en medio de un “desierto de valores”, “de una vida vivida al tuntún”.


      (Publicado en el semanario La Verdad el 3 de febrero de 2023)