martes, 10 de febrero de 2015

LA INCONSISTENCIA DE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO SEGÚN HARALD EIA (Y LOS CIENTÍFICOS)



·      Confrontada con los resultados de la ciencia seria, la “teoría de la igualdad de género” queda en evidencia.
·      Un documental emitido por la televisión estatal de Noruega, el país que se precia de haberla llevado hasta sus últimas consecuencias, desmonta esta ideología.



            Aunque en España se ha conocido algún tiempo después, el impacto de la emisión en marzo de 2010 por la NRK (televisión estatal noruega) del documental de Harald Eia “La paradoja de la igualdad de género”, fue sorprendente: El gobierno de del país escandinavo, en una decisión contra todo pronóstico, decidió cerrar en 2011 el Instituto Nórdico de Género (NIKK), una agencia cuya función consistía precisamente en esparcir esa visión de la naturaleza humana que ha dado en llamarse “ideología de género”.

            Según esta ideología, como es sabido, las diferencias entre los géneros no son reales; no están enraizados en la biología, sino que son una construcción artificial impuesta por “la cultura”. Remozando los valores de esa cultura dominante, por medio de la intervención institucional, convenientemente ideologizada, se pueden borrar todos los “estereotipos”, como que las mujeres tengan que ser enfermeras y los hombres ingenieros, y no al revés, o en una perfecta paridad.

            El cierre del instituto tuvo una causa muy precisa: la emisión del documental del popular presentador noruego Harald Eia, que dejaba esa ideología en una pretensión voluntarista, sin conexión con la realidad.

            El reportaje “La paradoja de la igualdad de género” tiene como punto de partida la constatación de que hay determinadas profesiones hacia las que hombres o mujeres sienten una mayor inclinación.

            Harald Eia, reportero mordaz y además sociólogo, decide entrevistar a los responsables del Instituto Nórdico de Género (NIKK), y posteriormente a algunos científicos destacados, poniendo a la luz los argumentos de unos y de otros.

       El método y las conclusiones del documental son demoledores: En su documental, Eia realiza algunas preguntas inocentes a los principales investigadores y científicos de la NIKK. Luego transmite las respuestas a varios científicos de diversos lugares del mundo, sobre todo del Reino Unido y EE.UU. Las explicaciones de los sociólogos e ideólogos de la NIKK provocan incredulidad entre la comunidad científica internacional. Al parecer, la ideología no viene apoyada por ninguna investigación empírica.

            Ante las pruebas que demuestran que las diferencias de carácter entre hombres y mujeres tienen una causa no sólo social y cultural sino también biológica, los ideólogos de género apelan a la mera especulación: “pero si se hiciese tal cosa, o se hiciese tal otra, entonces…” Es un argumento inmune al contraste con la realidad, como ocurre en general con todas las utopías: prometen un paraíso futuro sólo existente en el mundo de las ideas. Lo inalcanzable de su meta les anima a no reconocer su error jamás -pues siempre habrá que ir un poco más allá-, y con el pretexto de alcanzarla algún día, se llevan por delante todo lo que se les interpone, empezando por la verdad científica.

            Prueba de ello es que cuando se muestra a los responsables del NIKK los resultados de estudios científicos que contradicen sus tesis, los ideólogos de género los descalifican sin más, eludiendo entrar en el intercambio de argumentos.

            Estos son los enlaces al programa de Harald Eia en la NRK, dividido en dos partes:


            1ª parte: https://www.youtube.com/watch?v=2sblNk2aPzE

            2ª parte: https://www.youtube.com/watch?v=Me3okdm0C1M








sábado, 7 de febrero de 2015

"CUANDO UN SEXO SUFRE, EL OTRO SUFRE TAMBIÉN" (Margaret Mead) HACIA UN NUEVO FEMINISMO



Una imagen artificial y forzada
Los grandes avances de la mujer en el mundo social y laboral en Occidente van acompañados en muchos casos por un perfil de mujer segura de sí misma –o que lo parece-, delgada en lo posible, ágil, inteligente, competitiva y ambiciosa, independiente, preocupada por su imagen, elegante y práctica al mismo tiempo, interesada en que su aspecto exterior sea la mejor tarjeta de presentación de alguien que se ha hecho a sí misma, una triunfadora. Y ello, en contraste con la penosa situación de las mujeres en los países aún no desarrollados, donde protagonizan las más graves consecuencias de la pobreza y de la indefensión.

Sin embargo, es dudoso que este perfil –desde luego estereotipado, pero sacado sin ningún esfuerzo de la imagen proporcionada por cientos de anuncios y mensajes comerciales, consultorios de revistas y otros escaparates mediáticos- haga justicia a la aspiración legítima de todo ser humano -de la mujer- a sacar lo mejor de sí misma, y a ver satisfechas sus más radicales aspiraciones en la vida, entre otras la de amar y ser personalmente amada. “Me pregunto, escribe la politóloga noruega Janne Haaland Matláry, qué sentirán al respecto las mujeres de otros países si nosotras, que vivimos en condiciones políticas y económicas relativamente buenas, nos consideramos tan insatisfechas.”


Un modelo inadecuado, para el hombre y para la mujer
Estamos ante un arquetipo diseñado por una civilización –la del humanismo androcéntrico del homo faber, médula de la modernidad- en la que falta, junto a una perspectiva moral bien fundada, nada menos que el corazón; o en la que éste, a lo sumo, se ha visto reducido a un sentimentalismo inestable. El protagonista de este mundo de valores era un hombre –varón- que había cifrado en el poder su argumento vital, y en el éxito a ultranza el sentido de su vida. Muchas mujeres, en el primer y segundo feminismo, han caído en la tentación de pensar que ese era también su camino.
Haaland escribe al respecto: “Por causa de los hijos, las mujeres pierden posiciones en su carrera profesional y rara es la vez que llegan a ocupar puestos directivos. Quienes lo consiguen suelen ser solteras, y además luchan con uñas y dientes para lograrlo. Estas pocas mujeres saben muy bien que en la verdadera competición tendrán que hacer frente a las estructuras organizativas y vínculos de clan de los hombres. De ahí que se conviertan en personas duras de carácter e imiten los modos de actuar masculinos, tratando de no perder excesivamente el equilibrio. Para competir con los hombres sencillamente tienen que demostrar que pueden hacer el mismo trabajo mejor que ellos.”


Un nuevo feminismo: igualdad en la diferencia
Nos hallamos ante la demanda de un nuevo modelo de feminismo, en fase de sistematización, basado en la reciprocidad e interdependencia entre los dos sexos y que propugne una igualdad en la diferencia. Que reivindique que ambos sexos deben estar simultáneamente presentes en el mundo de lo privado y de lo público y, a la vez que reclama más presencia de la mujer en la vida pública, considere igualmente necesaria una mayor presencia del varón en los asuntos domésticos y, sobre todo, en la educación de los hijos. Que, aceptada la distinción entre lo biológico y lo cultural en la configuración de la identidad sexual, niegue tanto una insostenible subordinación de la mujer al varón basada en una desigual naturaleza, como el que la atribución de todas las funciones y roles sociales a uno u otro sexo sea una mera  construcción cultural cambiable.



La perspectiva de género no sirve
    La lucha por la igualdad entre hombre y mujer implica para el neofeminismo el reconocimiento de que la mujer es diferente, y la exigencia de ser tratada de modo diferente. Aquí la diferencia no implica desigual dignidad ni inferioridad o sometimiento, ni antagonismo dialéctico, sino dependencia recíproca y complementariedad. Entre esas diferencias está, entre otras, el derecho de la mujer que trabaja fuera de casa a no ser víctima de discriminaciones, presiones indebidas o dificultades a causa de su maternidad.
Esta reflexión, ya desde finales del siglo XX, y reconociendo las aportaciones del feminismo “igualitario”, que se dirigían a la paridad funcional entre el hombre y la mujer, pone de manifiesto también que a ese planteamiento, y al mundo cortado por el patrón del “humanismo prometeico” de la modernidad economicista, les falta algo esencial: una antropología capaz de explicar en qué y por qué las mujeres son diferentes a los hombres, una comprensión mucho más profunda del significado de los términos masculino y femenino. En última instancia: una más honda visión de lo que significa ser humano, como varón y como mujer. Y el marxismo, el freudomarxismo y el existencialismo nihilista carecen de ella.
Elisabeth Badinter en su libro Por mal camino, escribe que la razón primera del feminismo fue la de instaurar la igualdad de sexos, pero no la de mejorar las relaciones entre hombres y mujeres. Esto no debe ser así, piensa. Porque para la mayoría de las mujeres sólo puede existir una mejora de su condición mediante una conquista de la igualdad que no ponga en peligro sus relaciones con los hombres. Y concluye: “No deja de ser verdad la aseveración de Margaret Mead: cuando un sexo sufre, el otro sufre también.”


Nuevo paradigma, nueva sociedad
Como afirma Janne Haaland, “la calidad de vida para la mujer se centra en estas dos cuestiones: en primer lugar, las soluciones a los problemas derivados de la organización de la familia y la vida profesional, tanto desde el ámbito práctico como desde la esfera política; y en segundo lugar, un profundo análisis de lo que significa el hecho de ser mujer”.
Es esta nueva visión, y la activa presencia de mujeres que aportan sus valores más específicos, la que puede convertir el ansiado desarrollo humano y sostenible en un nuevo modelo de feminismo y de sociedad, en el que sea posible la elevación integral de lo humano en el mundo, la consideración efectiva del valor y de la dignidad inalienables de cada persona   -hombre o mujer- y que, sin hacer caso omiso de las diferencias, haga posible y efectiva la construcción de una unidad natural, humana y humanizadora, de una verdadera solidaridad entre hombres y mujeres.

Hablamos de un nuevo modelo de feminismo: Un feminismo realmente inclusivo, que no postergue a los hombres por el hecho de serlo, que asuma que mujer y hombre, hombre y mujer, sólo pueden comprenderse y afirmarse en la complementariedad, la igual dignidad y la referencia mutua.


martes, 3 de febrero de 2015

LA IMPORTANCIA DE DAR

Hoy traigo sólo un enlace a un vídeo magnífico. 
Elocuente y que no necesita ser comentado, sino pensado y vivido, cada uno lo mejor que sepa y pueda.

Disfrutadlo, amigos. 





lunes, 2 de febrero de 2015

TOMÁS DE AQUINO Y EL FEMINISMO. UN APUNTE.


En las charlas que prodigan los y las expertas feministas, se suele reprochar el machismo de Santo Tomás de Aquino, como ejemplo elocuente de la teología católica y de su desprecio hacia la mujer. Conozco directamente algún caso. En concreto, suele atribuirse una frase a Santo Tomás: “La mujer es defectuosa y malnacida”.
Analicemos el asunto, con ayuda de un artículo vibrante y lúcido de Pato Acevedo, en su Blog La esfera y la cruz.
En la Suma Teológica, en la cuestión 92, art. 1, de la primera parte, titulado “el origen de la mujer", Tomás se pregunta: “Al producir (Dios) las primeras cosas, ¿debió o no debió ser hecha la mujer?".  
Para los que no conocen la estructura de la Summa, conviene anotar que cada tema que explora Tomás de Aquino en esta obra comienza listando las objeciones a la posición ortodoxa, luego se agrega un argumento de autoridad, después viene la respuesta de Santo Tomás al tema, y termina replicando a cada una de las objeciones.

En este caso, la primera objeción a que la mujer haya sido hecha junto con las primeras cosas, se toma de Aristóteles, que, como es sabido, es una de las grandes influencias del Santo:
“1. Dice el Filósofo en el libro De la generación de los animales: La mujer es un varón frustrado. Pero en la primera creación de las cosas no era conveniente que hubiera nada frustrado ni imperfecto. Por lo tanto, en la primera institución de las cosas no debió ser hecha la mujer.”

Por esta cita de Aristóteles, puede entreverse que la idea de la inferioridad de la mujer no proviene del cristianismo, sino que se remonta a los griegos, y no a cualquiera, sino al máximo representante de la filosofía clásica. En la respuesta a esta objeción encontramos un párrafo que suelen citar los detractores de Tomás de Aquino, tergiversando bastante las palabras por lo demás. Respondiendo a Aristóteles, Tomás dice exactamente:
“1. Considerada en relación con la naturaleza particular, la mujer es algo imperfecto y ocasional. Porque la potencia activa que reside en el semen del varón tiende a producir algo semejante a sí mismo en el género masculino. Que nazca mujer se debe a la debilidad de la potencia activa, o bien a la mala disposición de la materia, o también a algún cambio producido por un agente extrínseco, por ejemplo los vientos australes, que son húmedos, como se dice en el libro De la generación de los animales. 
Pero si consideramos a la mujer en relación con toda la naturaleza, no es algo ocasional, sino algo establecido por la naturaleza para la generación. La intención de toda la naturaleza depende de Dios, autor de la misma, quien al producirla no sólo produjo al hombre, sino también a la mujer.”

La clave para entender este párrafo se encuentra en reconocer que al escribir esto, Santo Tomás no está expresando un juicio religioso o de valor acerca de las mujeres, sino solamente constatando lo que pasaba por “hecho científico” en su época. Esto se confirma con la frase con que concluye esta explicación: “como se dice en el libro De la generación de los animales“.
En efecto, Tomás tiende siempre a escuchar lo que la razón dice acerca de los temas que trata. En este caso, la máxima autoridad científica del momento era a sus ojos Aristóteles. No debe extrañar que el enfoque de diversos temas se vea condicionado por el modo de tratarlos el filósofo griego. Llama la atención cómo de todos modos, la docrina cristiana -en la misma pluma del aquinate- a menudo reclama una revisión de ciertas concepciones científicas de aquella época.
Para entender de qué hablamos aquí, debemos recordar que en 1672 el anatomista (católico) holandés R. de Graaf postuló la existencia de los óvulos y su participación en el proceso reproductivo de los mamíferos, gracias a la invención a inicios del S. XVII del microscopio. Hasta esa época (cuatro siglos después de Santo Tomás) eran pocos los hechos claros acerca de la reproducción humana, y en cambio el proceso generativo de las plantas era ampliamente conocido y tomado como referencia.
En este contexto, no es de extrañar que la forma más natural de explicar la generación se sirviera de los vegetales, y así entendieran que, para producir un nuevo ser humano, la semilla del hombre debía encontrar un “suelo fértil” en el cuerpo de la mujer. De ahí también que se hable del hombre como “potencia activa” en el proceso.
Con esta idea en mente volvamos a repasar el párrafo, cuando dice:
“Porque la potencia activa que reside en el semen del varón tiende a producir algo semejante a sí mismo en el género masculino.” La lógica es simple: si planto una pepita de manzana, me sale un manzano; si un hueso de aceituna, un olivo; y si una semilla de hombre, un hombre. Pero a veces nace una mujer… La respuesta que ellos daban es que hubo un defecto en el proceso y por eso no resultó un hombre, sino una mujer. O dicho de otro modo: Que nazca mujer se debe a la debilidad de la potencia activa, o bien a la mala disposición de la materia, o también a algún cambio producido por un agente extrínseco, “por ejemplo los vientos australes, que son húmedos”. Lo que hace Santo Tomás no es emitir una tesis religiosa, sino enunciar un hecho científico errado.

Pero seguidamente, Santo Tomás repudia que esta conclusión científica tenga aplicación ante los ojos de Dios, cuando agrega:
“Pero si consideramos a la mujer en relación con toda la naturaleza, no es algo ocasional, sino algo establecido por la naturaleza para la generación. La intención de toda la naturaleza depende de Dios, autor de la misma, quien al producirla no sólo produjo al hombre, sino también a la mujer.”

Es decir, que Tomás pone a hombre y mujer en pie de igualdad, a pesar de la opinión de los científicos. Pero quizás venga bien, para hacer justicia al pensador medieval, reproducir lo que unas líneas más adelante escribe acerca de “si la mujer debió ser formada de una costilla del varón”. Responde así:

“Fue conveniente que la mujer fuese formada del varón. Primeramente, para significar que entre ambos debe darse un vínculo social. La mujer no debe “dominar sobre el varón”, en frase del Apóstol (San Pablo); por lo cual no fue formada de la cabeza. Ni tampoco debe el varón despreciarla como si le estuviera sometida servilmente, y por ello no fue formada de los pies. En segundo lugar, por razón del sacramento; pues del costado de Cristo muerto en la cruz brotaron los sacramentos, esto es, la sangre y el agua, mediante los cuales fue instituida la Iglesia.”

La rica acumulación de imágenes para venir a afirmar que la mujer es semejante al varón, ni superior ni inferior, sugiere la igual dignidad esencial y naturaleza de ambos en el pensamiento de Tomás de Aquino. El segundo argumento, de índole estrictamente teológica, pone de manifiesto la raíz y la vocación de ambos, mujer y varón, a constituir la unidad de un mismo 'cuerpo' completo basada en el amor de entrega de Cristo por su Iglesia y, de manera similar, del hombre por la mujer en la unidad del matrimonio.

Podrán o no compartirse este argumento y esta visión. Pero lo que no deben en manera alguna es desfigurarse.