CONCRETANDO: CÓMO CULTIVAR LA REFLEXIÓN
Todo valor humano puede y debe traducirse en actitudes y en hábitos en los que dicho valor se hace más concreto y visible, tangible incluso; tales disposiciones sirven además de patrón para la intervención del educador, y además son básicos en la formación del carácter.
Estas actitudes y hábitos deben fomentarse a través de actividades, modelos y pautas de comportamiento orientadas congruentemente en la misma dirección.
Concretando: ¿cómo podemos fomentar, así pues, los educadores la reflexión en nuestros hijos y alumnos? ¿Qué modos de actuar conviene fomentar? Veamos algunas pautas dirigidas a consolidar hábitos de reflexión mediante ciertas acciones y actitudes:
• No actuar de manera reactiva o impulsiva, en función de los estímulos de agrado y desagrado que se reciben, sino parándose a pensar antes de actuar, valorando qué es lo más conveniente y oportuno, apreciando el valor de lo que se va a hacer, la intención con la que se va a realizar y sus posibles consecuencias.
• En todo lo que se hace, se conoce o se emprende, dar la máxima importancia a buscar lo que merece más la pena: valores como la verdad y el bien, captar y suscitar la belleza.
• Aprender a distinguir la diferencia entre el valor aparente y engañoso de ciertas acciones, a pesar de que sean agradables o fáciles de realizar, y el valor auténtico de otras más costosas.
• Percatarse del valor que a corto y largo plazo pueden tener pequeños gestos, acciones, detalles o comportamientos. Tener con los demás detalles sencillos de delicadeza, gratitud, respeto, amabilidad… Caer en la cuenta de que cosas en apariencia tan pequeñas hacen la vida más amable y agradable a las demás personas.
• Es muy importante reflexionar de manera habitual acerca de lo ya realizado para sacar lecciones de cara al futuro; valorando la intención con la que se realizó, la rectitud y el contenido de lo hecho, el logro de los posibles objetivos, el esmero en la realización, la repercusión que ha tenido en otras personas, las consecuencias que se han seguido… De esta reflexión -de la propia experiencia, en suma- se nutre el aprendizaje con vistas a actuaciones futuras. Por eso es bueno no darlo todo hecho a los niños. A veces conviene dejar que se equivoquen y ayudarles después a reflexionar sobre ello.
• Coraje para asumir con sencillez y lealtad las consecuencias desagradables de las propias decisiones.
• Defender las propias opiniones y convicciones con argumentos y razonamientos adecuados, de forma respetuosa hacia las personas, y estar dispuestos a cambiarlas si se comprueba que están equivocadas.
• Tomar decisiones sin dejarse llevar solo por el propio interés, por la comodidad o por gregarismo, por el deseo inmediato de satisfacción o el estado de ánimo, sino juzgando y determinándose con sentido del deber, respetando a las personas y buscando el bien para los demás a la vez que para uno mismo.
• Adquirir sentido crítico ante los mensajes consumistas que de manera seductora presentan generalmente la publicidad y los medios de comunicación.
Conviene recordar que no basta con “decir lo que hay que hacer y cómo”, sino actuar, nosotros mismos, los educadores, de acuerdo con estos criterios… y con alegría. El educador, decía Foerster, solo puede esperar de la índole de sus educados lo que él mismo se esfuerza por conquistar en lucha consigo mismo cada día.
(Publicado en el semanario La Verdad el 21 de abril de 2023)