Magna reflexión de un maestro.
La recomiendo muy vivamante. ¡Es de "10.0"!
http://golondrinasaturdidas.blogspot.com/2011/12/defensa-de-la-memoria-y-el-olvido.html
sábado, 31 de diciembre de 2011
EDUCACIÓN Y ORDEN MORAL NATURAL
Para ejercer su libertad, el hombre debe superar… el horizonte del relativismo y conocer la verdad sobre sí mismo y sobre el bien y el mal. En lo más íntimo de la conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz lo llama a amar, a hacer el bien y huir del mal, a asumir la responsabilidad del bien que ha hecho y del mal que ha cometido. Por eso, el ejercicio de la libertad está íntimamente relacionado con la ley moral natural, que tiene un carácter universal, expresa la dignidad de toda persona, sienta la base de sus derechos y deberes fundamentales, y, por tanto, en último análisis, de la convivencia justa y pacífica entre las personas. (BENEDICTO XVI, Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2012)
Etiquetas:
Benedicto XVI,
conciencia,
crisis en la educación,
Jornada Mundial de la Paz,
ley moral natural,
libertad,
relativismo,
Verdad
miércoles, 28 de diciembre de 2011
VERDAD Y LIBERTAD: ORWELL LO VIO MUY BIEN
VERDAD Y LIBERTAD
¿Cuál es la mayor de las amenazas contra la libertad humana? En un intento de responder a esta cuestión, hemos de observar primero que si la plenitud de la libertad consiste en elegir el bien, suscitarlo, promoverlo, compartirlo..., lo primero, lo más determinante, es acertar con el verdadero bien. Es preciso distinguirlo de lo que lo enmascara, lo niega, lo finge o lo destruye. Y eso nos trae al viejo y decisivo problema de la relación entre la verdad y la libertad.
Georges Bernanos comparaba este asunto con ciertas formas de anemia profunda que terminaban por matar a los prisioneros de los campos de concentración nazis, meses después de liberados y a pesar de todos los cuidados. En su libro Libertad, ¿para qué?, el autor francés trae a colación aquel fenómeno para hablar de ciertas formas de “anemia espiritual”, como las llama, que aniquilan y asfixian la libertad en su misma raíz bajo la presión de sutiles y contundentes formas de totalitarismo. Para él la mayor amenaza contra la libertad no está en la opresión directa por parte del poder, sino en la indiferencia, en que no se llegue a estimar la libertad –con su coeficiente de riesgo y de esfuerzo- y se prefiera, por ejemplo, la comodidad, el lujo, el dinero o la tranquilidad.
El síntoma más generalizado de esta anemia espiritual es, apunta Bernanos, la indiferencia ante la verdad y la mentira. Y el instrumento que ha generalizado a su juicio esta indiferencia fundamental es, dice, la propaganda: el control de los medios de información, el poder inmenso de la persuasión publicitaria, el imperio absoluto de la opinión.
Podemos ciertamente meditar en el enorme alcance de estos recursos mediáticos del poder económico o del político, manejados por intenciones sin rostro. Pero Bernanos apunta más bien a otra vertiente, más radical, del problema: la renuncia a los grandes compromisos, y en concreto al compromiso con la verdad.
Y es que antes y más en el fondo que en la libertad de expresión, es preciso reparar en otra libertad más real, la libertad misma de pensar, de pensar verdaderamente. La pasión por la verdad va unida a la pasión por la libertad. Una libertad que no se apoye en la verdad de las cosas y en la verdadera dignidad del ser humano se convierte en una libertad fingida, virtual, es decir engañosa y falsa. Ernesto Renan solía decir con sarcasmo que en el siglo XVIII había libertad de pensamiento, pero se pensó tan poco que resultó innecesaria.
Hoy en día puede comprobarse que la “megapublicidad” persuade, de hecho, de cuanto quiere, y que cuanto propone es aceptado más o menos pasivamente de modo general. Es una manifestación clara del fenómeno social y moral de la masificación.
Pero la indiferencia ante la verdad que se da en el seno de este fenómeno, oculta un hondo cansancio, incluso -tomando una expresión del propio Bernanos- una especie de “asco por la facultad de juzgar”. Esta última no puede ejercerse sin cierto compromiso interior, porque quien juzga desde la verdad se compromete. Pero el hombre moderno, según sostiene el mismo autor, ya no se compromete porque no tiene nada que comprometer; es como un motor al que ciertamente no falta ninguna pieza, pero que no se alimenta porque no hay gasolina en el depósito. Y quien se inclina lo mismo a lo verdadero que a lo falso, concluye, está maduro para caer en cualquier tiranía.
Renunciar a una libertad arraigada responsablemente en la verdad, más que un sacrificio es una costumbre que simplifica la vida terriblemente. El mayor enemigo de la libertad es el que llevamos en nosotros mismos. Algo en el ser humano quiere la libertad, pero algo en él la rechaza o siente su ejercicio como algo difícil, demasiado cargado de responsabilidades, algo que la aborrece, que se cansa. Es más fácil ser esclavo que libre, y es más fácil también luchar por la libertad que vivir en ella, porque hay que apuntalarla en la verdad y darle un sentido, un para qué consistente. Y desde ese momento nos vemos vinculados, obligados, comprometidos. Por eso es más simple dejarse llevar.
No puede extrañar por eso que los asesinos de los regímenes totalitarios se reclutasen entre hombres así, hombres grises, simplificados. En casos análogos, es el Poder, o el partido, la moda o la mayoría, como el Gran Hermano de Orwell, quien decide las injusticias que deben indignar y las que deben dejar indiferente, lo que ha de tolerarse y lo que no. Este imperio de la opinión, en el que la verdad depende de quien la diga y del modo en que lo hace, crea un tipo de ciudadano perfectamente dúctil a toda forma de totalitarismo.
En 1984, George Orwell se plantea con fiereza la posibilidad de que la verdad fuera una decisión de los fuertes, del sistema. ¿Quién, por consiguiente, podría negar que dos y dos fueran cinco si así lo establecía un poder por encima del cual no hay nada? ¿Quién puede defender en ese caso a sus víctimas?:
“Se preguntó... si no estaría loco. Quizás un loco era sólo una “minoría de uno”. Hubo una época en que fue señal de locura creer que la tierra giraba en torno al sol: ahora era locura creer que el pasado era inalterable... Pero la idea de ser un loco no le afectaba mucho. Lo que le horrorizaba era la posibilidad de estar equivocado.
(...) Al final, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y habría que creerlo. Era inevitable que llegara algún día al dos y dos son cinco. La lógica de su posición lo exigía. Su filosofía negaba no sólo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común. Y lo más terrible no era que le mataran a uno por pensar de otro modo, sino que pudieran tener razón. Porque, después de todo, ¿cómo sabemos que dos y dos son efectivamente cuatro? O que la fuerza de la gravedad existe. O que el pasado no puede ser alterado. ¿Y si el pasado y el mundo exterior sólo existen en nuestra mente y, siendo la mente controlable, también pueden controlarse el pasado y lo que llamamos la realidad?
¡No, no!, a Winston le volvía el valor (...) Había que defender lo evidente. El mundo sólido existe y sus leyes no cambian. Las piedras son duras, el agua moja, los objetos faltos de apoyo caen en dirección al centro de la Tierra...
Con la sensación (...) de que anotaba un importante axioma, escribió:
La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados.”
(G. ORWELL, 1984. Parte 1ª, VII)
La verdad es peligrosa para el poder absoluto y totalitario, para los enemigos de la libertad. La verdad descalifica el voluntarismo nihilista de los superhombres. Pero la libertad verdadera no es una simple liberación de ataduras, sino una resuelta voluntad de vivir para difundir el bien y la justicia. En el fondo, el relativista, el burgués o el pasota tal vez no sean mejores tipos que el superhombre.
“LA LIBERTAD ES PODER DECIR QUE DOS MÁS DOS SON CUATRO”
“ -Pero, ¿cómo van ustedes a evitar que la gente recuerde lo que ha pasado? –exclamó Winston olvidando de nuevo el martirizador eléctrico-. Es un acto involuntario. No puede uno evitarlo. ¿Cómo vais a controlar la memoria? ¡La mía no la habéis controlado!
O’Brien volvió a ponerse serio. Tocó la palanca con la mano.
-Al contrario –dijo por fin-, eres tú el que no la ha controlado y por eso estás aquí. Te han traído porque te han faltado humildad y autodisciplina. No has querido realizar el acto de sumisión que es el precio de la cordura. Has preferido ser un loco, una minoría de uno solo. Convéncete, Winston; solamente el espíritu disciplinado puede ver la realidad. Crees que la realidad es algo objetivo, externo, que existe por derecho propio. Crees también que la naturaleza de la realidad se demuestra por sí misma. Cuando te engañas a ti mismo pensando que ves algo, das por cierto que todos los demás están viendo lo mismo que tú. Pero te aseguro, Winston, que la realidad no es externa. La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio. No en la mente individual, que puede cometer errores y que, en todo caso, perece pronto. Sólo la mente del Partido, que es colectiva e inmortal, puede captar la realidad. Lo que el Partido sostiene que es verdad es efectivamente verdad. Es imposible ver la realidad sino a través de los ojos del Partido. Este es el hecho que tienes que volver a aprender, Winston. Para ello se necesita un acto de autodestrucción, un esfuerzo de la voluntad. Tienes que humillarte si quieres volverte cuerdo.
Después de una pausa de unos momentos, prosiguió:
-¿Recuerdas haber escrito en tu Diario: “la libertad es poder decir que dos más dos son cuatro?”.
-Sí –dijo Winston.
O’Brien levantó la mano izquierda, con el reverso hacia Winston, y escondiendo el dedo pulgar extendió los otros cuatro.
-¿Cuántos dedos hay aquí, Winston?
-Cuatro.
-¿Y si el Partido dice que no son cuatro sino cinco? Entonces, ¿cuántos hay?
-Cuatro.
La palabra terminó con un espasmo de dolor. La aguja de la esfera había subido a cincuenta y cinco. A Winston le sudaba todo el cuerpo. Aunque apretaba los dientes, no podía evitar los roncos gemidos. O’Brien lo contemplaba, con los cuatro dedos todavía extendidos. Soltó la palanca y el dolor, aunque no desapareció del todo, se alivió bastante.
-¿Cuántos dedos, Winston?
-Cuatro.
La aguja subió a sesenta.
-¿Cuántos dedos, Winston?
-¡¡Cuatro!! ¡¡Cuatro!! ¿Qué voy a decirte? ¡Cuatro!
La aguja debía de marcar más, pero Winston no la miró. El rostro severo y pesado y los cuatro dedos ocupaban por completo su visión. Los dedos, ante sus ojos, parecían columnas, enormes, borrosos y vibrantes, pero seguían siendo cuatro, sin duda alguna.
-¿Cuántos dedos, Winston?
-¡¡Cuatro!! ¡Para eso, para eso! ¡No sigas, es inútil!
-¿Cuántos dedos, Winston?
-¡Cinco! ¡Cinco! ¡Cinco!
-No Winston; así no vale. Estás mintiendo. Sigues creyendo que son cuatro. Por favor, ¿cuántos dedos?
-¡¡Cuatro!! ¡¡Cinco!! ¡¡Cuatro!! Lo que quieras, pero termina de una vez. Para este dolor (...)
Tardas mucho en aprender, Winston –dijo O’Brien con suavidad.
-No puedo evitarlo –balbuceó Winston-. ¿Cómo puedo evitar ver lo que tengo ante los ojos si no los cierro? Dos y dos son cuatro.
-Algunas veces sí, Winston; pero otras son cinco. Y otras, tres. Y en ocasiones son cuatro, cinco y tres a la vez. Tienes que esforzarte más. No es fácil recobrar la razón.”
domingo, 25 de diciembre de 2011
ESTO (ESO) TIENE QUE CAMBIAR
POR UNA ENSEÑANZA DE VERDAD INCLUSIVA, IMPULSORA DE LA EXCELENCIA
La crisis en educación es, sobre todo, crisis de educadores, también en la familia
MUY FELIZ NAVIDAD
Para todos mis amigos, desde lo profundo del corazón: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad
Muy feliz Navidad
viernes, 23 de diciembre de 2011
lunes, 19 de diciembre de 2011
Golondrinas aturdidas: Golondrina sin alas, por Fernando Carbajo
OS ENLAZO ESTA REFLEXIÓN, MAGNÍFICA, MAYÚSCULA, PROPIA DE UN ALMA GRANDE:
Golondrinas aturdidas: Golondrina sin alas
Golondrinas aturdidas: Golondrina sin alas
EL CABALLO ESTABA DENTRO. Una reflexión socrática acerca de la educación
Autor: JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO
Cuentan que un pequeño vecino de un gran taller de escultura, entró un día en el estudio del escultor y vio en él un gigantesco bloque de piedra.
Y que, dos meses después, al regresar, encontró en su lugar una preciosa estatua ecuestre. Y volviéndose al escultor, le preguntó: "Y cómo sabías tú que dentro de aquel bloque había un caballo?".
La frase del pequeño era bastante más que una "gracia" infantil.
Porque la verdad es que el caballo estaba, en realidad, ya dentro de aquel bloque. Y que la capacidad artística del escultor consistió precisamente en eso: en saber ver el caballo que había dentro, e irle quitando al bloque de piedra todo cuanto le sobraba. El escultor no trabajó añadiendo trozos de caballo al bloque de piedra, sino liberando a la piedra de todo lo que impedía mostrar el caballo ideal que tenía en su interior. El artista supo "ver" dentro, lo que nadie veía. Ese fue su arte.
Pienso todo esto al comprender que con la educación de los humanos pasa algo parecido. ¿Han pensado ustedes alguna vez que la palabra "educar" viene del latín "edúcere", que quiere decir exactamente: sacar de dentro? ¿Han pensado que la verdadera genialidad del educador no consiste en "añadirle" al niño las cosas que le faltan, sino en descubrir lo que cada pequeño tiene ya dentro al nacer y saber sacarlo a la luz?
Me parece que muchos padres y educadores se equivocan cuando luchan para que sus hijos se parezcan a ellos o a su ideal educativo o humano. Padres que quieren que sus hijos se parezcan a Napoleón, a Alejandro Magno o al banquero que triunfó en la vida entre sus compañeros de curso. Pero es que su hijo no debe parecerse a Napoleón ni a nadie. Su hijo debe ser, ante todo, fiel a sí mismo. Lo que tiene que realizar no es lo que haya hecho el vecino, por estupendo que sea. Tiene que realizarse a sí mismo y realizarse al máximo. Tiene que sacar de dentro de su alma la persona que ya es, lo mismo que del bloque de piedra sale el caballo ideal que dentro había.
Ser hombre no es copiar de fuera. No es ir añadiendo virtudes que son magníficas, pero que tal vez son de otros.
Ser hombre es llevar a su límite todas las infinitas posibilidades que cada humano lleva ya dentro de sí. El educador no trabaja como el pintor, añadiendo colores o formas. Trabaja como el escultor, quitando todos los trozos informes del bloque de la vida y que impiden que el hombre muestre su alma entera tal y como ella es.
Y los muchachos tienen razón cuando se rebelan contra quienes quieren imponerles modelos exteriores. Aunque no la tienen cuando se entregan no a lo mejor de sí mismos sino a su comodidad y a su pereza, que es precisamente el trozo de bloque que les impide mostrar lo mejor de sí mismos.
Un buen padre, un buen educador es el que sabe ver la escultura maravillosa que cada uno tiene, revestida tal vez por toneladas de vulgaridad. Quitar esa vulgaridad a martillazos -quizá muy dolorosos- es la verdadera obra del genio creador.
(Debo este texto a mi buen amigo Fernando Carbajo, maestro de golondrinas cuyas alas también están dentro)
viernes, 16 de diciembre de 2011
jueves, 15 de diciembre de 2011
ALGO DE RISAS PARA VARIAR
sábado, 10 de diciembre de 2011
LA PRESENCIA DE LOS PADRES (VARONES)
Aunque la foto se comenta por sí misma -un padre llevando a su hijo de la mano y enseñándole con entusiasmo a correr en una competición, estupenda metáfora del educador-, quiero hacer una llamada de atención sobre un dato que aunque es conocido, no ha sido ni suficientemente divulgado ni adecuadamente atendido. Me refiero al fracaso escolar CLAMOROSO que registran los varones, desde los últimos cursos de Primaria en adelante.
En España, en 4º de la ESO, hay una diferencia de más de 14 puntos porcentuales entre el rendimiento escolar de las chicas y de los chicos.
El pasado año, el Consejo Escolar del Estado realizó una investigación cuyos resultados son más que concluyentes. No obstante, no se ha trabajado lo suficiente acerca de las causas del fracaso de los muchachos. (Por cierto, alguien me ha dicho que las representantes de organizaciones feministas participantes en el Consejo Escolar se oponían a la difusión de estos datos).
Llevamos años padeciendo una campaña muy poco sensata a favor de la "igualdad de la mujer", en la que se pretende 'visibilizar' su aportación a todos los niveles -eso me parece muy bien: viva mi madre, y mis amigas...-, pero también, indirectamente más bien, se afea a los chicos el serlo. Sí, el ser chicos.
La discriminación "positiva" está resultando muy negativa en este caso, y alguien tiene que decirlo.
El patrón que los medios de difusión, las series de TV y el cine ofrecen de forma habitual, es el de chicos que van mal en los estudios, más bien asilvestrados y a los que las chicas adoran en general. A los chicos que van bien en los estudios se les presenta más bien como "raritos", feminoides y dignos de compasión...
La feminización de la enseñanza hace que los chicos (y, de paso, digamos que tampoco las chicas) no encuentren muchos ejemplos ni referentes masculinos de entidad. Y muchas veces la ausencia del varón entre el profesorado se deja sentir en el modo en que se trabaja en los centros escolares: cómo se enfocan los currículos, qué valores se ensalzan o vituperan, falta de firmeza en muchas situaciones en las que la convivencia se resiente...
Y en la familia, también se echa de menos al varón, en tanto que varón (me refiero al padre, obviamente).
El resultado es la falta de peso y de poso en el carácter de muchos varones, incapaces de afrontar compromisos estables -especialmente en lo afectivo-, poco resilientes (¡!), pero también poco generosos, y poco respetuosos con las chicas y con la mujer como tal.
Además, a lo largo de la adolescencia, las chicas maduran antes, de forma que en las actividades escolares, en el comportamiento en clase y en general en los escenarios educativos, salvo excepciones, suelen tener mucho más éxito que los chicos, que suelen ser más infantiles, y compensan su desventaja con comportamientos y actitudes más cercanas a la fuerza física, a lo violento, a la grosería y la salida de tono..., evidentemente más inmaduras. Al chico "educado" a menudo se le acosa.
No es sólo cuestión de separarlos, sin más. Es algo más sutil... Tienen que aprender a ser varones.
Y no sólo es cuestión de ellos. Es que las chicas también tienen que aprender a ser chicas -femeninas- "ante" el varón.
Pero ¿quién sabe en qué consiste eso? ¿Y quién se lo enseñará, a unos y a otras?
Es preciso recuperar la figura masculina de referencia en la educación: en la familia y en la escuela principalmente. Bart Simpson no es un modelo de joven a imitar, precisamente (y menos aún su padre, el pobre Homer, prototipo del antieducador).
Es preciso recuperar la figura masculina de referencia en la educación: en la familia y en la escuela principalmente. Bart Simpson no es un modelo de joven a imitar, precisamente (y menos aún su padre, el pobre Homer, prototipo del antieducador).
La igualdad entre el hombre y la mujer es de naturaleza y de dignidad (y por lo tanto de derechos fundamentales y cívicos, claro). Hasta ahí.
Pero es bueno que también se tengan en cuenta y se cultiven las diferencias que hacen que hombre y mujer, mujer y hombre, se complementen y se enriquezcan recíprocamente.
Bueno, ya lo he dicho. Es que estoy harto de tanta "corrección política", es decir, de tanta estupidez -en sentido etimológico- compartida. A.J.
martes, 6 de diciembre de 2011
lunes, 5 de diciembre de 2011
LA FUERZA DE LA TERNURA
Mi buen amigo José María Anglés ha recomendado en fbk este artículo, aparecido en 'La Vanguardia', de Antoni Puigverd. Magnífico. Os lo enlazo:
http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20111205/54239845616/antoni-puigverd-la-fuerza-de-la-ternura.html
http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20111205/54239845616/antoni-puigverd-la-fuerza-de-la-ternura.html
domingo, 4 de diciembre de 2011
Atrevámonos a pensar
Nada hay más comprometedor que encontrarse con la verdad. Por eso hoy muchos niegan que podamos hallarla.
Con opiniones -relativismo- no se educa a las personas.
Pero sí es fácil manipularlas.
-Si sólo hay opiniones, las posturas sólo se pueden dilucidar con la fuerza-
Tengamos el coraje, el valor, de buscar la verdad en todo, con afán, con pasión. Con honestidad.
Atrevámonos apensar con rigor y con libertad.
El emotivismo moral es tramposo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)