jueves, 26 de junio de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (143)

UNA EDUCACIÓN PARA LA RESPONSABILIDAD



Saquemos conclusiones. En un tiempo de emotivismo, de consumismo y de presentismo, frente a la dependencia suscitada por la influencia de los dispositivos en la vida y la educación de niños y jóvenes, es preciso orientar la intervención educativa hacia el cultivo de una personalidad rica, estable y perseverante, basada en criterios sólidos, en principios éticos claros y nobles. 

Es muy importante que los padres sepan detectar en los hijos los síntomas de una posible dependencia, también de las “drogas digitales”; por ejemplo, que estén pendientes del móvil de forma permanente y consultarlo sin parar; o que, cuando se olvidan el teléfono en casa o se quedan sin batería, sin cobertura o sin fondos en la tarjeta de prepago, manifiesten ansiedad y desasosiego; o, si se ve privado del móvil contra su voluntad, que pueda producirse un síndrome de abstinencia psicológica y física, patente en comportamientos de angustia, ansiedad, irritabilidad o nerviosismo. 

Es bueno saber todo esto, ciertamente, como lo es evitar el uso de los dispositivos y de internet tempranamente, antes de la adolescencia. Pero aún es más importante que educadores y padres sepan hacia dónde deben orientar su ayuda y sus intervenciones educativas.

El adecuado uso de los dispositivos frente a la hiperinformación y las falsedades que bombardean nuestras pantallas y dispositivos desde Internet; el triunfo frente a un entorno poderoso que busca atrapar la atención y llevarla hacia un consumo desmedido o hacia intereses inadecuados, requieren por parte de los padres y de los educadores una intervención resuelta y urgente para ayudar a vigilarse a uno mismo, para tender a la mejora personal mediante la adquisición y el ejercicio de hábitos positivos, para desarrollar una personalidad más madura. 

Hablamos de personas que aun prefiriendo cosas que apetecen o que están de moda, se paran a pensar, valoran lo que van a hacer o están haciendo, y optan por lo mejor. Hace unos días, el actor Jean Reno comentaba en una entrevista: “¿Qué les pasa a los jóvenes? Muchos son unos ignorantes atrapados en una pantalla. Ahora hay menos atención al talento, está claro. Se lo digo siempre a mis hijos. Todo está destinado al consumo.”

Ha escrito Viktor Frankl que, a diferencia del animal, el ser humano carece de instintos que le digan lo que tiene que hacer, y a diferencia de épocas pasadas, el hombre actual ha olvidado en nuestros días las tradiciones que le indicaban lo que tenía que ser. Y así ocurre que, o bien solo quiere lo que los otros hacen (conformismo), o bien solo hace lo que otros quieren de él (totalitarismo). Por ello, concluye, la educación actual ha de tender, por un lado, a transmitir conocimientos, y por otro a afinar la conciencia; ha de ser una educación para la responsabilidad: “Si no queremos quedar sepultados bajo esta oleada de incentivos, si no queremos hundirnos en una total promiscuidad, entonces tenemos que aprender a distinguir entre lo que es esencial y lo que no lo es, entre lo que tiene sentido y lo que no lo tiene.”

Así pues, mediante un adecuado y cordial acompañamiento personal, con la palabra y el ejemplo, es decisivo ofrecer una escala de valores correcta y una adecuada formación de la voluntad. No olvidemos además un recurso lleno de valor que funciona infaliblemente: salir de sí mismo ayudando a los demás. 

(Publicado en el semanario La Verdad el 20 de junio de 2025)

viernes, 20 de junio de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (142)

ADICTOS (II): EL PELIGRO DE LA PORNOGRAFÍA


Dejar un vicio no es fácil, requiere mucho esfuerzo y trabajo personal. Pero puede superarse, se puede salir de ahí. A diferencia de las drogas, el hábito de la pornografía tiene un periodo de recuperación menos severo, pero de todas formas es un proceso arduo, requiere perseverancia y compañía. ¿Cómo pueden los padres intervenir al respecto?

Es fundamental reconocer que dejar un vicio requiere fuerza de voluntad, constancia y apoyo. Aunque el proceso de recuperación puede ser más rápido que en otras adicciones sigue siendo desafiante y requiere perseverancia.

Lo ideal es actuar mucho antes, de manera preventiva, para que los hijos desarrollen una estabilidad emocional y una sana autoestima. Ello requiere estar presentes física y emocionalmente, sin agobiar, de forma natural, desde la primera infancia hasta la adolescencia: que sea habitual hablar juntos de muchas cosas, tanto trascendentes como intrascendentes, favoreciendo una comunicación natural y fluida. Dedicarse tiempo para estar juntos, escucharse, cambiar impresiones, comentar acontecimientos, aportar juicios de valor… Una vez que esto se da, es más sencillo trasladar con palabras y con el ejemplo una forma de valorar a las personas de ambos sexos con respeto y delicadeza. Los hijos deben percibir en sus padres un trato afable y respetuoso, que les sirva como referencia para sus propias relaciones y para valorar a las demás personas.

Cuando los hijos se acercan a la pubertad, es importante hablar con ellos sobre el sexo y la afectividad, abordando posibles informaciones o actitudes inadecuadas que puedan haber recibido. Este diálogo debe ser claro, afectuoso y sin prejuicios, anticipándose en lo posible a posibles situaciones problemáticas. Es preferible anticiparse a llegar demasiado tarde. El propósito es que si ellos ven escenas inadecuadas de tipo sexual o escuchan alusiones, comentarios o juicios inconvenientes, no tengan problema en comentarlo y en pedir criterio o consejo al respecto. También es muy importante conversar acerca de las malas compañías.

Es esencial transmitir que se desaprueban las malas conductas pero no a la persona, para garantizar que se sientan aceptados y motivados para cambiar, llegado el caso. 

Si ya se ha desarrollado un hábito, es básico hacerles entender que la pornografía afecta el cerebro produciendo dopamina en grandes cantidades, lo que modifica las conexiones neuronales, distorsiona el pensamiento y dificulta la toma de decisiones. Este impacto puede causar un comportamiento dependiente, poco razonable y más rudo en las relaciones. Reconocer la gravedad del problema y buscar ayuda son los primeros pasos hacia el cambio.

Cuando se descubre que un hijo está viendo pornografía, es importante actuar con calma, corregir la conducta y evitar generar vergüenza o culpa excesiva, para mantener la confianza y el diálogo abierto. Más que culpabilizar por las conductas negativas, lo efectivo es fomentar hábitos positivos que motiven cambios duraderos: ayudar a otras personas en dificultad, por ejemplo.

El proceso de superar un vicio o una adicción no es inmediato. Las recaídas son parte esperada del progreso y no deben interpretarse como fracasos. Lo importante es tener la disposición de volver a empezar y mantener un enfoque constante en construir una vida más saludable y con mejores decisiones. En resumen, la prevención, el apoyo familiar, la educación emocional y la perseverancia son fundamentales para abordar el peligro de la pornografía. Cambiar conductas no deseadas requiere empatía, paciencia y confianza en que siempre es posible comenzar de nuevo.

(Publicado en el semanario La Verdad el 13 de junio de 2025)

martes, 10 de junio de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (141)

ADICTOS (I)



Por supuesto, no todo en las redes sociales es negativo o peligroso. Hay quien insiste en ciertas consecuencias positivas, como que los jóvenes experimentan un mayor “apoyo emocional” ante situaciones difíciles o que encuentran en ellas un cauce para expresar sus opiniones. Pero haciendo un balance de pros y contras desde el punto de vista educativo, no está de más llamar la atención sobre los cambios sociales y las consecuencias nada positivas que se vienen observando.

Hemos hablado ya de la preocupación por la propia imagen y algunas de sus secuelas. Instagram, entre otras redes favorecen la configuración de una autoestima basada en la imagen física y la frustración consiguiente en chicas y chicos adolescentes por la comparación con las “vidas ideales”, a menudo falsas, que otros muestran en sus perfiles, provocando una espiral de “postureo” generalizado. 

Cuando cientos o miles de personas nos están observando, la preocupación por quedar bien o ser popular puede volverse asfixiante. El cerebro y la sensibilidad de un adolescente son muy susceptibles a las críticas y a la exigencia de perfección que suelen difundirse por las redes. Debido a una mayor producción de dopamina en el cerebro, los adolescentes tienden a buscar sensaciones nuevas de forma inmediata y creciente. Y así, la búsqueda de satisfacción lleva a valorar más el goce inmediato que los riesgos. 

No son pocos quienes se obsesionan con ser aplaudidos por un alto número de seguidores y admiradores y que, por la misma razón, se vienen abajo o se descontrolan si tal cosa no ocurre. Los alicientes efímeros en los que a menudo se pone la ilusión o se busca un escape dejan un oscuro reguero de frustración, desencanto e inestabilidad, como se aprecia por ejemplo en la aleccionadora serie británica “Adolescencia”, mencionada con anterioridad.

Es fundamental aceptar y amar a los hijos con sus imperfecciones, y que ellos lo experimenten así. Esto puede evitar problemas de imagen corporal vinculados a las redes. Aunque tampoco estaría de más que los padres se examinen también para comprobar si ellos mismos los sufren, porque si los padres se comparan constantemente con lo que ven en las redes, este patrón se contagiará fácilmente a sus hijos. Es importante que la obsesión por el aspecto físico o el qué dirán no se vea fomentada por quienes son sus referentes educativos.

Otro de los comportamientos ligados a Internet más preocupantes es la adicción al juego. Se caracteriza por la pérdida de control, la dependencia emocional respecto al juego y la interferencia grave en la vida cotidiana y en las relaciones. Se asegura que en España apuestan on-line casi el 20 por ciento de los menores, y que suelen empezar hacia los 13 años. Aunque ello está prohibido a menores, muchos acceden a Internet utilizando identidades falsas. 

Es una práctica tristemente frecuente también el acceso a la pornografía (muy precoz, en torno a los 10 u 11 años), y las consecuencias negativas que conlleva. Su difusión y la consiguiente comercialización y banalización del cuerpo han sido muy favorecidas por un uso desequilibrado de Internet. Se puede llegar a adquirir así un hábito pernicioso y hasta una conducta compulsiva, una adicción. A esto hay que añadir la degradación moral derivada de un comportamiento erótico reactivo y de considerar a las personas como meros objetos de deseo, de usar y tirar. (Continuará)

 (Publicado en el semanario La Verdad el 6 de junio de 2025)

miércoles, 4 de junio de 2025

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (140)

ESCLAVOS DE LA PROPIA IMAGEN


Dismorfia corporal: la obsesión con uno o más detalles físicos que el  confinamiento puede acrecentar 


Es un hecho que las redes repercuten en la formación de la personalidad de los jóvenes ya que canalizan el modo en que muchos acceden al “mundo exterior”, construyen sus relaciones, expresan sus opiniones o forman su autoconcepto y autoestima. Seguramente no se podrá evitar que antes o después utilicen las redes sociales, por ello es esencial que antes tengan madurez suficiente para no ser arrastrados por la engañosa escala de valores propuesta generalmente en ellas, y por la imagen idealizada y falsa que muchas personas exhiben de sí mismas, reforzando una visión del propio cuerpo e imagen como objeto expuesto a la validación de los demás. 

A propósito de la propia imagen viene a cuento el movimiento de aceptación corporal (“body positivity”),boyante en la última década, cuya pretensión inicial era que todos se sintieran incluidos. Pero su lucha no ha venido a serlo tanto por la autoaceptación personal del cuerpo tal como es, como para que la cultura de consumo audiovisual acepte entre sus cánones otras figuras. Busca a la postre que todos los cuerpos (delgados, obesos, etc.) sean vistos como hermosos, como deseables. 

La idea de que el valor del cuerpo radica en cómo se ve, es en realidad la misma que impulsa a quienes lo alteran con bótox o ácido hialurónico, la de que la persona vale por su apariencia. Que determinadas personas con sobrepeso intenten justificar las decisiones (o no decisiones) que pudieron conducirles a esa condición, intentando “naturalizar” su figura y evitando sentirse culpables, sigue teniendo que ver con el “qué dirán”. 

Que la batalla del body positivity se librara en las redes sociales influyó mucho en este enfoque centrado en la apariencia. Las redes han multiplicado la presión social y una alta exigencia en cuanto al aspecto físico. Hoy todo el mundo tiene que ser guapo y muchos piensan que si no lo son no van a gustar y no los van a querer. Ello manifiesta la relación cada vez más estrecha entre “vida digital” y salud emocional.  

Los canales de influencers dedicados al cuidado estético personal y los servicios relacionados con la estética –gimnasios, intervenciones quirúrgicas, apps– crecen exponencialmente. Muchos comparten con sus seguidores sus rinoplastias, aumento o reducción de pecho o nalgas, relleno de labios o sesiones de bótox para prevenir las arrugas, lanzados a una carrera patológica para luchar contra el paso y los efectos del tiempo. Y entre tanto, el mercado de la belleza, el fitness, la nutrición saludable y la cirugía estética miran satisfechos sus cuentas de resultados.

Estas obsesiones están muy relacionadas con la falta de aceptación de uno mismo, con la preocupación excesiva por cómo nos ven los demás. Pero lo más importante de verdad no consiste en cómo se ve uno mismo o le ven los demás, sino en gozar de una mejor salud emocional; a la vez que también vascular, del dolor en las rodillas y en los talones, de dormir bien y tener más energía y serenidad… 

Es preciso sobre todo entender que no sólo somos imagen, y llenar la vida de cosas más valiosas: de amigos, familia, intereses culturales, valores auténticos… La amistad se inicia en un encuentro personal y reclama tiempo, paciencia, respeto, dedicación, generosidad. No entiende de prisas. La vida online quita tiempo a la interacción en la vida real: en realidad “nos quita vida”.

(Publicado en el semanario La Verdad el 30 de mayo de 2025)