martes, 17 de enero de 2012

EDUCACIÓN PARA UN TIEMPO DE CRISIS (III)

2.- Educar, convivir, acoger: personalizar socializando

Uno de los aspectos esenciales del proceso educativo es la paulatina integración de la persona, a la vez receptiva y creativa, en ámbitos de encuentro y de convivencia que la enriquezcan, empezando por la familia en la que es llamada a la existencia. 


       Para la persona humana, vivir es convivir y ser responsable de la vida. Las relaciones interpersonales son el verdadero escenario, más aún, el argumento y el motor de la existencia humana. 


        El conocimiento de sí mismo como un yo significativo, irreductible a todo lo demás, aprende a adquirirlo el ser humano al experimentar que es conocido y valorado por otra persona como “alguien” único e irrepetible. Todo ser humano necesita el reconocimiento ajeno para la formación de la idea que tiene de sí mismo. La relación interpersonal es un ámbito de encuentro donde la vida del hombre y la mujer adquieren perfil y rostro personal.

 Cuando un ser humano se halla a la intemperie, en el sentido físico, pero aún más en el sentido afectivo y personal, tiende a buscar cobijo, abrigo, protección y seguridad. En este segundo sentido, esta indigencia encuentra su remedio en un ámbito de afecto personal donde se puede “estar” porque la amistad o la familiaridad, pongamos por caso, brindan un medio connatural destinado a mantener o avivar el calor de la propia identidad y conciencia de sí mismo, más necesario aún que el del cuerpo.


              A través de la relación de intimidad y de acogida entre las personas brota el sentido, y el mundo se hace morada para el ser humano. Esto acontece de un modo privilegiado en el ámbito familiar, y también en la amistad. 


        Las relaciones humanas vuelven el mundo un lugar habitable, configuran en él ámbitos que se convierten en morada humana. Y es que la protección, más que del espacio cubierto o acotado, nace de la compañía, de la creación de un ámbito de convivencia, de compartida intimidad. Por ello puede afirmarse que la educación es de algún modo una prolongación de la paternidad y la maternidad, y una cierta forma de amistad.  
A.J. (Continuará)




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