miércoles, 26 de diciembre de 2012

SEXUALIDAD: DEL CUERPO A LA PERSONA (III/III)


Si la sexualidad -por no estar bien integrada dentro de la totalidad del ser personal- no se pone al servicio de la profundidad del amor humano, acaba por suscitar el vacío emocional y de sentido. La amargura y el desencanto surgen como lógica consecuencia de haber esperado en vano una plenitud imposible. Porque esa plenitud de felicidad anhelada es mucho más que el mero deleite y goce, ya que no se ha profundizado en lo nuclear de las personas.

Un ejemplo: Rubén Darío y Francisca Sánchez


El poeta nicaragüense Rubén Darío ha cantado el más exquisito amor de la forma más exquisita. También en su agitada vida pasó por todas las variantes del espectro amoroso: “plural ha sido la celeste historia de mi corazón”…

Sin embargo, al término de sus días, el vacío y la soledad se apoderan de él. Sorprende que sea una sencilla mujer la que, dejando al margen el hedonismo, la sensualidad y la retórica, venga a rehumanizar un humanismo sin máscara, desvencijado y roto, como lo está el corazón del más sensual de los poetas. Rubén, de vuelta ya de tanto carnaval sin alma, suplica a Francisca su compañía y su compasión.

Ajena al dolo y al sentir artero,
llena de ilusión que da la fe,
lazarillo de Dios en mi sendero,
Francisca Sánchez, acompáñame.
En mi pensar de duelo y de martirio,
casi inconscientemente me pusiste miel.
Multiplicaste pétalos de lirio
y refrescaste la hoja de laurel.
Ser cuidadosa del dolor supiste
y elevarte al amor sin comprender.
Enciendes luz en las horas del triste.
Pones pasión donde no puede haber.
Seguramente Dios te ha conducido
para regar el árbol de mi fe.
Hacia la fuente de noche y de olvido
Francisca Sánchez, acompáñame.

            Comenta Santiago Arellano: “La mujer a la que Rubén canta ahora en nada es exótica, ni sensual, ni cosmopolita ni misteriosa ni erudita. Se llama Francisca y su apellido es Sánchez. Cuando la encontró en El Retiro madrileño, era una jovencita analfabeta, ni muy hermosa ni culta. 

         "Los otros poemas eran juego y artificio verbal. Esto otro es vida. Cuando Darío escribe este poema está destrozado en todos los sentidos. Ese “acompáñame” es súplica de un alma en bancarrota, que olvida retóricas y zalamerías y convierte la palabra en sentir. En aquellos poemas escribe el hábil retórico entregado a la voluptuosidad, en éste un hombre sin adorno artificial, ante una mujer de carne y hueso, humilde, sufrida y bondadosa. Es un poema inspirado en la amarga realidad personal. 

        "Una y otra vez confesó el poeta: “plural ha sido la celeste historia de mi corazón”. Sin embargo para cruzar la frontera de este mundo mendiga sin rodeos: 'Hacia la fuente de noche y de olvido / Francisca Sánchez, acompáñame'… " A.J.



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