PERSONA Y CIUDADANÍA: ¿TODO ES POLÍTICA?
(A partir de un texto de
Jesús Ballesteros en
Repensar la paz,
EIUNSA, Madrid, 2006.
Págs. 110 y ss.)
La democracia es la forma de
organización política en la que la responsabilidad personal resulta más
indispensable. Necesita también conocer sus límites, que no son otros que los
de la política, es decir los de la moral.
La violencia totalitaria es el fruto de la creencia en que la
política es la dimensión más elevada de la vida humana y la única capaz de
resolver el problema del mal. Dicho de otro modo, lo más opuesto al
totalitarismo no es la democracia sin más, sino aquella forma de democracia que
niega la afirmación de Gramsci de que “todo es política”.
La participación del pueblo en
ejercicio de su soberanía relativa debe limitarse a la organización del Estado
y de las otras comunidades políticas. Pero carece de fundamento la pretensión
de que la voluntad popular sea soberana en terrenos de otra naturaleza como el
educativo, el moral o el religioso. En estos últimos se incurriría en el error
de pensar que el hombre se reduce al ciudadano, de que, como ya ha dicho, todo es política y por
consiguiente que la voluntad de la mayoría vale universalmente acerca de cualquier asunto: vox populi, vox Dei.
La reducción del hombre al ciudadano, con todas sus consecuencias, es una de las características del pueblo griego y, en general, de los pueblos precristianos. No es muy extraño por lo tanto que allí donde se trata de prescindir o de superar de un modo u otro al cristianismo, todo quiera reducirse a política. Fue la introducción de la otra ciudad, la ”ciudad de Dios”, lo que abrió al hombre horizontes incomparables con los de la simple política, al enseñar que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.” (Lo cual, por cierto, también fue dicho por Sócrates en el ágora ante sus jueces "demócratas").
No podemos (debemos) hacer
todo lo que queramos. No podemos (debemos) someter al imperio de la ley valores más altos que la misma ley. Ni aunque seamos mayoría. Nos lo prohíbe el orden moral y la dignidad de las personas, que están por encima de la política.
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