lunes, 4 de diciembre de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (87)

EDUCAR MOTIVANDO: ¿PREMIOS Y CASTIGOS? (I)


La motivación es un impulso que suscita una conducta y la mantiene, por lo que es fundamental a la hora de educar.
 Para educar hemos de motivar, sin duda; y la madurez estriba entre otras cosas en saber motivarse a uno mismo para afrontar las tareas y dificultades de la vida. La motivación, bien entendida, no está reñida con la fuerza de voluntad, al contrario; en la base de la motivación ha de estar el esfuerzo.

Pero ¿de qué depende la energía de la motivación? Abilio de Gregorio proponía tres factores: los motivos, la previsión de éxito y los incentivos, entre los que incluía el premio y el castigo o corrección.

Los motivos son como polos imantados que atraen y suscitan una acción, y aquí hay una amplia gama: van desde el atractivo sensible (los apetitos, lo agradable) hasta los ideales nobles. ¿Por qué he de ser puntual, por ejemplo?: por respeto a las personas, por la alegría del encuentro, por el vencimiento propio, etc. Detrás hay una energía que nos mueve para conseguir algo que nos parece bueno en algún sentido. Esto depende de muchos factores, incluso circunstanciales, pero también de un previo entrenamiento que nos ha habituado a aspirar a metas nobles, a superar obstáculos y a soportar el cansancio y la frustración.

En la infancia prevalecen sobre todo los motivos vitales y afectivos; y en la adolescencia emergen los típicos motivos de autoafirmación del yo. La aparición de motivos de apertura a la búsqueda de la verdad, al bien de las personas, al cumplimiento de un deber moral o asociados al sentido de la vida son, entre otros,  rasgos de madurez personal. 

La previsión de éxito es la percepción que se tiene de que podemos hacer lo que se nos plantea, una percepción adelantada (pre-visión) de que podemos lograrlo. Para ello hace falta ver clara la meta a conseguir y, junto al grado de dificultad, percibirla como asequible. El “no puedo” surge al pensar que las metas sobrepasan nuestras capacidades o porque se cuenta con una baja autoestima o una voluntad poco ejercitada en el esfuerzo.

Veamos ahora los incentivos. El esfuerzo que se realiza para conseguir una meta debe ser reforzado para que se mantenga hasta el final. Aquí suelen entrar en juego los incentivos o gratificaciones convertidos en refuerzos de conducta. Como nos enseño el conductismo, estos pueden ser positivos (premio) o pueden ser negativos (castigo); sin embargo sabemos que tienen un efecto motivacional más duradero y profundo los refuerzos positivos que los negativos. A este respecto es de gran importancia la valoración justa y reconocedora del esfuerzo realizado por el educando. Suele decirse en el mundo educativo que “lo que no se evalúa se devalúa”. Conductas que no se valoran terminan por extinguirse.

Pero hablemos más despacio de premios y castigos. A través de ellos se busca modelar las conductas y e ir configurando el sentido de la responsabilidad, puesto que esta no es sino la toma de conciencia de que las acciones tienen unas consecuencias que hay que asumir como propias.

Ambos recursos, sin embargo, han de ser administrados con claro criterio educativo, por lo que les dedicaremos algunas reflexiones más en las próximas entregas. 

      (Publicado en el semanario La Verdad el 1 de diciembre de 2023)


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