LA ADOLESCENCIA, CATEGORÍA CULTURAL (III)
Se insiste desde hace varias décadas en que la adolescencia no es solo una fase del desarrollo biopsicológico, sino también una categoría cultural. Se ha afirmado, por ejemplo, que la psicología de la adolescencia es principalmente una psicología de los adolescentes en países occidentales, desarrollados y con un cierto nivel de prosperidad, mientras que en otros contextos propiamente no habría adolescencia porque el paso de la infancia a la vida adulta es inmediato y abrupto.
Parece claro, por otro lado, que actualmente la adolescencia tiende a comenzar antes y a terminar más tarde que en otras épocas debido a motivos culturales. Por un lado la infancia “se acorta” -o se “salta”-, no por la precocidad de los cambios biológicos de la pubertad, sino por una “mala comprensión” de la infancia: muchos niños son obligados por sus padres a “crecer” -que no a madurar- y comportarse como casi adultos; no tienen tiempo libre, no mantienen unas relaciones familiares sosegadas, no juegan libremente, se les viste como adultos para ser “trendy”, mostrarse “fashion”, cuidar su “outfit”…, o simplemente se los deposita en las redes de las pantallas, que bombardean su sensibilidad y sus neuronas con directrices consumistas e ideológicas.
La adolescencia, además, como mentalidad, se ha ido prolongando cronológicamente en los últimos años, retrasándose sensiblemente la llegada de la adultez hasta el momento de asumir responsabilidades profesionales y familiares, lo que ocurre bastante más tarde que hasta hace dos o tres décadas, si es que ocurre.
No es desdeñable esta observación. En los últimos años ha variado la sensibilidad social. Hasta mediados del siglo XX la edad adulta e incluso la ancianidad se consideraban etapas de la vida revestidas de prestigio y autoridad; y la juventud era sinónimo de inexperiencia. La educación consistía en una “preparación para la vida”, con la meta de llegar a ser un adulto capaz de valerse por sí mismo. Pero desde el último tercio del siglo XX -algunos lo asocian al año 68-, da la impresión de que la meta de muchos es mantenerse en la adolescencia como refugio permanente. Juan Antonio G. Trinidad, afirma que “la adolescencia hoy parece un periodo de la vida que empieza con la pubertad y termina… con la vejez”.
Se habla también de una “sociedad adolescente” que ostenta rasgos de inestabilidad, inseguridad, narcisismo e inmadurez. Nuestras sociedades líquidas (Abilio de Gregorio hablaba incluso de “sociedades gaseosas”) registran una tendencia a vivir en el inmediatismo, el hedonismo y el subjetivismo moral, y a eludir comportamientos propios de la madurez y la vida adulta: compromiso, responsabilidad, toma de decisiones, autocontrol, etc.
Hay padres (y madres) que no quieren ser adultos sino permanecer adolescentes como sus hijos. Creen que “la sociedad” se ocupará de todo. Son permisivos, no valoran ni asumen responsabilidades y en consecuencia tampoco las exigen a sus hijos.
Serían en realidad “adultos adolescentes”, modelos de actuación para futuros “adolescentes no adultos”, para los que solo hay derechos y no deberes, a quienes producen desazón palabras como esfuerzo, compromiso, obediencia o abnegación.
Ha pasado el tiempo… Algunos de estos últimos son ya maestros y profesores. Sorprende poco la afirmación de la pedagoga Mercedes Ruiz Paz: “Tengo la impresión de que millones de adolescentes son educados por… millones de adolescentes”.
(Publicado en el semanario La Verdad el 10 de octubre de 2025)
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