SUPERAR EL DESALIENTO
No podemos considerar la figura y el papel esencial del educador, del docente en concreto, sin referirnos a un hecho que se da con relativa frecuencia, quizás hoy más que en otras épocas. Educar no es fácil, sin duda, y a veces las compensaciones no son inmediatas ni frecuentes. Antes bien, se tiene la impresión de que se espera del educador que resuelva casi todos los problemas del tejido social, supliendo carencias familiares, sociales y políticas. Paradójicamente, la valoración social de la profesión docente parece haber perdido en buena medida su tradicional estimación.
La autoestima tampoco está siempre garantizada. No es de extrañar que las limitaciones y actitudes personales de los alumnos, la influencia de un entorno disolvente, la dejadez de algunas familias, la posible falta de entendimiento y colaboración entre los propios educadores, las propias limitaciones y contratiempos, hagan caer en ocasiones a no pocos maestros, humanos al fin, en el desaliento.
Así, un estudio impulsado por el diario “Éxito Educativo”, la plataforma “Educar es Todo” y la Universidad a Distancia de Madrid reflejaba que la autopercepción de los docentes en relación con su salud mental no es buena. El trabajo, basado en las respuestas de más de 3.800 profesionales, refleja que el 28,4% se autopercibe en un estado emocional asociable a una depresión moderada o severa, cifra que se eleva hasta casi el 40% entre quienes cuentan con menos de 15 años de experiencia.
El principal obstáculo para el desempeño de su labor sería:
Ambiente, compañeros, 8% | |
El equipo directivo, 2% | |
Las nuevas tecnologías, 1% | |
Falta compromiso de estudiantes, 21% | |
Familias y su comportamiento, 18% | |
Cambios legislativos, 26% | |
Trabajo burocrático, 25% |
Interesante: vemos que más del 50% de los encuestados asegura que los principales son de carácter burocrático y legislativo, lo que reclama simplificar los asfixiantes procedimientos administrativos. En cuanto a los factores que creen más influyentes entre los estudiantes, sitúan en primer lugar a las redes sociales (95%), las familias (90%), y los medios de comunicación (75%). Pero solo uno de cada diez cree que las familias poseen una capacidad de influencia educativa considerable. Es llamativo que el 60% de los docentes siente que su labor profesional no es valorada y carece de reconocimiento social. Debiera ser una prioridad de las autoridades educativas que esto cambie. Y también de las familias, muy significativamente.
Es un problema social, y no pequeño. ¿Cómo hemos de afrontarlo los propios docentes? Obviamente: hay que decirlo y bien alto. Pensemos también que el cansancio de la voluntad no se presenta solo porque surjan los obstáculos, sino porque éstos llegan a ocultar la meta a nuestra mirada. Entonces es preciso recordar y reavivar el sentido de lo que hacemos, mantener viva la conciencia del valor de la educación.
Es fundamental también el apoyo de compañeros que comparten las mismas inquietudes y experiencias de alegría y de cansancio y que, en lugar de acumular sus lamentos a los nuestros, conteniendo tal vez su propia necesidad de consuelo, nos recuerdan la humilde pero gran maravilla, el tesoro que encierra nuestra vocación de maestros.
A los creyentes nos queda sobre todo el recurso a la fe en Dios y en todo el bien que hemos querido sembrar. Hemos de aprender a amar con un Amor más grande que nuestro amor; somos cauce e instrumento en sus manos.