La mirada abierta al ser es agradecida, se recrea y complace en la belleza de las cosas, que es el esplendor de lo real.
Aspira a conocer y encontrarse con la fuente de esa belleza que atraviesa lo real.
Intenta guiar al corazón, la voluntad y la actividad a la luz de esa belleza y de su fuente.
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