viernes, 21 de octubre de 2022

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (42)

EDUCACION PERSONALIZADORA


 

Ante la mirada nihilista todo está sometido al deseo de los más fuertes. El mundo en el que se van introduciendo niños y jóvenes aparece como un puzzle de infinitas piezas sin congruencia ni sentido, donde no es posible desarrollar una personalidad coherente, consistente y unificada. 

Y es aquí donde se ve la importante contribución que una educación bien concebida y aplicada puede hacer para la reconstrucción de un mundo más humano. 

Pero para ello es preciso reorientar la educación de acuerdo con su verdadera razón de ser: como ayuda a la personalización del ser humano, para que la persona sea cada vez más persona y más completa frente a instancias que pretenden hacerla más productiva, mejor consumidora, más útil al sistema, más sumisa y manejable; en una palabra: manipularla.

Una persona es un ser único e irrepetible de naturaleza racional: es capaz de comprender y decidir libremente según la verdad de las cosas. Es un fin en sí misma y nunca un simple medio; poseedora de dignidad, nunca de precio. Está dotada de identidad propia, de originalidad, intimidad y apertura. Es centro de relación con otros seres. Alguien -y no algo- necesitado de sentido y orientado por lo tanto a la trascendencia.

Una educación personalizadora será la que es capaz de dar sentido a la presencia y acción del ser humano en el mundo, y que pone a la persona -entendida en toda su integridad- como centro, como referente de lectura y de valoración de acontecimientos y de acciones.

El problema profundo de la educación hoy no es un problema de medios y recursos sino de fines; no es un problema de mera transmisión de saberes y utilidades, sino, sobre todo, de aportación de significados, de valores de sentido que hagan justicia a la naturaleza y a la dignidad del ser humano y a su vocación a la trascendencia. 

El verdadero fin de la educación es contribuir a la formación de una personalidad madura, que es el camino verdadero hacia la felicidad posible para el ser humano. Y la felicidad es un estado de gozo que tiene vocación de permanencia; es consecuencia de haber encontrado algo o a alguien que da sentido a la vida. 

Una vida en la que el sentido no se plantea o no se alcanza -una vida malograda- es aquella en la que aparecen el vacío existencial, la sensación de intrascendencia, la desesperación, el narcisismo despersonalizador.

La personalización que da sentido a la tarea de educar tiene lugar mediante el encuentro con los ‘valores de sentido’ y con su cultivo. Puede sonar extraño a determinados oídos este propósito, instalados en la concepción de que la educación debiera ser ante todo una herramienta técnica, socialmente eficiente pero neutra. Pero es que esto mismo es ya una determinada propuesta de valores. Sea cual sea su orientación, todo sistema educativo presenta un referente axiológico último. En él -y lo mismo cabe decir de la familia como ámbito educativo fundamental- se educa no solamente por lo que se enseña, sino también por lo que no se enseña. Por acción o por omisión, todo educador transmite un modo de entender la realidad y al ser humano mismo. 

Por eso, hoy, el ideario y proyecto educativo de los centros escolares no debería ser algo ornamental, sino su piedra de toque ante las familias y ante ellos mismos. 

        (Publicado en el semanario La Verdad el 14 de octubre de 2022)

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