martes, 18 de abril de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (63)

AHOGADOS EN LA SUPERFICIE

EDUCAR EN LA REFLEXIÓN (IV)



Educar en la reflexión se hace absolutamente esencial y urgente en circunstancias como las nuestras, en las que todo alrededor arrastra a muchos niños y jóvenes desde los primeros años a vivir fuera de sí, enganchados a los dispositivos, dispersos, atolondrados, presos de frustraciones que son incapaces de asumir y superar.

Televisión, Internet y redes sociales, series, videojuegos, publicidad, consumismo… influyen seguramente más que todos los colegios y universidades juntos, arrastran sin oposición alguna hacia la superficialidad a muchos niños y jóvenes, ante la pasividad de muchas familias o de lo que queda de ellas. Vivimos en gran medida de impresiones, sensaciones, impulsos emocionales. Y por eso la inestabilidad y la superficialidad caracterizan a menudo nuestras vidas. Detrás de la superficialidad viene la frivolidad y detrás de ésta la debilidad del carácter, la blandura de la voluntad, la vanidad, la inconstancia, la incapacitación para el compromiso y el esfuerzo mantenido, el empobrecimiento vital. Niños, jóvenes y adultos acaban ahogados en la superficie por no pararse a reflexionar.

Ser reflexivo es profundizar en el ser de las cosas, en su valor y en su sentido. Es conocerse y conocer a los demás, observar, escuchar, aconsejar y dejarse aconsejar. Es respetar a las personas pero ser crítico con sus opiniones, porque ni todo es opinable ni todas las opiniones son igualmente valiosas. 

Por ello es preciso buscar, más allá de las apariencias, las verdaderas causas de los acontecimientos, ponderar su contenido y su alcance, valorar sus consecuencias, asentar nuestras propias decisiones y elecciones en la deliberación y en la prudencia. 

Un experto en comunicación enseñaba a sus alumnos de periodismo: “-Noticia es aquello que nos hace exclamar: ¡Atiza!”. Y así recibimos mensajes contundentes pero sin consistencia, calificativos manipuladores, eslóganes persuasivos, imágenes seductoras, fake news... A menudo ni siquiera se atienen a la realidad y se cae en la manipulación más grosera. Pero no da tiempo a pensar. Se introducen ritmos frenéticos al informar, al narrar, al opinar; hay que cambiar enseguida, entretener para no aburrir y que no se nos vaya la audiencia a otro canal.

Y así, palabras, noticias, encuestas, imágenes impactantes golpean nuestra mente y nuestros sentidos con un ritmo trepidante. Los medios de comunicación bombardean y aturden la percepción de las audiencias con titulares sensacionalistas, hechos morbosos, juicios precipitados y provocadores. 

Sin embargo no es bueno dejarse llevar de la verborrea de imágenes y palabras que bombardean las conciencias sin dejar tiempo para pararse a reflexionar, para separar el grano de la paja, la apariencia de la realidad. 

Superficialidad e inestabilidad empobrecen al ser humano. Atrofian la vida racional e inducen a comportarse como un animal que se mueve sólo por apetitos y reflejos sensoriales. Devastan nuestra vida si carecemos de formación y del hábito de la reflexión, que aporta prudencia y equilibrio a nuestros comportamientos. 

Una persona superficial no profundiza porque no reflexiona. No discierne entre opiniones, se deja llevar por simpatías y antipatías, o por intereses. En la mayoría de los casos se plagia o se imita lo que se lleva, esa moda que goza de un éxito aparente y llamativo. El superficial olvida que la moda es lo primero en pasar de moda y que los triunfos arrolladores son los que antes se desvanecen. Es una vieja historia. La intrascendencia es poco original.


(Publicado en el semanario La Verdad el 14 de abril de 2023)

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