UN TEXTO ANTOLÓGICO SOBRE LO ESENCIAL EN LA EDUCACIÓN Y SOBRE LA CLAVE DE LA ACTUAL CRISIS EDUCATIVA
(Nos falta una referencia esencial para distinguir qué es lo más importante en la educación de la persona)
Para educar en la verdad es necesario saber sobre
todo quién es la persona humana, conocer su naturaleza… Ésta es la cuestión
fundamental que hay que plantearse: ¿Quién es el hombre? El hombre es un ser
que alberga en su corazón una sed de infinito, una sed de verdad –no
parcial, sino capaz de explicar el sentido de la vida…- Por eso, la primera
educación consiste en aprender a reconocer en el hombre la imagen del
Creador y, por consiguiente, a tener un profundo respeto por cada ser humano.
Para ejercer su libertad, el hombre debe superar
el horizonte del relativismo y conocer la verdad sobre sí mismo y sobre el bien
y el mal. En lo más íntimo de la conciencia el hombre descubre una ley que él
no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz lo llama a amar, a
hacer el bien y huir del mal, a asumir la responsabilidad del bien que ha hecho
y del mal que ha cometido. Por eso, el ejercicio de la libertad está
íntimamente relacionado con la ley moral natural, que tiene un carácter
universal, expresa la dignidad de toda persona, sienta la base de sus
derechos y deberes fundamentales, y, por tanto, en último análisis, de la
convivencia justa y pacífica entre las personas.
En nuestro mundo el valor de la persona, de su
dignidad y de sus derechos está seriamente amenazado por la extendida tendencia
a recurrir exclusivamente a los criterios de utilidad, del beneficio y del
tener. Es importante no separar el concepto de justicia de sus raíces trascendentes.
La justicia, en efecto, no es una simple convención humana, ya que lo que
es justo no está determinado originariamente por la ley positiva, sino por la
identidad profunda del ser humano. La visión integral del hombre es lo que
permite no caer en una concepción contractualista de la justicia. La “ciudad
del hombre” no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino,
antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de
comunión.
Autor: Benedicto XVI
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