La cohesión social, uno de los aspectos del bien común, no debe
implicar una absorción de la responsabilidad personal en la sociedad global ni
en el Estado. La consecución
del bien común debe conducir necesariamente a un mayor grado de personalización porque la persona es el principio, el sujeto y el
fin de la vida social.
El Estado moderno tiende al control y a
la concentración de todos los poderes
en la Administración pública, asfixiando la vitalidad del tejido social
y de las asociaciones intermedias entre la persona y el Estado. De ahí la
necesidad de entidades y grupos con
finalidades económicas, familiares, culturales, educativas, lúdicas,
profesionales, etc., que gocen de autonomía respecto del poder político, y que
se organicen como comunidades vivas, de modo que sus miembros sean tratados como personas y se vean estimulados a tomar
parte activa en ellas. La sociedad no es un aglomerado de individuos,
sino una ‘sociedad de sociedades’,
una unidad de orden compuesta
por realidades sociales que se vinculan de forma subsidiaria y solidaria. Entre
ellas es prioritaria la familia.
La vitalidad social depende en última
instancia de la responsabilidad de las personas concretas; parte de esta
responsabilidad y tiende a incrementarla. La mera acumulación de bienes y
servicios como rendimiento eficaz de las estructuras sociales no basta para
proporcionar la felicidad al ser humano.
Benedicto XVI señala la incapacidad del
Estado para suplir el amor: “No hay orden estatal, por justo que sea, que haga
superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone
a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que
necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también
situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que
muestre un amor concreto al prójimo. El Estado que quiere proveer a todo, que
absorbe todo en sí mismo, se convierte... en una instancia burocrática que no
puede asegurar lo más esencial que el hombre afligido –cualquier ser humano-
necesita: una entrañable atención personal.” (Deus caritas est, n. 28)
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