viernes, 16 de junio de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (72)

LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA (III)


Para aprender a distinguir el bien del mal en situaciones concretas y conducir la propia vida de acuerdo con ello no es suficiente la teoría. Es preciso también apelar a la experiencia. Veámoslo.

Existe una forma de satisfacción y de alegría que es consecuencia de haber obrado bien; por ejemplo, uno se siente útil tras haber ofrecido ayuda, consejo o tiempo a un amigo; o cuando ha superado una importante dificultad o ha concluido bien una tarea costosa. Esa alegría brota del interior, “va de dentro afuera”. 

Hay en cambio otras formas de alegría pasajeras, fruto de la satisfacción de necesidades vitales inmediatas, como saciar la sed con un refresco, y que, por así decir, “van de fuera adentro”; pueden ser más excitantes e intensas, pero suelen ser menos profundas y valiosas. Proporcionan agrado, pero no verdadera elevación humana.

La cuestión aquí es que la diferencia entre ambas formas de satisfacción sólo se percibe bien cuando se experimenta. Es lo que ocurre con la famosa afirmación de que hay más gozo en dar que en recibir: solo “el que lo probó lo sabe”, como diría el poeta. Por eso, cuando se ha comprobado que el goce inmediato no es tan satisfactorio como actuar generosamente o como superar ciertas dificultades, es más fácil pronunciarse en favor de conductas o decisiones valiosas aunque sean sensiblemente menos atrayentes. Es preciso haber saboreado con alegría el bien auténtico, para comprobar que otros placeres “no saben” tan bien, dejan vacío, no sacian de verdad. 

Muchas personas, cuando hacen balance de su vida para ver si ha merecido la pena, lo que intentan en el fondo es hallar situaciones y gestos en los que hubo experiencias de gozo de esas que van “de dentro afuera”. Pero si sólo han hallado de las otras, las que van “de fuera adentro”, el resultado no suele ser muy halagüeño.

La publicidad, por ejemplo, tiende a borrar la frontera entre la necesidad auténtica y deseos no siempre necesarios. Al asociar (a veces engañosamente) un producto con la satisfacción de una necesidad artificial o con una moda, tal producto o marca se presenta sin más como si fuera bueno. Pero es preciso tener fortaleza para “decir no” a algo que aunque atrae sensiblemente no es digno o realmente necesario. Y sólo quien sabe que ese “no” es en realidad un “sí” a un gozo y a un bien mayores tiene fuerza para no dejarse persuadir. El criterio se forma y consolida con la práctica.

No es muy bueno incentivar comportamientos por medio de la codicia -por ejemplo cuando decimos a un hijo que le compraremos tal regalo si aprueba-, sino incitando a la superación de sí mismo y a la generosidad. De ahí la importancia de una temprana dedicación de niños y jóvenes a tareas que impliquen superación personal, entrega generosa y abnegada, y son fuente de satisfacciones personales profundas. En un corazón pleno no hay necesidad de llenar o disimular carencias y vacíos afectivos.

Por lo mismo, es conveniente asimismo generar hábitos de sobriedad y autodominio,  de superación personal y de responsabilidad mediante un ejercicio asiduo de pequeños actos de dominio personal, de vencimiento propio, negándose a actuar por caprichos intrascendentes o por comodidad. Un ejemplo sencillo: los expertos suelen decir que la voluntad de un joven es más vulnerable a determinados consumos y adicciones si nunca se ha ejercitado antes en privarse de ciertos caprichos: soportar la sed durante algo de tiempo, no quejarse continuamente a la menor incomodidad, comer con moderación, no tirar papeles o desperdicios al suelo haciendo uso de la papelera, ser puntual… Así se forja un carácter que lleva a conducirse por motivos de cierto calado como la generosidad, el amor a la obra bien hecha, el deseo de superar dificultades y resolver problemas, de hacer la vida más agradable a los demás, etc. 

Si una persona adquiere estos hábitos será más difícil que se comporte de modo caprichoso, imprevisible y voluble. Suscitará la confianza de quienes esperan con fundamento que ponga lo mejor de sí misma en lo que se hace. William James decía que “no se puede esperar de una persona que se niegue a hacer algo ilícito si antes no ha sido capaz de negarse a sí mismo cosas lícitas”. Decía Aristóteles que a juzgar y obrar bien se aprende obrando bien.   

    (Publicado en el semanario La Verdad el 16 de junio de 2023)    

 

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