martes, 6 de junio de 2023

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (70)

FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA


Venimos hablando de la importancia de educar en la reflexión desde edades tempranas. Uno de los principales aspectos de esta preocupación es aprender a distinguir el bien del mal para orientar cabalmente nuestra conducta y para realizar juicios de valor apropiados. 

Todos sabemos que hay que hacer el bien y evitar el mal, pero esto no siempre es fácil. El ser humano puede hacer buen o mal uso de su libertad y a menudo no hace lo que debe, o hay situaciones y circunstancias en las que no es sencillo acertar con un comportamiento o una decisión adecuadas. 

Los niños están especialmente necesitados de referencias morales que les ayuden a distinguir en la práctica lo que está bien de lo que está mal o de lo que simplemente resulta atrayente. 

Muchas veces todos nos damos cuenta de que algo que hemos hecho no estuvo bien, y sentimos remordimiento por ello. Al reflexionar serenamente caemos en la cuenta de haber hecho algo indebido, pero ya no hay remedio porque el mal está hecho. Por ello, antes de actuar, conviene pararse a pensar lo que debemos hacer y lo que no. Necesitamos una “brújula” que oriente nuestras decisiones y nuestra conducta para distinguir el bien del mal en situaciones concretas y acertar en nuestro comportamiento. 

La conciencia moral es esa “brújula” que nos orienta acerca del bien y del mal. Es un juicio de valor que cada uno realizamos acerca de nuestros actos concretos. Parándonos a pensar si lo que hacemos es lo correcto, nos dice lo que tenemos que hacer, o lo que teníamos que haber hecho. La virtud que orienta a la conciencia moral es la prudencia, el criterio moral, el hábito de juzgar correctamente en las situaciones concretas.

La conciencia ha de ser educada y formada tempranamente para acertar a distinguir entre el bien y el mal en las diferentes situaciones. Se trata de una educación que conduce al perfeccionamiento personal y que supone respetar tres reglas de oro: Hacer el bien y evitar el mal. Tratar a los demás como queremos ser tratados. No hacer el mal para obtener un bien.

Desde los primeros años una conciencia moral incipiente despierta al niño en su interior al conocimiento y la práctica del bien. Es como una inclinación espontánea, pero muy elemental, que se va desmarcando poco a poco de la simple distinción entre el placer y el dolor. Conviene orientarla para que aprenda a situarse ante los acontecimientos de la vida respetando el valor propio de las cosas y de las personas (él incluido). Es una tarea de toda la vida, pero si no se ha llevado a cabo desde la infancia pueden producirse deformaciones nada fáciles de corregir más adelante. 

Las apariencias a menudo son engañosas y por ello nunca debemos dejarnos llevar por las primeras impresiones. El relativismo y el emotivismo presentes en la mentalidad hoy dominante favorecen la tiranía de los deseos, de las ganas y del gusto por lo fácil y atrayente. Por este motivo es fundamental enseñar a discernir tempranamente entre el bien y el mal. Como escribía Blaise Pascal, “nuestra dignidad radica en el pensamiento, en la reflexión. Esforcémonos en pensar bien: ese es el principio de la moral.” Seguiremos con este tema en próximas ocasiones. 

     (Publicado en el semanario La Verdad el 2 de junio de 2023)

 

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