martes, 3 de diciembre de 2024

REPENSANDO LA EDUCACIÓN (123)

EL VERDADERO AMOR ES EXIGENTE


 

Es un hecho cargado de razones que solo educa el que ama; y que amar es mucho más que sentimiento: es querer el bien para alguien. Pero esto supone a menudo exigir y exigirse.

Así lo expresa bellamente el poeta Pedro Salinas:


“Perdóname por ir así buscándote 

tan torpemente, dentro de ti. 

Perdóname el dolor, alguna vez. 

Es que quiero sacar 

de ti tu mejor tú. 

Ese que no te viste y que yo veo 

nadador de tu fondo, preciosísimo. 

Y cogerlo y tenerlo yo en alto 

como tiene el árbol la luz última 

que le ha encontrado al sol.”

 

No por azar el poema puede interpretarse como referido al amor y a la educación. En ambos casos se busca potenciar, hacer crecer lo mejor del otro: “tu mejor tú”. Y en ambos, también, esa búsqueda activa puede conllevar “el dolor, alguna vez”. Por un lado, porque a amar y a educar se aprende; la búsqueda en el interior del otro a veces es torpe porque implica un conocimiento profundo que solo se alcanza en el poco a poco, quizás equivocándose y corrigiendo la mirada y el juicio de valor, pidiendo perdón –“perdóname”, empieza diciendo el poeta-, aprendiendo a apreciar mejor las intenciones, los condicionamientos, los matices y la hondura que conforman el sentir, las palabras y las acciones de la otra persona.

Por otro lado, porque la auténtica búsqueda del bien puede significar corregir, decir ‘no’ y reprender. La mirada amorosa advierte a veces que algo debe corregirse y mejorarse, precisamente porque se busca el bien del otro. Y entonces será necesario exigirle que no se conforme con la mediocridad o la comodidad, que luche, que aspire a lo mejor de sí –“sacar de ti tu mejor tú”–, que cumpla sus compromisos y obligaciones, que no pacte con sus ganas y desganas, que ponga atención y esmero en lo que hace, que vuelva a empezar tras el error o el fracaso, que luche por superarse y sacar y dar lo mejor de sus capacidades…

El verdadero amor es clarividente y, lo mismo en el buen amante que en el buen educador, no se queda en la superficie ni en la utilidad inmediata, sino que busca lo esencial, eso que es ”invisible a los ojos” y solo ve bien el corazón –“nadador de tu fondo, preciosísimo”-… porque solo se conoce a fondo lo que se ama. Y es que amar significa atender, comprender, aceptar, valorar…, lo cual requiere tiempo, respeto, mesura, paciencia, humildad, limpieza de intención… y firmeza. 

La firmeza es la virtud por la que se dominan las reacciones, se guarda el equilibrio y se superan las dificultades que sobrevienen. Implica calma, ánimo sereno, autodominio, saber mandar y mantener lo mandado…

Pero la exigencia en el educar ha de tener siempre un porqué y, sobre todo, debe ser siempre amorosa. No se trata de exigir por exigir. Una exigencia sin amor es insoportable, lo mismo que el amor sin exigencia -la permisividad- es rechazable porque no educa. Exigencia y afecto han de ir juntos; más aún, han de ser las dos caras de la misma moneda. Y “la moneda” es querer, por encima de todo, el bien del educando: Porque te amo te exijo, busco “tu mejor tú”, y no espero menos de ti. 

 (Publicado en el semanario La Verdad el 29 de noviembre de 2024)


No hay comentarios: